El 21 de junio de 1938 se produjo una de las mayores injusticias en la historia del atletismo. Abraham Tokazier se había impuesto en la prueba de los 100 metros. No había dudas. Ni para los presentes en el estadio, ni para los que vieron la instantánea al día siguiente en la prensa.
Sin embargo, cuando se dieron a conocer los resultados oficiales, Tokazier no había ganado. No había quedado ni entre los tres primeros. Se anunció que había sido cuarto, para la incomprensión de todos. ¿El motivo? Abraham Tokazier era judío. Y no se le quería ver ni siquiera sobre el podio.
Era Abraham Tokazier (Helsinki, 28 de septiembre de 1909) un deportista de gran prestigio en Finlandia, país que por aquel entonces era una de las grandes potencias en el mundo del atletismo. Sin embargo, sus inicios se habían producido en el fútbol, con el Maccabi Helsinki. Ahí descubre sus grandes dotes para el atletismo. Para cualquier disciplina. De hecho, la primera en la que prueba fortuna es en el lanzamiento de peso.
Pero entonces alguien le dice que su fuerte es la velocidad, y no se lo piensa. Comienza a competir en el 100 y el 200. Y no se le da nada mal. Tanto, que frente a él se presenta un objetivo complicado, pero no imposible: ser el más rápido del planeta.
Con ese objetivo llega el 21 de junio de 1938 a los campeonatos nacionales de Finlandia, a disputarse en el nuevo estadio de Helsinki, el Olympiastadion. Es la inauguración de un majestuoso complejo que deberá albergar los Juegos Olímpcios de 1940 -ya saben, no llegarían a disputarse-.
En aquel entonces, Finlandia no es un país contagiado por las leyes raciales que ya se habían aprobado en otros países. Más bien, se presenta como un país tolerante. Pero que, después de haber sido liberado del yugo soviético, mira de contentar constantemente al Tercer Reich. Así que sí que existe una sutil campaña antisemita.
Y Abraham Tokazier es judío. No lo esconde. Tampoco tiene por qué, piensa. Acude frecuentemente a la sinagoga de la capital. Compite con el Maccabi Urheilu Seura (Sociedad Deportiva Maccabi), uno de los clubes con matriz hebrea más antiguos de toda Europa.
Nadie le ha puesto ningún impedimento para participar en el campeonato nacional. De hecho, ya había representado a Finlandia en alguna competición internacional. El objetivo: ganar. Ser el más rápido en la prueba de los 100 metros. Sabe Tokazier que el atletismo no miente: si eres el más fuerte, ganas.
Y en la carrera, Tokazier se muestra el más fuerte. El más rápido. En un final igualado, él es el primero que cruza la meta. Es quien rompe la cuerda que todavía entonces se utilizaba. Por la megafonía suena su nombre como vencedor. Objetivo realizado. Sueño cumplido.
Pasan unos segundos, y se anuncia la clasificación oficial. Aarre Savoilanen... Toivo Hakkinen... Toivo Avellan... Para sorpresa de todos los presentes, el nombre de Abraham Tokazier no aparece hasta la cuarta posición. No se lo puede creer.
Quizá, la respuesta deba buscarla en el palco. Junto a las autoridades finlandesas se encuentran presentes varios representantes del Reich. Que después de la humillación sufrida en los Juegos Olímpicos de Berlín del 36, no puede permitirse más sustos. Es un guiño de los locales hacia sus nuevos amigos. No van a permitir, bajo ningún concepto, que un judío gane la carrera. Sea campeón nacional.

Por eso, la reclamación presentada por el presidente del Maccabi a la Federación es rechazada. Da igual que exista una fotografía en que se ve cómo Tokazier es quien corta la cinta. Da igual que al día siguiente algún periódico publique esa imagen, bajo un titular contundente "El vencedor llega cuarto". No se va a permitir que un judío suba al podio.
Una decisión, un desprecio, que termina por desencantar a Abraham Tokazier. Hundido, abandona el atletismo. Si no le van a dejar ganar, ¿qué sentido tiene continuar? Y así, su historia, su figura y su gran triunfo caen en el olvido...
Hasta que, en 2013, 75 años después del funesto día, el escritor Kjell Westo vuelve a poner el foco sobre su hazaña. Recuerda la historia, fotografía incluida. Y la Federación Finlandesa restituye la medalla de oro para Abraham Tokazier.
Lástima que él nunca pudiera saberlo. Había fallecido el 7 de abril de 1976 en Estocolmo. Con el pensamiento, durante toda su vida, de que nunca le dejaron ganar. Nunca le dejaron ser él. Ser el más rápido de su país, cuando lo había sido de manera evidente. Todo, por ser judío.


