El cerco israelí de la basílica de Belén y el rechazo de Sharon a que Aznar se entreviste con Arafat es la noticia más destacada este jueves. Las portadas también ponen de relieve la reducción de impuestos que a instancias del Gobierno propone la llamada “Comisión de Expertos”, el apoyo de Batasuna al PNV para convocar el referéndum de autodeterminación, la detención del ex ministro argentino Domingo Caballo por tráfico de armas o la decisión del Gobierno de EE UU de convertir en “enfermedad social” la obesidad e incluir en sus impuestos deducciones por dietas.
Los editoriales de El Mundo y El País vuelven a cebarse en la crítica exclusiva contra Israel por la ocupación de los territorios palestinos en búsqueda y captura de los terroristas que masacran a su población civil. Hay criticas acertadas a la intervención israelí, pero no se dirige ninguna ni a Arafat ni a la complicidad de la Autoridad Palestina con el terrorismo que ha desatado la furia -en muchos casos incontroloda, pero comprensible- de las autoridades israelíes. Ciertamente se debe reclamar que la respuesta de Israel no sea desmesurada ni cause abusos injustificables, pero la prensa simplemente niega el derecho de Israel a tomar represalias y a defenderse. Si los dirigentes europeos y los editoriales citados no supeditan las concesiones israelíes al cese previo de los ataques terroristas, ¿no se está legitimando y otorgando rentabilidad política al terrorismo?. ¿Cómo creer que muchos palestinos no proseguirán en su deseo de echar a los judíos al mar si contemplan que a sus crímenes se les responde con concesiones políticas?. ¿No se había llegado a un acuerdo internacional que tenía como eje “paz por territorios”?. Pues eso exige no sólo el fin del terrorismo palestino sino que este sea previo a la devolución israelí de territorios. Israel ha dado innumerables muestras de que está a favor de la coexistencia junto a un Estado palestino. Lo que no está dispuesto es a dejar que ese Estado se erija sobre la sangre de los judíos. Mucho más cuando ya es evidente que la incapacidad de Arafat para frenar el terrorismo es, más bien y como en sus viejos tiempos, complicidad con él.
El País llega incluso a decir que “desde que Sharon desafió a los palestinos y al Gobierno de Barak al pisar la Explanada de las Mezquitas en Jerusalén puso en marcha un plan sistemático para destruir el moribundo proceso de paz”. Menos mal que se reconoce que el proceso de paz estaba ya por entonces “moribundo”, porque lo cierto es que quienes sistemáticamente se opusieron al mismo y literalmente lo habían hecho saltar por los aires habían sido los palestinos, tanto con sus negativas en las mesas de negociación como con sus bombas en las calles de Israel: Arafat no sólo rechazó la generosísima oferta de Barak en julio del 2000. Es que, como luego ya se ha sabido, había puesto en funcionamiento la criminal intifada antes incluso de que las conversaciones formalmente fracasasen.
Exigir a los judíos -como hacen la mayoría de los diarios- que haga concesiones como única respuesta al terrorismo no sólo es una forma de dar alas y legitimar la violencia que padecen sino que llevaría aparejado la destrucción de Israel. Parece que la única forma que los israelíes tienen para ganarse la simpatía de algunos es padecer un nuevo holocausto. Pero está visto que esta vez los judíos tienen fuerza para optar decididamente por la supervivencia antes que por la popularidad.

Cerco mediático contra Israel
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