
El comunicado de Clarence House, el pasado 27 de noviembre, causó un gran revuelo. No era nada relacionado al mundo de la realeza, ya que era un secreto a voces que ese día iba a ser el anuncio y que el 19 de mayo era la fecha decidida para la boda real entre el príncipe Harry y la actriz Megan Markle. Será la segunda de un hijo del Príncipe Carlos desde que en abril de 2011 se casara Guillermo con Kate Middleton. El revuelo era más bien provocado por el deporte más visto en aquel país, el fútbol. Ese mismo día, este sábado próximo, se disputa la final de la Copa inglesa (FA Cup), el partido más antiguo y de más enjundia en Gran Bretaña. Un gran problema.
Fuera de lo estrictamente pasional que supone que mucha gente estará pendiente en las islas de este encuentro, está el problema más grave, el de seguridad y protocolo. En cuanto a lo primero es evidente que Scotland Yard se ha tenido que multiplicar para asegurar el buen funcionamiento de un sábado loco en Reino Unido. En cuanto al protocolo, hay un problema mayor. El príncipe Guillermo, padrino de la boda, es el encargado de presidir este partido y de la entrega de trofeos al vencedor y este año no podrá acudir al estadio de Wembley. Lo confirmó la Casa Real británica hace un mes alegando que "los horarios de la ceremonia y del partido se solapan".
Lo nunca visto ha pasado en Inglaterra. El partido ha pasado a un segundo plano brutal. Chelsea y Manchester United pujarán el sábado por el trofeo más antíguo del mundo y los dos tienen la oportunidad de acceder a un título en un año en el que ambos han vivido bajo la tiranía del Manchetser City. Pero lo que otros años era una cita obligada a final de temporada ha quedado relegada ante la importancia del evento real. Sobre las doce de la mañana, el príncipe Harry y Megan Markle se habrán dado el "sí, quiero" en la capilla de Saint George, en el castillo de Windsor, un lugar algo más pequeño que la Abadia de Westminster, donde se casó su hermano Guillermo.
Lo vivido desde noviembre es un cúmulo de cábalas por las que la federación inglesa de fútbol se llegó a plantear trasladar de fecha la final de Copa. Era inamovible el cambio de la boda real, con absoluta preferencia ante otras instituciones en estos casos, por lo que el máximo organismo inglés se puso en movimiento enseguida, pero se encontraron con el problema de la cercanía del Mundial de Rusia. La selección inglesa se concentra el martes día 22 de mayo y todas las competiciones tienen que haber terminado.
Su alteza real el Duque de Cambridge, el Príncipe Guillermo, tiene la potestad de cambiar la fecha, quizá el próximo domingo dia 20 o el sábado anterior día 12, habiendo adelantado también la última jornada de la Premier. Todo fue imposible y a partir de enero se dio por hecho de que ambos eventos iban a coincidir.
Según informó la revista People hace un mes, Guillermo tendría decidido intentar acudir a los dos eventos, pero la recepción posterior a la boda, por la tarde y la fiesta nocturna hacen imposible que esto suceda. A finales del mes de abril se hizo el anuncio oficial de que Guillermo cumpliría con la obligación de ser el padrino de su hermano pequeño el día de su boda.
La pregunta a esta hora es quién será el representante de la realeza británica el sábado en el partido de fútbol, algo tradicional. Nunca han faltado a la cita pero el compromiso es máximo en esta ocasión. La tradición tiene visos de romperse, algo impensable en aquel país, tan reacio a cambiar de costumbres.

