Nosotros, los firmantes, estamos seriamente preocupados sobre los recientes sentimientos proteccionistas que vienen del Congreso, especialmente por lo que se refiere a China.
A finales de este año, China se habrá convertido en el segundo socio comercial de los Estados Unidos. En los últimos seis años, el comercio total entre ambos países se ha disparado, yendo desde los 116.000 millones de dólares en 2000 hasta casi 343.000 millones en 2006. Es un crecimiento medio de casi el 20 por ciento al año.
Este maravilloso crecimiento ha dado lugar a bienes más baratos, una mayor productividad, un fuerte crecimiento del empleo y un mayor nivel de vida para ambos países. Estos beneficios económicos han sido posibles en gran parte porque tanto Estados Unidos como China han apostado por el libre comercio.
Como economistas, comprendemos el papel vital y beneficioso que juega el libre comercio en la economía mundial. Por el contrario, creemos que las barreras al libre comercio destruyen la riqueza y no benefician a nadie a largo plazo. Basándonos en estos principios económicos fundamentales, firmamos esta carta para recomendar al Congreso que no imponga medidas contra el comercio con China.
No hay fundamento económico que favorezca las aduanas punitivas. China ofrece a los consumidores estadounidenses bienes baratos e intereses a bajo tipo de interés. Las tasas aduaneras de represalia contra China son lo mismo que imponernos a nosotros un castigo. Es peor, pues un movimiento tal seguramente animará a China a imponer sus propias aduanas, lo que incrementa las posibilidades de una fútil y perniciosa guerra comercial. Los consumidores y empresarios estadounidenses pagarán el precio de esta guerra sin sentido por medio de precios más altos, peores empleos y un crecimiento económico más reducido.
Urgimos al Congreso a que deseche los planes de un mayor proteccionismo y urgimos a los legisladores, en su lugar, a que trabajen para favorecer un mayor crecimiento económico por medio del libre cambio.