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Historias de Fútbol

El increíble penalti inexiste pitado por Guruceta en un Barcelona-Real Madrid (XI)

Undécimo artículo de Historias de Fútbol, de la mano de CIHEFE, recordando el escandaloso penalti pitado por Guruceta en un Barça-Madrid de Copa.

Undécimo artículo de Historias de Fútbol, de la mano de CIHEFE, recordando el escandaloso penalti pitado por Guruceta en un Barça-Madrid de Copa.
El árbitro donostiarra Emilio Carlos Guruceta, un mito del fútbol español de los 70. | Cordon Press

Si el fallo del bético Cardeñosa frente a Brasil en el Mundial de Argentina de 1978 pasa por ser la más famosa pifia del fútbol español, sin duda el error arbitral más célebre es el que comete el colegiado vasco Emilio Carlos Guruceta Muro (1941-1987) en el partido de vuelta de los cuartos de final de la Copa del Generalísimo de 1970, al castigar con penalti contra el Barcelona una entrada del defensa azulgrana Rifé sobre el jugador madridista Velázquez, producida fuera del área aunque a pocos pasos de ésta. Sucedió en el Camp Nou, las cosas —como de costumbre— estaban calentitas entre Barça y Madrid, y aquella noche del 6 de junio se armó la de Dios es Cristo, un escándalo para la Historia.

Vayamos previamente al contexto. Ni Barcelona ni Real Madrid habían firmado aquella temporada 69-70 una Liga brillante, cuartos los catalanes y sextos los madrileños. Lo del Barça era ya habitual, pues llevaba sin catar el título desde el ya lejano 1960, mientras que en mismo espacio de tiempo los merengues lo habían conquistado nada menos que en ocho ocasiones. Tampoco ambos equipos habían andado muy finos en las competiciones continentales, eliminados los culés por el Inter de Milán en la Copa de Ferias y los blancos por el Standard de Lieja en la de Europa. La Copa, por lo tanto, aparecía a ojos de los dos grandes clubes como su último cartucho, la postrera oportunidad para salvar con nota una campaña por todo lo demás para olvidar.

En el encuentro de ida, disputado siete días atrás en el Estadio Santiago Bernabéu, los propietarios del terreno se habían impuesto por 2-0 despachando un buen partido, resultado que si bien no decidía la eliminatoria, al menos la dejaba bastante encarrilada hacia el bando madridista. Pero en Can Barça, lógicamente, no pensaban igual, y se aprestaron a vivir una noche mágica, con remontada incluida y ante el gran rival, que daba más gustirrinín, como decía el genial humorista Miguel Gila en los anuncios de las hojas de afeitar Filomatic que pasaban entonces por la tele. Y si en el primer choque la dirección de la contienda había corrido a cargo del veteranísimo colegiado navarro Daniel Zariquiegui, en este segundo enfrentamiento pitaría un joven juez que aún no había cumplido los 30, el guipuzcoano Guruceta, de excelente planta y magnífica forma física, rompiendo con el clásico cliché del trencilla calvo y barrigudo, y al que se le auguraba un brillante porvenir en el mundo del arbitraje.

Un penalti escandaloso

El primer tiempo finalizó con 1-0 a favor de los locales, conseguido al filo del descanso merced a un disparo de Charly Rexach, la gran referencia catalana de aquel Barça, que tocó en ambos postes antes de introducirse en las mallas blancas. La parroquia culé, que llenaba el Camp Nou, se las prometía muy felices durante el reglamentario receso, mientras se bebía un refresco para mitigar el bochorno de aquella cálida noche de principios de junio y se zampaba un bocata de butifarra: ¡si se puede!. Se inició, pues, la reanudación con la esperanza de que llegaría pronto el segundo gol, el de la igualada, y luego, quién sabe... Pero en el minuto 14 de esta segunda mitad, en un contragolpe madridista, Velázquez se escapó por la derecha, y poco antes de entrar en el área fue derribado por detrás por Quimet Rifé. Hoy un lance similar podría ser incluso constitutivo de expulsión, aunque en 1970 únicamente se castigaba con falta, pero cuál no sería la sorpresa de todos cuando Guruceta llegó corriendo desde el centro del campo y señaló inequívocamente el punto fatídico.

