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El penúltimo raulista vivo

Nuestra Barcelona se lo merecía

El martes 24 se supo que Cataluña (5.775 millones de euros de vencimiento de deuda a los que simple y llanamente no pueden hacer frente) pediría el rescate (Mas Colell: "Cataluña no tiene otro banco que el Gobierno de España") y el miércoles 25, coincidiendo con el veinte aniversario de la inauguración de los Juegos de Barcelona-92, el Parlamento regional aprobó reclamar una fiscalidad propia, con una Agencia Tributaria Catalana responsable única de la gestión de los tributos en dicha Comunidad. Traducido al castellano: "He arruinado Cataluña, he colapsado económicamente mi Gobierno, mis responsables políticos han arruinado mi Comunidad, no puedo pagar a mis acreedores y peligran las nóminas de mis trabajadores... pero la culpable es España". Vamos, como cuando Guardiola decía que él no hablaba nunca de los árbitros mientras criticaba su actuación.

Mañana se inauguran los Juegos de Londres-2012 y, como decía antes, hace veinte años que se dio el pistoletazo de salida a los de Barcelona-92, un esfuerzo nacional y colectivo del que todos, gallegos, vascos, madrileños, catalanes o andaluces, nos sentimos orgullosos partícipes. Quiero recordar que Barcelona era en aquel momento una ciudad acuciada por la crisis, con un 20% de paro (150.000 personas en términos absolutos) y unas infraestructuras que en el mejor de los casos dejaban mucho que desear; y ése precisamente, el de la inversión en las mejoras de la ciudad que luego revertirían en un salto cuantitativo y cualitativo muy importante de la actividad económica, fue una de las excusas por las que se presentó la candidatura olímpica.

Citaré ahora textualmente el estudio que Jordi Solé Tura y Joan Subirats, que no creo que sean dudosos de su catalanidad, hicieron en su día para el Centro de Estudios Olímpicos: "Sin esta excusa (se refieren a la mejora de la ciudad) y sin la ayuda del Gobierno Central, la ciudad difícilmente habría podido conservar la esperanza de financiar todas estas operaciones". La conclusión de los profesores Tura y Subirats es demoledora y no deja lugar a la duda: "Sin la ayuda del Gobierno Central, la ciudad difícilmente habría podido conservar"... y etcétera, etcétera, etcétera. El desarrolo económico de Barcelona, puntal de Cataluña, dependía de la implicación del Gobierno Central, o sea del Gobierno de España, o sea del Gobierno de todos los españoles. Y casi nadie (y digo "casi" para no cometer un error) dudó de que nuestra Barcelona se lo merecía. Y casi todos (y digo "casi" por lo mismo de antes) nos sentimos orgullosos y emocionados porque nuestra Barcelona pudiera beneficiarse del esfuerzo común.

Por supuesto que, con la vista puesta en lo sucedido durante Los Ángeles-84, el sector privado tuvo que ver en el éxito de aquellos Juegos, pero sin la participación del Estado, sin la inversión en carreteras, autopistas y otros servicios imprescindibles para el normal desarrollo de un acontecimiento deportivo de semejantes dimensiones, Barcelona-92 habría sido simple y llanamente imposible. Lo cierto es que la ciudad condal era una el 25 de julio de 1992 y otra bien distinta el 9 de agosto. No oí a nadie entonces ni tampoco oigo a nadie ahora quejarse de que fuera Barcelona y no otra la tocada por la varita mágica. Sí tuve que oír a gente de un partido independentista y antiespañol pidiendo el boicot para la candidatura olímpica madrileña.

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