
Kevin Durant ha vuelto a cruzar una frontera que solo pisan los jugadores que permanecen en la memoria del baloncesto. En Houston, frente a los Phoenix Suns, el alero alcanzó los 31.000 puntos en la NBA y se convirtió en el octavo jugador en lograrlo. Pero este récord no ha sido fruto de la casualidad sino que lo hizo con una acción que lleva años convirtiendo en rutina: un tiro en suspensión de media distancia, ejecutado a mitad del primer cuarto, tras unos primeros puntos conseguidos desde la línea de personal. Una secuencia tan reconocible en su repertorio como decisiva para su trayectoria.
El partido ante los Suns ofrecía sus propios matices. Durant solo necesitaba cuatro puntos para alcanzar la marca y los consiguió en su encuentro número 1.141, igualando a LeBron James como los jugadores que menos partidos han necesitado para llegar a esa cifra, únicamente por detrás de Michael Jordan y Wilt Chamberlain. Esa comparación directa con los nombres más grandes de la liga aporta una dimensión distinta al hito: no es solo una cuestión de volumen, sino de consistencia, talento sostenido y resistencia en una competición que exige más que nunca.
Los 31.000 puntos sitúan a Durant en un espacio reservado. Antes que él, solo Kareem Abdul-Jabbar, Karl Malone, Kobe Bryant, LeBron James, Michael Jordan, Dirk Nowitzki y Wilt Chamberlain habían superado ese umbral. Ahora la mirada se dirige inevitablemente hacia lo que viene. Chamberlain será el siguiente en la lista, seguido de cerca por Nowitzki. Para un jugador que acaba de cumplir 37 años, esa proyección no es menor sino que significa mantenerse en la élite ofensiva y conservar la capacidad de impacto que definió su carrera desde que fue elegido con el número dos del draft en 2007.
KD reaching 31,000 career points in classic KD fashion...
With the textbook mid-range fade 😮💨 https://t.co/1TR49b0NHw pic.twitter.com/BdZpUSPfJH
— NBA (@NBA) December 6, 2025
Houston como nuevo escenario para su longevidad
La llegada a Houston también añade contexto. Tras un verano movido, Durant inició su primera temporada con los Rockets después del traspaso desde Phoenix. El equipo ha apostado por su experiencia para sostener un proyecto ambicioso, y la apuesta está funcionando. La victoria ante los Suns, que cerraron con un 117-98, dejó a los Rockets con un balance de 15-5 y en la segunda posición del Oeste. El propio Durant fue una de las claves: 28 puntos, 4 rebotes, 8 asistencias y una exhibición de eficiencia con 11 de 17 en tiros de campo, incluido un perfecto 2 de 2 en triples y 4 de 4 en tiros libres.
De hecho, ese rendimiento mantiene su promedio de más de 25 puntos por partido, una cifra de la que no baja desde su temporada como novato. La longevidad ofensiva de Durant es uno de los rasgos que lo han acompañado en cada cambio de etapa: desde su irrupción en Seattle hasta su paso por Oklahoma City, el experimento colectivo de los Warriors, la irregularidad en Brooklyn y, ahora, la apuesta de Houston. La constancia en la anotación aparece como el hilo invisible que ordena una carrera marcada por decisiones arriesgadas y contextos cambiantes.
Un camino que todavía lo proyecta hacia más nombres históricos
Uno de los elementos que rodean este momento es la relación de Durant con sus antiguos equipos. El duelo contra los Suns se jugó en Houston porque él no estuvo presente en Arizona en el choque anterior, una ausencia que muchos vinculaban a la previsión de un ambiente de abucheos. Esta vez respondió con números y con un gesto que describe cierta madurez competitiva: centrarse en el juego para seguir acumulando hitos, incluso cuando las narrativas exteriores presionan.
El avance hacia las posiciones más altas del ranking histórico también plantea preguntas sobre cómo se reescribe la historia reciente de la NBA. Durant podría superar a Chamberlain y a Nowitzki esta misma temporada si las lesiones lo respetan. Más adelante, podría apuntar a Jordan y Bryant. Pero este relato de nombres no se trata de comparar estilos ni jerarquías, sino de entender la relevancia de sostener un impacto ofensivo durante casi dos décadas, en una liga en la que las exigencias físicas y la carga de partidos han aumentado de forma evidente.
Pero no es el único sino que su generación está dejando huella en esa dimensión. Muchos de sus contemporáneos siguen en activo con un nivel notable, y varios aparecen en listas que, hace años, parecían intocables. Su permanencia prolongada está redefiniendo los límites estadísticos de la competición y ampliando la conversación sobre cómo se valora la longevidad en la NBA moderna.

