
El FC Barcelona trató de evitar que el caso Negreira viera la luz en febrero de 2023. Según han revelado nuevos audios, la directiva culé solicitó a los periodistas que investigaban los pagos a José María Enríquez Negreira —exvicepresidente del Comité Técnico de Árbitros (CTA)— que retrasaran la publicación de la información. El club llegó a calificar su situación con una frase tan dramática como reveladora: "Somos un condenado a muerte que pide un último deseo".
Lejos de una reacción de transparencia, el Barça optó por la vía del victimismo y la presión, consciente de la bomba reputacional que estaba a punto de estallar. La petición no fue un malentendido: el mensaje fue claro y directo, acompañado de la advertencia de que la investigación periodística "se iba a cargar el sistema".
Una llamada desesperada
Sique Rodríguez, periodista de la Cadena SER que fue uno de los que destaparon el caso, ha desvelado cómo el club azulgrana intentó frenar la publicación de la investigación, aunque fuera solo por unas semanas. La directiva presidida por Joan Laporta pedía tiempo para preparar su defensa y "articular un relato" antes de que el escándalo saltara a la opinión pública.
🚨🚨🚨BARÇA & NEGREIRA: "SOMOS UN CODENADO A MUERTE QUE OS PIDE UN ÚLTIMO DESEO"
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— Kollins (@PepeKollins) October 1, 2025
Esa maniobra demuestra que el Barça era perfectamente consciente de la gravedad de lo que estaba a punto de conocerse. Lejos de la imagen de sorpresa y desconcierto que trató de proyectar después, en realidad ya sabía que la publicación supondría un golpe directo al mentón de su credibilidad.
El símil empleado por los dirigentes blaugranas —"un condenado a muerte"— refleja mejor que cualquier otra expresión la percepción que tenían de sí mismos: no un club que afronta con responsabilidad un asunto delicado, sino una institución atrapada, acorralada y sin escapatoria.
"Se iba a cargar el sistema"
Uno de los fragmentos más inquietantes de los audios es la supuesta advertencia que recibió el periodista: con la publicación del caso, "se iba a cargar el sistema". Una frase que abre más interrogantes de los que cierra. ¿Qué sistema? ¿El arbitral? ¿El futbolístico en su conjunto? ¿O el entramado de favores e influencias que durante 18 años (2001-2'018) ha salpicado al fútbol español? La declaración es, en sí misma, demoledora, pues deja entrever que lo revelado no era solo un problema del Barça, sino del propio estamento arbitral y futbolístico, en lo que es sin lugar a dudas el escándalo más grave de la historia del deporte español.
Actas desaparecidas
La sombra de la sospecha se agranda con otra revelación: en los registros de la Guardia Civil en la sede del Comité Técnico de Árbitros (CTA), se localizaron actas firmadas por Negreira relativas a ascensos de colegiados de Segunda B a Segunda División. Sin embargo, las correspondientes al salto más delicado —de Segunda a Primera— habrían desaparecido.
La ausencia de esos documentos clave añade un componente de opacidad que alimenta las sospechas de manipulación o destrucción de pruebas. Si el sistema era tan transparente, ¿cómo explicar semejante vacío documental justo en el ámbito más sensible, el que determina qué árbitros llegan a la élite?
Una tregua de dos semanas
Aunque la investigación periodística finalmente se publicó el 15 de febrero de 2023, el Barça logró ganar un pequeño margen de tiempo. Ese par de semanas, aparentemente insignificante, permitió al club preparar una respuesta institucional, diseñar una estrategia de comunicación y tejer apoyos en los medios más afines.
La maniobra puede parecer menor, pero evidencia la voluntad del club de condicionar el relato. No se trataba de esclarecer los hechos, sino de modular su impacto. Una reacción más propia de una corporación en crisis que de una institución que presume de valores y transparencia.
Relato victimista
Desde el primer momento, el Barça intentó vestir el caso de una narrativa victimista: la frase del "condenado a muerte" encaja con la estrategia de presentarse como un club perseguido, acosado y condenado por factores externos. Sin embargo, los hechos hablan por sí solos: pagos millonarios (un total de 8,4 millones de euros) a un altísima cargo arbitral durante años, la desaparición de documentos relevantes y la petición a la prensa de retrasar una investigación legítima.
En lugar de aclarar los motivos de esos pagos y depurar responsabilidades, el club ha optado por embarrar el terreno, acusar a terceros y proyectar la idea de que todo es un complot contra su prestigio.
Golpe a la credibilidad del fútbol español
La revelación de estos audios no solo golpea al Barça. Supone un mazazo para la credibilidad del fútbol español en su conjunto. Si un club de la magnitud del Barcelona trató de manipular los tiempos de la prensa y alertaba de que el caso podía "cargarse el sistema", la pregunta es inevitable: ¿qué se pretendía ocultar realmente?
El escándalo Negreira ya había puesto bajo sospecha a la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), al CTA y al propio modelo de supervisión arbitral. Ahora, con estas nuevas informaciones, se confirma que la gestión del caso no fue limpia desde el principio, sino más bien una operación de control de daños en la que el Barça buscó desesperadamente ganar tiempo para tratar de evitar algo que, al fin al cabo, se terminaría haciendo inevitable.

