
En el túnel de vestuarios del nuevo Santiago Bernabéu hay escrita una frase que se atribuye a Alfredo Di Stefano: "Ningún jugador es tan bueno como todos juntos". Y es absolutamente cierta: el fútbol es un deporte colectivo, de equipo, en el que cualquier inferioridad numérica se nota. Aun así, ha habido muchos partidos en los que la actuación de un futbolista concreto fue muy determinante, y pocos se me ocurren más que aquel CD Málaga-Hércules de Alicante, de Segunda División, disputado en La Rosaleda recién estrenado el año de 1948, en el que el cuadro malacitano aplastó al levantino con un estrepitoso 9-2, y los nueve tantos llevaron la firma del mismo jugador local, Pedro Bazán, logrando así un récord que tengo serias dudas haya podido siquiera igualarse en la ya larga historia da nuestro futbol profesional.
De modo que dispongámonos a conocer más detalles acerca de aquella singular hazaña deportiva y del héroe que la materializó, aunque también es seguro que de no contar con el concurso de sus otros diez compañeros vestidos de azul y blanco no hubiese conseguido colar un solo balón en las mallas herculanas.
Una explosión tardía
Pedro Bazán Romero nació en la localidad sevillana de La Algaba, a pocos kilómetros de la capital hispalense, el 26 de marzo de 1922 y en una familia de arraigada tradición taurina (nieto, hijo, sobrino y hermano de toreros). Era primo del también futbolista José Cabrera Bazán (1929-2007), quien tras jugar en Sevilla, Jaén y Betis se convirtió en un destacado jurista, catedrático de Derecho del Trabajo y gran pionero del proceso de normalización de las relaciones laborales de los profesionales del balompié -fue uno de los fundadores de la AFE-, amén de desarrollar una breve carrera política como senador y eurodiputado en las filas del PSOE.

Con un físico discreto (1,68 de estatura y 68 kilos de peso), Bazán comenzó a jugar en el Colegio de los Salesianos, para pasar luego al equipo amateur del Sevilla, Esparta Sevilla, y posteriormente en el CD Algabeño, Hércules de Cádiz y Olímpica Jiennense. Hasta casi los 25 años su trayectoria no iba más allá de ser uno de tantos futbolistas modestos, sin salir del ámbito andaluz, pero mediada la temporada 46-47 va a fichar por el Club Deportivo Málaga, de la categoría de plata, como refuerzo para la segunda vuelta del campeonato. Un hecho que sin lugar a dudas cambiaría su vida.
En su primera media campaña, este delantero en punta -preferentemente luciendo el número 8 a la espalda-, dotado de una técnica más bien rudimentaria, rápido, impetuoso y poseedor de un fuerte disparo desde media distancia que algunos comparaban al de Lángara o al de Puskas, no va a destacar especialmente (juega 12 partidos y consigue media docena de goles), pero en el siguiente curso echará la puerta abajo. Titular indiscutible en el conjunto de La Rosaleda, venía marcando con frecuencia -ya le había hecho una manita al Badalona en la tercera jornada-, cuando en la fecha número 14 de la competición rinde visita al feudo costasoleño uno de los grandes favoritos para el ascenso, el Hércules de Alicante.
Artillería pesada
Aquel domingo 4 de enero de 1948, los aficionados del Málaga van a recibir un inesperado y algo prematuro regalo de Reyes. A las órdenes del árbitro del colegio vizcaíno señor Mazagatos Vicario (¡), los locales presentaron la siguiente alineación: Comas; Jimeno, Maciá; Laborda, Sagrado, Lezama; Azcue, Bazán, Roldán, Teo y Emilio. Esta fue la marcha del marcador de un partido que hizo trabajar de lo lindo al encargado de dicho menester: 1-0 (9´): Remate con la izquierda a centro de Emilio. 2-0 (13´): Rematando un córner también lanzado por Emilio. 3-0 (48´): La misma jugada con idénticos protagonistas. 4-0 (51´): Culminando una gran internada de Azcue. 4-1 (55´)): Pina acorta distancias. 5-1 (65´): De fuerte disparo en un libre directo. 6-1 (69´): A pase de Teo. 7-1 (75´): Al transformar un penalti. 8-1 (78´): A servicio de Emilio. 8-2 (81´): Lezama en propia puerta. 9-2 (83´): Sobre la marcha, tras gran internada personal.

