Además de un profundo desconocimiento histórico (a diferencia del Barça, que ya desde pequeñito empezó a dispararle a cualquier estrellón extranjero que se pusiera a tiro, el Espanyol apostó fundacionalmente por una plantilla compuesta casi exclusivamente por jugadores nacidos en Cataluña) sí es cierto que, en la misma línea de la denuncia presentada por el club blanquiazul ante la Comisión Nacional Antiviolencia, Gerard Piqué patrocina un comportamiento xenófobo contra el club periquito. Su insistencia presuntamente graciosa y profundamente provocadora a la hora de apellidar al Espanyol con el "de Cornellà" alienta, como bien dicen desde el propio Ayuntamiento, el enfrentamiento entre ciudades y alimenta aún más la ya de por sí apasionada rivalidad entre los dos clubes de fútbol más representativos de Cataluña.
Y, ¿por qué?... Pues todo por una cutrevenganza. Piqué, que mira por encima del hombro a todo el que no sea Piqué o la familia o amigos de Piqué, se sintió lógicamente herido, como los demás nos sentimos abochornados, porque en el partido de ida de la Copa del Rey un sector minoritario de la afición del equipo rival insultó gravemente tanto a su mujer como a sus hijos, una circunstancia reprobable aunque en absoluto generalizada que él pretendió solucionar con un desprecio global a un club y, por si ello no fuera bastante, también a toda una ciudad por el simple hecho de no ser de la capital sino de la provincia. O sea, un comportamiento ignorante desde el punto de vista histórico, de nuevo rico y en el fondo, aunque sin él pretenderlo, muy provinciano y sí, yo también lo creo, xenófobo.
El problema es que esto no soluciona la inquina de la afición españolista hacia Piqué sino que la empeora. La próxima vez que el Barça visite el campo del Espanyol se burlarán aún más si cabe de Shakira e insultarán aún más a sus hijos, que era lo que él, teóricamente, pretendía solucionar con tan paleta vendetta. Así que, efectivamente, los dirigentes españolistas hacen bien en dirigir su demanda justamente a la Comisión encargada de frenar la violencia puesto que comportamientos como el de Gerard Piqué, que no es un aficionado anónimo sino un deportista de fama mundial, promueven acciones que poco o nada tienen que ver con la práctica deportiva y animan al violento para seguir ejecutándolas. De Busquets, que es nuevo en esta plaza, no diré nada salvo que me sorprende verle en la carpa del circo que de tanto en tanto levanta Piqué. Del Barça y de su portacoz, Guillermo Pavor, tampoco diré nada salvo que su reacción es propia del club que, aún hoy, mantiene que Neymar costó 57,1 millones de euros y punto.