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El penúltimo raulista vivo

Xavi y Guardiola, el pequeño saltamontes y el maestro Po

"Once tíos atrás". Así, de este modo tan simple, define Xavi desde Qatar el modo que tiene de jugar el Atlético de Madrid que eliminó a su Barça en los cuartos de final de la Champions, con "once tíos atrás"; hala, vuelve a por otra. Es la misma clase de soberbia que demostró el otro día Rummenigge, con la diferencia de que el director general del Bayern de Munich pidió perdón, recitificó y sacó la pata que había metido previamente... mientras que Xavi no lo hará. Xavi no lo hará por la sencilla razón de que diez años de elogios desmedidos, de azucar incontrolada y de peloteo desbordado han acabado por transformar al humilde chico de Tarrasa que soñaba con jugar algún día en el Barça en un personajazo de Guillermo Sautier Casaseca, así que Xavi imita a Xavi y, desde el púlpito, ensoberbecido y altivo, da lecciones de humildad y reparte carnets de grandeza y de pequeñez o de cómo se debe y cómo no se debe jugar al fútbol.

Ya no hay quien le pare los pies a Xavi Hernández. Han creado un monstruo. Lo hemos perdido. O, para ser exacto, le han perdido sus familiares y amigos. Lo curioso del caso es observar cómo a las ofensas del ex del Barça dirigidas contra el equipo colchonero reaccionan rasgándose las vestiduras los perioatléticos. A Xavi, recuerdo, se le elevó a los altares cuando atacaba sin medida al Real Madrid (32 Ligas y 10 Copas de Europa entre otras menudencias) por jugar a lo que no quería Guardiola sino a lo que exigía Mourinho. Al Madrid, que acabó dándole la vuelta a la tortilla, no le fue nada bien jugando a lo que proponía el Barça, pero las diatribas del falso santo de Matadepera fueron utilizadas contra Mourinho, y por extensión contra el club blanco, exactamente por los mismos que ahore le llaman la atención por criticar a Simeone.

Xavi es un personaje pintoresco. Guardiola es otro. No hace más que soltar eructitos de bebé y tocarse la cara. Mi amigo Pepe Herrero le conoce como el Dalai grana. Y es así. Del mismo modo que el viajante de comercio Gregorio Samsa se fue una noche a la cama y, al despertar a la mañana siguiente, amaneció convertido en un monstruoso insecto, Guardiola se irá a dormir cualquier día y se levantará con dolor de cabeza y convertido en el maestro Po, el guía espiritual de Kung Fu: "El sol perdura. La luna perdura. La vida perdura". El sol, la luna y la vida perdurarán, así es; lo que, gracias a Dios, no perdudará para siempre es la tontez elevada a la máxima expresión de Guardiola, jaleado y aplaudido por los mismos que aplaudieron y jalearon a Xavi, el pequeño e insportable saltamontes culé. El cespet es suyo. Y también los valors. Ahí es sin duda "el puto amo". Vergüenza ajena le dará al gran Carles Puyol ver a estos dos en acción.

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