
La anécdota es deliciosa, propia de alguno de aquellos filmes costumbristas que la cinematografía española o italiana acostumbraban a manufacturar en la década de los años 1950. Algo inocente, de lo más naïf. Hoy, de ocurrir una cosa parecida, se efectuaría a través de las redes sociales y exudaría ese tufillo a barbarie tecnológica que demasiados confunden con el auténtico progreso.
Un derbi copero barcelonés
Los cuartos de final de la Copa del Generalísimo de aquel año 1956 van a deparar un derbi barcelonés, en el que el Barcelona —dirigido desde el banquillo por el mítico guardameta húngaro de los años 20 Ferenc Platko, inmortalizado en una preciosa oda del poeta Rafael Alberti, y subcampeón de Liga tras mantener un reñido duelo con el Athletic de Bilbao— partía como favorito frente a un Español dirigido nada menos que por el Divino Ricardo Zamora, que había tenido un gris desempeño en la Liga 55-56, ocupando la séptima posición. Pero los pronósticos están para romperse, y en la ida, celebrada en un Sarriá metido en obras, los pericos se impusieron a los culés por 3-1, con tantos de Benavídez, Muñoz y Arcas para los blanquiazules, y Villaverde por los azulgranas. La derrota sentó muy mal en Can Barça, tanto que, sin esperar al encuentro de vuelta, el presidente Francesc Miró-Sans va a cesar a Platko, sustituyéndole provisionalmente por otra vieja gloria y compañero suyo de equipo en los años 20, Samitier, entonces secretario técnico del club blaugrana.

Es al día después del partido de ida cuando Julián Arcas Sánchez (Vélez-Blanco, Almería, 7 de enero de 1926 — Figueras, Gerona, 12 de enero de 2001) va a efectuar su famosa apuesta con el propietario del Bar Armengol, ubicado en la esquina de la calle Sepúlveda con la Plaza Goya, un redomado culé. El españolista se jacta de que ya tienen la eliminatoria asegurada, mientras que el barcelonista afirma lo contrario, y en ese momento Arcas, en un alarde de bravuconería, proclama que el domingo siguiente le marcará nada menos de cuatro goles a Ramallets en Les Corts. Si así lo hace, la casa pagará una ronda a todos los presentes, y si el jugador no lo consigue, será él quien deba rascarse el bolsillo.

Comienza el espectáculo
El domingo 27 de mayo de 1956, con un gran lleno en el campo de Les Corts, volvieron a verse las caras los dos equipos, a las órdenes del colegiado cantabro Rafael Garcia Fernández y con las siguientes alineaciones: por el Barcelona, Ramallets; Segarra, Biosca, Gracia; Gonzalvo III, Bosch; Tejada, Villaverde, Kubala, Sampedro y Manchón, y por el RCD Español, Vicente (Soler); Argilés, Cata, Faura; Gámiz, Casamitjana; Arcas, Marcet, Benavídez, Ruiz y Muñoz.

Aquel no iba a ser el mejor partido del meta españolista Vicente, un joven cancerbero que tendría un brillante porvenir en nuestro fútbol. A los 3 minutos de juego se adelantó el Barça, por medio de un disparo de Kubala desde fuera del área, en el que falló clamorosamente el arquero perico, escurriéndosele el balón por entre las piernas. Pero en el minuto 20 daría comienzo el ‘festival Arcas’. Va a a anotar el 1-1 de cabeza, anticipándose a la salida de Ramallets, y dos más tarde deshace la momentánea igualada con un fuerte derechazo. Después se tomó un respiro, pero en el minuto 43 aprovechó un rechace en el poste del marco barcelonista para colocar el 1-3 en el marcador, y el Español se fue al descanso con una casi decisiva ventaja de cuatro goles en la eliminatoria.
Póquer de goles a Ramallets
En la reanudación el partido va a terminar de enloquecer. Tejada acortó distancias en el 52’, rematando de cabeza otro testarazo que Vicente tampoco acertó a blocar en primera instancia, pero tan sólo un minuto más tarde nuevamente el inevitable Arcas conseguía el cuarto de su cuenta particular, al aprovechar una deficiente cesión de Gracia a su portero en un rasgo de picardía (2-4). Y de nuevo al minuto siguiente volvía a moverse el marcador, esta vez para los azulgranas, merced a un potente chut del exterior zurdo Manchón. Y en el 69’ Vicente, que había sufrido ya varios golpes, tendrá que ser sustituido por Soler (por aquel entonces, el del portero era el único cambio que la reglamentación entonces vigente permitía).

El guardameta recién ingresado encajaría otro gol, obra de Tejada en el minuto 87, que significaría el definitivo 4-4, pues apenas quedaba ya tiempo para más. El Barça, que la temporada siguiente seria dirigido por Domingo Balmanya, cerraba así una nueva campaña sin títulos, la tercera desde 1953, algo a lo que los culés no estaban acostumbrados. Pero acababan de ser testigos de un espectáculo grandioso, una auténtica oda al fútbol, como se dice hoy, un partido jugado de poder a poder, sin complejos, vibrante y desenfrenado, con un tanteo que pudo ser aún mayor.

Testigo del primer descenso españolista
En cuanto a Arcas, perico hasta la médula y retirado del fútbol activo en 1959 en las filas del Cádiz, donde iniciaría su breve andadura como entrenador, habrá de pasar sin embargo por el trance más doloroso de su vida deportiva, como ocupante del banquillo del Español cuando el equipo de su vida desciende por vez primera a Segunda División en 1962, al perder la promoción contra el Real Valladolid, por culpa de un gol marcado por quien no tardaría en vestirse de blanquiazul con los de Sarriá y convertirse en leyenda formando parte de la famosa delantera de los Cinco Delfines: el jugador salmantino y futuro abogado José María Rodilla. Pero de eso, ya hablaremos en otra ocasión…
