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El penúltimo raulista vivo

La experiencia es un grado

La cosa podría haber sido mucho peor. Al menos Iturralde sí pasó las pruebas físicas. No quiero ni pensar que a Lucas Alcaraz le hubiera tocado bregar en el Camp Nou con Daudén Ibáñez o Parada Romero. Eduardo Iturralde González marca el nivel (pobre, bajo, malo, desaliñado, despreocupado) del arbitraje español. Hubo quien creyó en su día que Iturralde iba a ser el perfecto prototipo del nuevo árbitro español, del colegiado del siglo XXI: dialogante, conocedor del reglamento, físicamente bien preparado, dispuesto a colaborar, con capacidad para reaccionar en milésimas de segundo y con la clara intención de ceder absolutamente todo el protagonismo al juego y al jugador, pero el caso es que, ya sea por la ausencia de competencia o porque al vasco le gusta más una alcachofa que a un tonto una piruleta de fresa, don Eduardo se perdió en la espesura y se quedó sólo en Iturralde, otro más del montón de medianías surgidas de la factoría de tito Vito.

Madrid despierta tranquila. Tranquila y soleada. Los pajaritos cantan, el cielo está más azul que nunca, no corre ni una brizna de aire y los madrileños pasean felices por la calle: Iturralde no ocupa ni un minuto de su tiempo, hay tantas cosas que hacer... Me pregunto cómo habría despertado Barcelona, qué habrían publicado Sport y Mundo Deportivo y qué habría dicho Un Crit Valent si la situación hubiera sido al revés: el Real Madrid seis puntos por encima del Barça, el sábado partido contra el Recre en el estadio Santiago Bernabéu a la espera de que el equipo azulgrana reciba el domingo al Valladolid en el Camp Nou, Iturralde que anula un gol legal a Ersen Martin y que pita un penalti a favor del equipo local por unas inexistentes manos dentro del área y el Real que aumenta su distancia a nueve puntos cuando quedan veinticuatro por jugarse. ¿Habría amanecido tan tranquila la ciudad condal?... Puede que no.

Guardiola puede irse tranquilamente a comprar su mona porque el Barcelona tiene este campeonato a buen recaudo. Ganará la Liga el equipo de Guardiola porque ha sido indiscutiblemente el más regular y también el más brillante. A este Real Madrid, que se encuentra por cierto a años luz futbolísticos del actual Barcelona, habría que erigirle un monumento a la resistencia y la tenacidad, virtudes que le han convertido en el club de fútbol más grande de la historia. Sin el Real Madrid, la Liga 2008-2009 habría dejado de tener interés allá por el mes de diciembre. A mí, que me gusta el buen fútbol, me parece una herejía y una falta de respeto colocar a Iturralde o Daudén en el mismo platillo de la balanza que a Iniesta y Messi. De ahí que Madrid, capital vieja y moderna al mismo tiempo, ciudad que lo ha visto y oído casi todo y que posee ya cuarenta Ligas en sus vitrinas, prefiera disfrutar de este magnífico Domingo de Resurrección sin mezclar a las churras con las merinas, sabedora de que vendrán más Ligas, llegarán otros cracks y hay más días que longanizas de Pascua. La experiencia es un grado.

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