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El penúltimo raulista vivo

¡Llull, Llull, Llull, Llull!...

No estoy de acuerdo con el teniente Aldo Raine: al Carnegie Hall no se llega sólo practicando. Al Real Madrid de baloncesto no le vendría nada mal el fichaje de Rudy Fernández y, si el chico está verdaderamente incómodo en Portland y siente la necesidad imperiosa de abandonar cuanto antes los Estados Unidos y regresar de nuevo a España, Antonio Maceiras haría muy bien en explorar todas y cada una de las posibilidades. Salta a la vista que a Rudy no le aqueja la misma fobia que a Ricky Rubio y él sí puede jugar muy lejos de su Palma de Mallorca natal, pero lo que de ningún modo puede consentir el Madrid si el ex del Joventut se decide finalmente a volver a la ACB es que el Barcelona se haga también con sus servicios; habría que ir a por él con todo porque, de lo contrario, a Pascual sólo le faltaría un Gasol o dos para completar la franquicia europea de un equipo de la NBA.

Decía que no estoy de acuerdo con el teniente Raine: al Carnegie Hall no se llega sólo practicando. Y luego me lié con Rudy, pero a lo que me quería referir desde el principio era a que el Real Madrid tiene la obligación de ir a por los buenos que haya fuera sin olvidar a los excelentes que ya pueda tener dentro. Desde la desaparición de Fernando Martín no recuerdo un caso semejante de comunión entre un jugador y la grada como el de Sergio Llull. Ya lo dije en su día cuando Marc Gasol traicionó en vivo y en directo a aquel "chico que había llegado el último" a la selección pero que, aún así, tuvo los bemoles necesarios para jugársela (porque así se lo ordenó Scariolo) en el último balón del partido contra Turquía del pasado Eurobasket. Su hermano Pau también se jugó un último balón en 2007, y en la final además; y, como sucedió con Llull, también falló. No pasó nada: ambos, pese a sus errores, demostraron el coraje que se les supone a los líderes.

Al mejor y más lauredado equipo de baloncesto de Europa no se llega sólo practicando. Llull tiene madera de líder y no me extrañaría en absoluto que los halcones de la NBA estuvieran ya revoloteando a su alrededor. También tiene magia. Y por supuesto que no lo digo por el triple del otro día, habría dado lo mismo que el balón hubiera rebotado hacia afuera después de golpear el aro. La grada blanca no ha disfrutado tanto con un jugador desde la etapa de Martín. Corbalán, Brabender, Rullán, Jackson, Robinson, Branson, Petrovic, Sabonis, Dalipagic, Reyes... ellos fueron los mejores (Felipe sigue siéndolo aún) y, aunque tuvieron el respeto y la admiración de la afición, jamás dieron el último pasito. ¿Por qué Mirza Delibasic se ganó el corazón de la gente? ¿Por qué lo hicieron también Carmelo Cabrera y, muchos años después, Fernando Martín?... ¿Y por qué la gente ahora grita "¡Llull, Llull, Llull, Llull!"?... Ni todo el dinero del mundo puede comprar lo que tiene Sergio Llull. Y creo que el Real Madrid haría bien en protegerlo.

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