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El día que el Málaga volvió a nacer

Cuadragésimo séptimo artículo de Historias de Fútbol, recordando el accidente aéreo sufrido por el equipo andaluz en Canarias en septiembre de 1956.

Cuadragésimo séptimo artículo de Historias de Fútbol, recordando el accidente aéreo sufrido por el equipo andaluz en Canarias en septiembre de 1956.
Accidente aéreo sufrido por el Club Deportivo Málaga en septiembre de 1956. | CIHEFE

Hace unas semanas el recién descendido Cádiz CF —las desgracias nunca vienen solas— protagonizó una desagradable incidencia aérea cuando el avión en el que se dirigía a El Salvador, con directivos, cuerpo técnico y plantilla, para tomar parte en un homenaje al mítico Mágico González, se vio obligado a efectuar un aterrizaje de emergencia en el aeropuerto de Sevilla, debido a problemas en uno de los motores, pues al parecer un ave se había introducido allí tras despegar de Jerez.

Las catástrofes aéreas que involucran a equipos de fútbol tienen marcadas varias fechas trágicas. En 1949 fue el Torino, el mejor conjunto italiano de la Posguerra, el que pereció al estrellarse su avión en Superga, muy cerca de la capital piamontesa, y en 1958 buena parte de los componentes del Manchester United perdieron la vida en otro terrible accidente, al no poder tomar altura al abandonar el aeropuerto de Múnich. Mucho más recientemente, en 2016, se produjo el fatal accidente en el que desapareció un equipo brasileño no muy conocido por estos pagos, el Chapecoense, mientras sobrevolaba Colombia.

Volando con Aviaco

Lo acaecido al Cádiz, que por fortuna quedó solo en un susto morrocotudo, nos trae a la memoria otro suceso sufrido igualmente por un equipo andaluz, el Club Deportivo Málaga, y que tuvo lugar en los albores de la temporada 1956-57. El club costasoleño se dirigía a Tenerife, donde el domingo 30 de septiembre iba a disputar un partido correspondiente al Grupo Sur de la Segunda División en el Heliodoro Rodríguez López.

El vuelo despegó de Sevilla con destino a Canarias el sábado 29. El aparato pertenecía a la compañía Aviaco (Aviación y Comercio S.A.), una aerolínea española que operó entre los años 1948 y 1999. Se trataba de un cuatrimotor a hélice Sud SE. Bloch 161 Languedoc, un modelo de fabricación francesa, que comenzó a volar una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, y que había sido comprado de segunda mano a Air France en 1955. Contaba con una tripulación de cinco miembros, y podía llevar hasta 33 pasajeros, instalados en "cómodas butacas de lujo", tal como rezaba su publicidad.

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El accidente...

Tras cinco horas en el aire, el avión —con matrícula EC-AKV— inició la maniobra de aproximación al aeropuerto de Los Rodeos, donde tenía previsto aterrizar en cuestión de minutos, y fue entonces cuando el pasaje y la tripulación se percataron de que algo iba mal. Se encendió la luz de alarma, cundió el pánico y comenzaron los gritos: "¡Fuego, fuego, las alas están ardiendo!". Entonces el comandante de la aeronave decidió efectuar un aterrizaje de emergencia en pleno campo, en un lugar situado en el término municipal de San Cristóbal de La Laguna y conocido como Los Baldíos.

Y, a pesar de que el aparato acabaría completamente destrozado al tomar tierra, partido en dos y envuelto en llamas, y sus restos quedarían esparcidos por el lugar, milagrosamente todos sus ocupantes pudieron abandonarlo antes por su propio pie, y tan sólo cinco de los pasajeros resultarían heridos de escasa consideración: los futbolistas del Málaga Patricio, Emery, Carrillo, Del Rio y Madariaga. Peor suerte, sin embargo, corrió una pobre señora que habitaba una casita situada en el escenario de los hechos, y que sería la única víctima mortal del suceso. Unas fuentes indican que se encontraba en aquel momento en su cocina, y otras, que se hallaba en la puerta de la vivienda, haciendo calceta, aunque yo me inclino más bien por la primera hipótesis.

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Un par de años más tarde otro aparato similar de la misma compañía, el EC-ANR, que cubría el trayecto Vigo-Madrid, resultaría también destruido por completo en un nuevo accidente, ocurrido el 4 de diciembre de 1958 en la sierra de Guadarrama, pero entonces -a diferencia de lo acaecido en Tenerife- no habría supervivientes, pereciendo sus 21 ocupantes. El resto de la flota de aviones de ese modelo serían retirados de la circulación en enero de 1960, debido a la mala prensa que arrastraban a causa de esas dos catástrofes.

y el partido... accidentado

El obispo de la diócesis, don Domingo Pérez Cáceres, impartió su bendición a la expedición andaluza, y el partido se disputó finalmente el lunes 1 de octubre de 1956, que también era festivo (entonces en dicha fecha se conmemoraba el denominado "Día del Caudillo"), y estas fueron las formaciones que presentaron ambos conjuntos: por el CD Tenerife, Cuco, Villar, Tosco, Isal, Óscar, Torres, Padrón, Hugo, Herrero, Antonio y Julito , y por el CD Málaga —que tuvo que jugar con una equipación prestada, ya que la suya se había quemado en el incendio del avión—; Del Río, Carrillo, Rubio, Barragán, Pipi, Emery, Monerris, Borredá, Bernardi, Coco y Madariaga.

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El encuentro resultó inusualmente bronco, con dos expulsados por parte del cuadro de La Rosaleda: Carrillo, que noqueó a un contrario, insultó al árbitro y tuvo que ser retirado del terreno de juego por la Guardia Civil, y Borredá —futuro jugador chicharrero—, que también agredió a un contrario, y luego, al salir del campo, se pegó incluso con el masajista local. Parecía evidente que el duro trance recién vivido había desquiciado de algún modo a los futbolistas visitantes. Venció el Tenerife por 2 a 0, en lo que supuso la primera derrota del Málaga en aquella Liga 56-57.

En la alineación malacitana figuraba un joven jugador de tan sólo 18 años y origen asturiano, Alberto Suérez Suárez (1938-2001), conocido futbolísticamente como Pipi. Pronto se convertiría en la gran estrella del conjunto costasoleño, y en 1963 sería traspasado nada menos que al Real Madrid, pero en la Casa Banca, entre la gran competencia existente y las lesiones que padeció, no pudo triunfar, pasando dos años más tarde al Sevilla, donde tampoco reverdeció laureles y acabó condenado al ostracismo, abandonando prematuramente el fútbol y llevando al club de Nervión a los tribunales, reclamándoles una cantidad de dinero no abonada a finales de los 60, un litigio pionero que abriría el camino para otros contenciosos, sentando precedente y convirtiéndose en un hito en el proceso de normalización de la situación jurídica del futbolista profesional, condición hasta aquel momento pertinazmente negada por los clubes.

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Por razones obvias, la expedición del Málaga rehusó regresar a la Península por vía aérea, y lo hizo a bordo de un petrolero de pabellón liberiano que trabajaba para CEPSA, el "Vitoria". Y años más tarde uno de los protagonistas del suceso, Bernardi, recibió ofertas del CD. Tenerife y la Union Deportiva Las Palmas, pero rechazó ambas propuestas a causa de su insuperable miedo a volar. Y es que ni el ni ninguno de los allí presentes podría olvidar jamás que aquel 29 de septiembre de 1956, festividad de San Miguel Arcángel, habían vuelto a nacer en tierras canarias

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