La llegada a España del presidente de Irán y la decisión de Putin de dar poderes especiales al Ejército contra el terrorismo son las dos noticias más destacadas de la prensa de este martes. La portada de El Mundo da prioridad, sin embargo, a las críticas de González y Zapatero contra el PP asegurando que el ex presidente de Gobierno “lidera una dura ofensiva del PSOE vinculando al PP con el franquismo”. El principal titular de La Vanguardia destaca los trece médicos detenidos por recetar un fármaco ilegal.
La victoria de Lula en las elecciones brasileñas, quien según la portada de El País ha anunciado “un pacto nacional contra la pobreza, la inflación y la corrupción”, es objeto de comentario editorial en todos los diarios. También es destacado y comentado en varios periódicos el borrador de la futura Constitución europea y la posibilidad de que los ciudadanos de la UE obtengan la “nacionalidad europea”.
Otras noticias relevantes son las que destacan El Mundo y El País como son, respectivamente, la decisión de Chaves de desafiar la doctrina del Tribunal Constitucional y subir por su cuenta un 3,8 por ciento el sueldo de los funcionarios y que los españoles sufrieron entre enero y junio un robo en viviendas cada seis minutos.
Aunque todos los diarios llevan en portada la llegada de Jatamí a España, sólo La Razón vuelve a dedicar un editorial a esta polémica visita. Su titular de portada, “el iraní Jatamí humillará hoy a las mujeres españolas al negarse a darles la mano”, se desbarata en gran medida por el montaje fotográfico a toda página que le acompaña: Una foto del “presidente” de Irán junto a dos modelos del polémico desfile del modisto David Delfín que llevaban el pecho descubierto, una soga al cuello y una capucha cubriéndoles la cabeza. Ciertamente, es lamentable que se utilice esa frívola banalización de las violaciones de los derechos humanos que sufren las mujeres en esas teocracias islamistas para denunciar la evidente humillación que para las españoles ha impuesto ese fanático dirigente.
Mas devaluada queda la denuncia de La Razón al leer el editorial que dedica al asunto. Comienza bien, al criticar que “desde algunos sectores del Gobierno español se ha intentado quitar hierro a las peculiaridades protocolarias de esta visita oficial. Nada tendríamos que decir —continúa acertadamente el editorial—si no fuera porque la diferencia de trato de la que fue objeto nuestra ministra, y que se repetirá con todas las españolas que tengan que saludar al representante iraní, se basa en una ley que considera a la mujer como un ser inferior al hombre, despreciable y a la que no se debe tocar en público. Cuando la costumbre viene dada por unos principios infamantes hay que decirlo sin recurrir al cómodo expediente de la peculiaridad cultural”.
El editorial, a continuación, se devalúa en gran medida al asegurar que “no es cuestión de ofender a nuestro ilustre huésped, un reformista convencido, elegido por las urnas, a quienes los integristas que dominan en su país mantienen bajo acoso permanente. Jatamí merece todo nuestro respeto y los mejores deseos de éxito en su difícil tarea. Pero no deberemos callar ante lo que supone, aunque sea en un simple gesto, una clamorosa muestra de discriminación por razón de sexo”.
La ley discriminadora a la que hace referencia La Razón tiene su base en el Corán, el cual textualmente, a pesar de que el presidente de ese diario en más de una ocasión lo haya presentado como compendio de amor y fraternidad, discrimina y denigra a la mujer respecto al hombre. Jatamí —dejémonos de mitos de supuesta moderación que luego tan caro se pagan— ni es “ilustre”, ni merece “todo nuestro respeto” ni es un dirigente democrático, como La Razón da a entender al decir que “ha sido elegido de las urnas”. Jatamí es un abyecto dirigente de un déspota y liberticida régimen que encarcela a toda persona que ose cuestionar el Corán y que mantiene excluida de derechos elementales a más de la mitad de su población por el hecho de ser mujer. Que corta las manos a los ladrones, que dilapida a las adúlteras y que mantiene a su población en la miseria y en la ignorancia. El Gobierno español, en lugar de penalizar la sistemática violación de derechos humanos de la que Jatamí es representante, ha consentido y tolerado que nuestro protocolo y —lo que es más importante— nuestra Constitución queden ninguneadas a voluntad de ese fanático y liberticida dirigente.