Como puede comprobarse, la primera mitad no hacía presagiar semejante torrente de goles, pues finalizó 2-0, pero en los 18 minutos que median entre el 65 y el 83, Bazán va a conseguir nada menos que un repóquer de goles.
Tres ascensos y dos descensos
Pese a tratarse de un partido de Segunda División, la hazaña del delantero algabeño va a obtener una gran cobertura nacional. No obstante, al finalizar la temporada el Club Deportivo Málaga, a la sazón entrenado por el mítico ariete sevillista Guillermo Campanal, no va a conseguir el tan ansiado ascenso -pese a los 29 goles que anotaría nuestro protagonista-, aunque sí lo logrará en la siguiente temporada con un nuevo técnico, Luis Urquiri, debutando en la División de Honor en la campaña 1949-50. Sería el primero de los tres que Bazán viviría defendiendo los colores blanquiazules.
Un Bazán que el 20 de marzo de 1949 debutará con la selección española B en Riazor, con una victoria sobre su homóloga de Portugal por 5-2, formando parte del siguiente once: Velasco; Casas, Curta; Gabriel Alonso, Ontoria, Mújica; Basora, Bazán, Pahiño, Igoa y Escudero (Muñoz). Un equipo de auténtico lujo, que vistió para la ocasión camisola blanca y calzón negro. Los tantos españoles fueron marcados por Igoa (2), Escudero, Ontoria y el propio Bazán, que además fallaría un penalti que lanzó por encima del travesaño, aunque el castigo tuvo que repetirse, y el valencianista Igoa lo trasformó finalmente en gol.

Ese primer ascenso se consiguió por los pelos, gracias al golaverage particular con el gran rival histórico, el Granada. A él ha colaborado Bazán con nada menos que 26 dianas. Esa inaugural singladura por la élite dura un par de temporadas -19 goles de Bazán entre ambas-, pues al finalizar la 50-51 el cuadro blanquiazul regresa a la categoría de plata. Pero no estará mucho tiempo allí, tan sólo un año, que le basta para retornar, ahora como campeón de Segunda, a las órdenes del preparador vizcaíno Antonio Barrios (y 25 tantos para el delantero de La Algaba).
Pero la alegría dura únicamente esa campaña, con un nuevo descenso, a pesar de que La Rosaleda viviría algunas tardes gloriosa, como la del domingo 15 de marzo de 1953 -justo antes de que el ya mencionado Di Stéfano llegara a Chamartín-, cuando golearon al Real Madrid por 6-0, y un par de ellos llevaron la firma de Bazán, que en ese torneo convirtió 12. Un Bazán que otra vez será clave para el tercer ascenso a Primera, que tan sólo se hará esperar un año y al que aporta 17 conquistas, aunque en esta oportunidad el club de la Costa del Sol tendrá que pelearlo mucho más denodadamente, pues, clasificado en tercer lugar en la liga regular, tuvo que disputar una liguilla con otros cinco clubes, de la que saldría finalmente vendedor, ahora con Luis Casas Pasarín en el banquillo.
En el Dépor
Sin embargo, Bazán ya no volverá a la máxima categoría con el Málaga, aunque tampoco cambiará de colores. El Deportivo de La Coruña, que acababa de traspasar al Barça al uruguayo Dagoberto Moll y a un chavalín muy prometedor llamado Luis Suárez Miramontes, se hace con sus servicios de cara a la temporada 54-55. Ya cuenta 32 años, pero todavía rendirá bien con los de Riazor -el estadio donde había debutado como internacional-, sobre todo en su primera campaña (27 partidos y 14 goles). En la segunda juega menos, pero aun así obtiene 11 tantos.

La última campaña, la 56-57, ya es mucho más floja, tanto a nivel personal -disputa sólo 8 encuentros, con 5 dianas- como colectivo, pues el cuadro gallego desciende a Segunda División tras un período bastante prolongado entre los grandes. Allí pondrá definitivamente el cierre a su carrera, con cerca de dos centenares de goles en once temporadas entre Primera y Segunda.
Pedro Bazán falleció en Málaga el 28 de mayo de 1992, a la edad de 70 años. Máximo goleador de la historia del club malacitano con 146 tantos en 208 partidos oficiales, 31 de ellos marcados en Primera División, hoy la puerta número 9 de La Rosaleda lleva su nombre, así como también el estadio municipal de La Algaba, la localidad que le vio nacer recién iniciada la primavera de 1922. La puerta número 9, como los nueve goles que Bazán, el Cañonero de La Algaba, le marcó al Hércules aquel 4 de enero de 1948.
