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El penúltimo raulista vivo

Máquinas totales

Es cierto que, tal y como aseguró Ramón Calderón, el Real Madrid no contrató a Bernd Schuster para que fuera simpático y divertido, pero supongo que tampoco le fichó para que fuera por ahí guerreando sin sentido, metiéndose con los árbitros a destiempo, dejando caer a las primeras de cambio en la televisión de su país que a lo mejor no cumplía íntegramente su contrato, comparando el fútbol de su equipo con el tenis de Roger Federer, buscándole constantemente tres pies al gato y rebuscando en el cajón motivos por los cuales seguir enfrentándose con todo el mundo. Habrá un momento a lo largo del día en el cual incluso Schuster deba descansar de sí mismo, pero lo cierto es que, en lo que a su labor como máximo responsable técnico del club se refiere, el alemán no le ha dado tregua al madridismo a lo largo de estos meses, pobres en fútbol y ricos en manifestaciones estrafalarias y comportamientos que ponen constantemente en riesgo la imagen del club.

Echando ligeramente la vista atrás, y repitiendo esa parte de la frase del presidente del Madrid en la que se refiere a los títulos, no parece que fueran necesarias estas alforjas para un viaje tan breve. Estamos en marzo y el Real ya está eliminado de la Copa y de la Champions por lo que, como mucho, Schuster ya sólo podrá igualar lo conseguido la temporada pasada por Capello, otro agrio. No conozco el caso de un club que haya fichado jamás a un entrenador para que cuente chistes y sea muy simpático sino para que obtenga resultados deportivos; el caso es que Schuster no sólo no ha conseguido nada de nada sino que además mete en constantes problemas al equipo que le paga. Si ese carácter de ogro formara parte de una táctica preconcebida para conseguir algo, sólo podría ser para que prescindieran de sus servicios cuando acabe la Liga. Es posible que Schuster se cansara del Madrid y es seguro que el Madrid -su junta directiva- está harto de Schuster.

En el plano estrictamente personal, Bernd Schuster, a quien admiré como jugador, ha supuesto mi mayor decepción a lo largo de los últimos veinte años de ejercicio de la profesión periodística. El equipo le vino demasiado grande casi desde el primer momento; pensé que daría con la tecla correcta pero aún continúa toqueteando todos los botones y, puesto que no ha sido capaz de dar con aquel que conduce a la excelencia prometida, sólo falta que aprieten por él aquel otro que le despide del club. Sus declaraciones, las suyas, se van a volver en su contra de aquí hasta el final de Liga, y será lógico y normal que le estén torpedeando con el lugar de orígen de los árbitros hasta el pitido final. De Ramón Calderón, que se atrevió a decir que este equipo era una máquina total, está todo dicho. Schuster tiene tics de entrenador de equipo pequeño y su presidente tiene unos aires de grandeza que ni el mismísimo Julio César. Ellos sí que son dos máquinas totales.

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