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Las mujeres a la conquista del mundo del motor

Que cada vez somos más féminas las interesadas en el mundo del motor, la gasolina y las carreras es un hecho. Pero no podemos negar que las modalidades deportivas que tienen que ver con las revoluciones siguen siendo cosa de hombres, sólo hay que echar un vistazo a las parrillas. La historia y los esteriotipos no nos han ayudado mucho y el machismo que todavía se respira en muchos garajes de la Fórmula1, el mundial de Motociclismo o el de Turismos no es menos evidente.

Este no es un artículo reivindicativo, no pretendo demostrar a nadie que las mujeres también sabemos de motor, o que también somos capaces de pilotar cualquier máquina motorizada porque me parece innecesario. Ingenieros e ingenieras, en su sentido más peyorativo, hay en todas partes independientemente de lo que tengan entre las piernas. Sí que es cierto que el camino que nosotras llevamos recorrido es más corto, pero sólo hay que andar y hacer camino, que diría el poeta.

Con estas líneas sólo quiero poner en valor a aquellas mujeres que al igual que en otros gremios tan masculinos como por ejemplo el mundo de los toros, se atreven y se lanzan como uno más sin escuchar el qué dirán y sin temor a las críticas. Porque cuando uno se pone el casco, se enfunda los guantes, se viste con el mono, se calza con las botas y se sube a la moto o al coche, se funde en uno con su máquina. Uno sólo en soledad con el asfalto y en lucha con el resto de pilotos.

Esto, que tan sencillo parece y tanta valentía requiere, a unos y a otros, es lo que hará este fin de semana Elena Rosell en el Gran Premio de motociclismo de Holanda. Esta piloto valenciana se convertirá en la catedral de Assen en la primera española en participar en el Mundial. Lo hará a sus 25 años y con otro logro a sus espaldas, el de ser la primera mujer en ganar un Gran Premio del Campeonato de España de Velocidad. Por calidad, por publicidad, por lo que sea, quizás las razones sean lo menos importante, el equipo Team Aspar de Moto2 que dirige Jorge Martínez Aspar ha elegido a la valenciana para sustituir al todavía lesionado Julián Simón, operado recientemente de una rotura en su tibia y peroné de la pierna derecha.

Rossell, que actualmente corre en la categoría Stock Extreme, se suma así a la lista de mujeres que han participado, con más o menos éxito, en el Mundial. Las últimas que pudieron probar suerte fueron la húngara Nikoletta Kovacs, la checa Marketa Jankova, y la alemana Katja Poensgen, quien obtuvo, en la categoría de 250cc, una meritoria 14º posición en el Gran Premio de Italia de 2001.

Pero las mujeres también hemos descorchado botellas de champán en el podio del Mundial, aunque para verlo tengamos que remontarnos a la década de los cuarenta. Por aquel entonces las mujeres ya habían descubierto la magia, la aventura y la poesía que esconden las motos y su filosofía de vida. Y sí, una mujer ha ganado un Gran Premio.

Lo hizo la alemana Ingeborg Stoll-Laforge, copiloto en sides del francés Jacques Drion, en la prestigiosa Tourist Trophy de la Isla de Man, la prueba de velocidad más antigua de Europa. Posteriormente consiguió varios segundos y terceros puestos en la década de los cincuenta. Ninguna otra mujer ha conseguido superarla dentro del Mundial "de los hombres".

Dos nombres más, el de la estadounidense Gina Bovarid, quien revolucionó el mundo de las motos en los años ochenta luchando en la categoría reina junto a pilotos de la talla de Barry Sheene, Randy Mamola o Kenny Roberts. Más tarde y antes de que llegaran los noventa, y con un poco más de fortuna que la americana, una joven finlandesa, de tan sólo 18 años, Taru Rinne debutaba en el Mundial. Su mejor resultado lo conseguiría en 1989 cuando cruzó la línea de meta a sólo diez segundos del piloto español Alex Crivillé. Su carrera fue corta, como la de otros muchos pilotos; las caídas y las lesiones la apartaron de los circuitos.

La presencia de Elena Rosell el próximo fin de semana en Holanda es una buena noticia, porque las mujeres no sólo valemos para pasearnos por el paddock ligeras de ropas con el único fin de adornar el pit y sujetar sombrillas. Y esto sí es una reivindicación. Nada es específicamente para alguien. La velocidad y el riesgo de correr por encima de los 300 kilómetros hora no es una cuestión de género, es una elección. Cada uno elige cómo quiere vivir, qué riesgos quiere tomar y a qué velocidad quiere hacerlo.

Si nadie pone en duda que un chaval de dieciséis años participe en el Mundial, o que niños de cuatro y cinco años empiecen a competir en motos o en karting, ¿por qué para una mujer va a ser menos apropiado o más peligroso? Es sin duda una cuestión de prejuicios. Espero ese día en que se juzgue la labor de las mujeres en el mundo del motor por su actuación en la pista y no por su género, no creo en la discriminación positiva pero sí soy una ferviente seguidora de la igualdad de trato.

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