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Historias de Fútbol

Alarma en Can Barça: ¡Kubala tiene tuberculosis!

Quincuagésimo sexto artículo de Historias de Fútbol, recordando el episodio de tuberculosis sufrido por Laszi en 1952 que puso en peligro su carrera.

Quincuagésimo sexto artículo de Historias de Fútbol, recordando el episodio de tuberculosis sufrido por Laszi en 1952 que puso en peligro su carrera.
Laszi Kubala, en cama afectado de tuberculosis en 1952. | CIHEFE

No es nada extraño que cuando un futbolista se convierte en leyenda surjan en torno suyo, valga la redundancia, las más fantasiosas leyendas. Y de ello dio buena prueba Ladislao Kubala, con toda seguridad el personaje más popular de la Barcelona de los años 50 del pasado siglo —sobre todo en la primera mitad de la década—, tanto que un destacado periodista catalán de la época, Manuel Ibáñez Escofet, le dedicó un librito titulado Kubala, un barceloní de Budapest.

De Kubala se dijeron, por consiguiente, muchas cosas entonces, e incluso circuló por la Ciudad Condal cierta teoría que achacaba su forzosa baja durante buena parte de la temporada futbolística 1952-53 no precisamente a los efectos de una grave enfermedad que hacía estragos en nuestra posguerra, sino a un hecho más propio de la crónica de sucesos, y que habría sido cuidadosamente ocultado a la opinión pública, en un contexto en que se le hurtaban por orden superior no pocas informaciones.

Y estamos hablando de la Barcelona de la Huelga de Tranvías de 1951 y el Congreso Eucarístico de 1952, jocosamente bautizado como ‘la Olimpiada de la Hostia’ por la siempre fértil imaginación popular. Pero no es éste el lugar para dar pábulo a teorías más o menos descabelladas, de modo que nos limitaremos a contar la historia oficial, ya de por sí bastante llamativa y traumática para la eternamente sobresaltada afición culé.

Cambiando la historia del Barça

Kubala había suscrito contrato con el Barça a mediados de 1950, pero no pudo debutar oficialmente hasta casi un año más tarde, debido a que su condición de exiliado político, huyendo temerariamente de la Hungría comunista, le había supuesto una dura sanción por parte de la Federación magiar. Cuando por fin se estrenó, el 29 de abril de 1951, en un partido de la Copa del Generalísimo celebrado en el terreno sevillista de Nervión, ya lo hizo como jugador español a todos los efectos, pues el régimen franquista le había nacionalizado por la vía rápida —en su condición de fugitivo del Terror Rojo suponía una excelente baza propagandística—, cosa que no se hizo algunos años más tarde con Alfredo Di Stéfano, al que no se le permitiría disputar dicho torneo —vedado a los foráneos— hasta la edición de 1957, el mismo año en que la Saeta Rubia vistió por fin los colores de nuestra selección nacional.

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Desde que aquel atleta portentoso, rubio como la cerveza, se enfundó la camiseta azul y grana, tanto su club como el fútbol español vivieron una auténtica revolución. Kubala galvanizó a un equipo que no pasaba por su mejor momento. Poseedor de una técnica prodigiosa, con un dominio y un toque de balón extraordinarios, hacía jugar a sus compañeros al son que marcaba su batuta, y conseguía goles con una facilidad pasmosa —siete al Sporting, cinco al Celta…—, ejecutando los golpes francos con diabólico efecto, una absoluta novedad en nuestros terrenos de juego, y resultando infalible desde el punto de penalti.

Era tal el interés que suscitaba su presencia, tantas las ganas de admirar su maravilloso juego en directo, que va a dejar pequeño el campo de Les Corts. Su primera temporada completa, la 51-52, fue sin duda la mejor de la historia barcelonista hasta la fecha, conquistando Liga, Copa del Generalísimo y Copa Latina, amén de otros trofeos menores, las famosas ‘Cinco Copas’.

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Peligro: tisis

Declinaba septiembre de 1952, en los albores de la campaña 52-53, y Kubala había resultado tocado en un partido. Al pasar consulta con el médico, le comenta que su maltrecha rodilla evolucionaba bien, pero que tenía una tos que "no me deja vivir". Se le hicieron las correspondientes radiografías y éstas revelaron una lesión pulmonar, un serio proceso tuberculoso —"infiltración en el lóbulo superior del pulmón derecho"—, palabras mayores en nuestra posguerra, una enfermedad devastadora y a menudo incluso mortal, en complicidad con las difíciles condiciones de vida existentes en una época tan dura. Se llegó a barajar la posibilidad de enviarlo a Suecia para ser operado, e incluso se pensó que podría verse obligado a dejar el fútbol, por no decir algo peor… pero no todos los galenos opinaban lo mismo, afortunadamente. El doctor Recasens, en concreto, era optimista, y estaba seguro de que si Laszi seguía un adecuado período de convalecencia, su robusta constitución haría el resto, y en cuestión de tres o cuatro meses sería de nuevo capaz de volver a brillar sobre el césped.

Por consiguiente va a recetarle aire puro, tranquilidad, descanso y buenos alimentos, en un entorno natural y saludable. Así que Kubala va a trasladarse a un pueblecito de la sierra del Montseny, Monistrol de Calders, no lejos de Manresa, y que contaba entonces con una población de poco más de 600 habitantes. Llegó allí el 27 de octubre de 1952, alojándose en un establecimiento que aún perdura en la actualidad, la Fonda Rubell. Y, en efecto, se produjo el milagro. A los 20 días la lesión ya había remitido considerablemente, y el jugador recuperaba peso a marchas forzadas. Claudio Pellejero, el utillero del Barça, le sube unas botas, y para diciembre ya se entrena y juega partidillos. Su pulmón va curándose incluso antes de lo esperado, pues la nuevas radiografías muestran que el temible Bacilo de Koch ya ha abandonado su fornida anatomía.

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El ídolo reaparece

Con el nuevo año ya está de regreso en Barcelona, totalmente repuesto. Se ha perdido 18 jornadas de Liga y retorna con el conjunto blaugrana situado en tercera posición de un campeonato sorprendentemente liderado por su eterno rival ciudadano, el Español. Va a reaparecer el 22 de febrero de 1953 en los viejos Campos de Sport de El Sardinero, frente al entonces oficialmente denominado Real Santander, con empate 3-3, y al domingo siguiente colabora activamente en el festival goleador sobre el Zaragoza en Les Corts (8-0), con tres dianas de Moreno, dos de Manchón, y las restantes a cargo de Basora, César y el propio Kubala al transformar un penalti, toda la mítica delantera evocada por Joan Manuel Serrat en la canción Temps era temps. Un diario barcelonés describió a la perfección, aunque un tanto exageradamente, los estados de ánimo de los aficionados con respecto a la salud de su gran ídolo: "Cuando se detectó su enfermedad, hubo una angustia general, sólo comparable a la que provocó la subida del precio del pan. Cuando se curó, parecía que a todo el mundo le habían subido el sueldo".

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El Barça, finalmente, volverá a conquistar la Liga, así como también la Copa del Generalísimo por tercera vez consecutiva. El cuadro catalán había ganado todos los torneos en los que había participado desde el debut de Kubala, un par de años atrás, y además había puesto los ojos en cierto delantero argentino de rubia pero ya rala cabellera. A la altura de mediados del año 1953 parecía tan invencible como la selección de la Hungría natal de su gran estrella por aquellos mismos días…

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