De nada sirvieron las airadas protestas de los jugadores barcelonistas, que se arremolinaron en torno al fornido colegiado vasco, inflexible en su decisión. Va a expulsar al capitán azulgrana Eladio, que le dijo de todo menos "bonito", y Amancio transformará el máximo castigo entre un griterío ensordecedor, dejando el partido en tablas. El terreno de juego se llenó entonces de almohadillas, lanzadas desde las gradas, e incluso se produjo un conato de abandono por parte del equipo local, no consumado, sin que volviera a moverse el marcador. Y cuando ya solamente faltaban unos cinco minutos para concluir el choque, miles de espectadores van a invadir el césped pacíficamente, paseando banderas azulgranas y aclamando a su club, muy sensibilizados por el supuesto favoritismo arbitral y federativo hacia el Real Madrid. Y en ese momento Guruceta aprovechará la coyuntura para dar por finalizado el encuentro con el resultado de empate a uno, que clasificaba al Real Madrid para la siguiente ronda de semifinales.

La Policía Armada —los famosos Grises— acabará por disolver a porrazo limpio aquella espontánea manifestación de barcelonismo, así como también las concentraciones de aficionados que se reunirán poco más tarde en la parte alta de Las Ramblas, en torno a la famosa Fuente de Canaletas, uno de los lugares emblemáticos del sentimiento culé. Y el Consejo Directivo del Barça, presidido por el joven empresario textil Agustí Montal, enviará inmediatamente un par de enérgicos telegramas de protesta dirigidos a la Federación Española de Fútbol y a la Delegación Nacional de Deportes (DND), pidiendo, entre otras cosas, que se repitiese el partido, cosa que obviamente no va a conseguir.

Las sanciones

Durante unos cuantos días la España futbolística no hablará de otra cosa (y eso que se estaba disputando al mismo tiempo el Mundial de México). Y llega el momento de las sanciones, de las que el Barça va a salir por cierto bastante bien librado, pues únicamente recibirá una multa de 90.000 pesetas por los incidentes provocados por sus socios y seguidores, siendo —eso sí— apercibido de que se cerraría el Camp Nou si estos volvían a repetirse. Su capitán Eladio será sancionado con dos partidos, y en cuanto a Guruceta, ´éste va a ser quien reciba el castigo más duro de todos, pues se le suspenderá por seis meses, responsabilizándole de ser el causante de una grave alteración del orden público, lo que en aquellos tiempos del franquismo eran palabras mayores. El presidente del Comité Nacional de Árbitros, José Plaza, dimitirá en solidaridad con el colegiado donostiarra, aunque dio marcha atrás a su decisión días después.

Unas semanas más tarde, el mismo Camp Nou será escenario de la final de Copa, disputada entre el Real Madrid y el Valencia, y presidida como todos los años por el general Franco. Los madridistas se imponen a los chés por 3 a 1, salvando así con ese título una floja temporada. Y poco después tiene lugar un hecho bastante llamativo: el relevo en la cúpula del deporte español, la DND (Delegación Nacional de Deportes). Juan Antonio Samaranch —catalán pero muy vinculado al RCD. Español— va a ser sustituido por Joan Gich, quien casualmente ocupaba nada menos que la gerencia del propio Barça. Y una de cuyas primeras decisiones, tras tomar posesión de su nuevo cargo, será la concesión al club azulgrana de una generosa subvención a fondo perdido —con una cuantía de alrededor de 50 millones de pesetas— destinada a la construcción de dos importantes equipamientos: un pabellón polideportivo (lo que pronto sería el Palau Blaugrana) y una pista de hielo. Que cada uno extraiga sus propias conclusiones...

* Fernando Cuesta Fernández es licenciado en Historia y miembro del Centro de Investigaciones de Historia y Estadística del Fútbol Español (CIHEFE). Ha escrito varios libros sobre fútbol: La Pelota Ye-yé. Modernidad y rebeldía en el fútbol español. 1965-1973; El Barça de los Sesenta. La Travesía del Desierto; y Los Héroes del Domingo. Los ases del fútbol español en blanco y negro

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