González, entre el rencor y la cara dura
El Mundo dedica un merecidísimo editorial a criticar los exabruptos y descalificaciones que Felipe González ha lanzado contra los dirigentes del PP con ocasión de la conmemoración del veinte aniversario de la legada al Gobierno de los socialistas. Acretadamente su editorial asegura que “preso de sus incurables obsesiones, Felipe González sigue golpeando sin descanso en el yunque del rencor”. Este diario considera que con sus reiteradas identificaciones del PP con el franquismo, González intenta “crear una cortina de humo para tapar la corrupción y el crimen de Estado durante su etapa”. Además de señalar que Zapatero se prestó a hacer “el papel de comparsa en Tele 5 y la Ser” de un González que aseguraba que en el PP “nunca condenarán la dictadura de Franco”, este diario también destaca la afirmación del actual portavoz socialista José Blanco que aseguró que los mítines del PP están llenos de “fascistas” o las proclamas de Barrionuevo que califican de “gloriosa” la etapa socialista.
El Mundo considera que “estas tonterías y falsificaciones de la historia podrían ser comprensibles en boca de la vieja guardia del PSOE, pero no en Zapatero y Blanco. Ambos deberían haberse distanciado de este discurso y haber asumido un mínimo de autocrítica respecto al pasado. Lo sucedido en este aniversario —concluye con acierto El Mundo—no ha tenido nada que ver con la regeneración que promete la nueva dirección del PSOE, cuya credibilidad sale tocada tras un acto en el que 30.000 pretendidos demócratas aclamaron a un secuestrador”.
Ciertamente los socialistas no solo falsean la historia al analizar la etapa de Gobiernos socialistas sino que su parcial desmemoria abarca incluso lo que ha sido todo el siglo XX. El PP no sólo es un partido democrático, sino que es de los pocos cuya historia es intachablemente democrática desde los tiempos de su fundación. No así el PSOE ni el Partido Comunista. La izquierda española, a diferencia de los dirigentes de la derecha, no quisieron fundar un partido con nuevas siglas en tiempos de la transición. Quisieron conservar y hacerse herederos de las siglas de unos partidos que abiertamente defendieron “la dictadura del proletariado” por la que se alzaron contra la “república burguesa” en el 34, por la que combatieron en la guerra civil y por la que combatieron la dictadura de Franco.
Si hay dirigentes que procedían del régimen franquista en la UCD o en AP, también los hubo y los hay en las filas socialistas. En el primer caso, como pueden ser Suárez o Fraga, son los reformadores que trajeron la democracia y la Constitución. La oposición a Franco —que mucha de ella no tenía nada de democrática vista su devoción por la dictaduras al otro lado del muro de Berlín— no acabaron con la dictadura, fueron los franquistas quienes se hicieron el harakiri.
Ciertamente el bando nacional luchaba en la guerra civil por una dictadura, pero también el otro bando luchaba por un régimen no menos totalitario y empobrecedor —todo lo contrario— que en aquella época simbolizaba Stalin. Si Franco se alzó en armas contra la “legalidad republicana” también lo hizo la izquierda y buena parte del nacionalismo vasco y catalán en el 34.
Condenar un alzamiento y no el otro, condenar unas ejecuciones y no otras, condenar los objetivos liberticidas de unos y no el de los otros es una nueva muestra de verdadera falta de convicción democrática, de desvergüenza y sectarismo de la que la izquierda, ya en el siglo XXI, continúa haciendo gala. No es de extrañar que, con estas credenciales y sectarismo hayan conmemorado como lo han hecho, los veinte años de su llegada al Gobierno...
Lula o las injustificadas esperanzas de cambio
Casi todos los editoriales dedicados a Brasil coinciden en mostrar una no muy justificada esperanza de cambio con la llegada al poder de Luis Ignacio Lula da Silva. Los editoriales de El Mundo y La Vanguardia dicen incluso que se trata de la primera vez que la izquierda llega al poder en Brasil, lo cual es falso, empezando sin ir más lejos por que el presidente saliente es el socialdemócrata Fernando Enrique Cardoso.
El Mundo dice que “los que aun temen el desembarco de la izquierda real insisten en que Lula podría optar por la deriva populista que implicaría una radicalización económica peligrosa para los intereses internacionales. La mayor parte de los observadores occidentales prefieren ver en su victoria un camino razonable hacia una vía socialdemócrata que conllevaría políticas avanzadas en materia de sanidad, educación y desarrollo agrícola y urbano”.
Todos los diarios destacan esta doble opción por la que podría circular el futuro Gobierno de Lula. La cuestión, sin embargo, es que ninguna de las dos opciones alienta una esperanza de cambio —entendido evidentemente a mejor— para Brasil: Si efectivamente Lula opta por abandonar la ortodoxia marxista que ha marcado hasta hace poco su trayectoria y circula “por un camino razonable hacia una vía socialdemócrata”, habrá que decir que esta es precisamente por la que ha circulado el gobierno socialdemócrata de Cardoso sin que haya dado muy buenos resultados que digamos. En ese caso, pues, sería más de los mismo. Peor, sería incluso si la supuesta y reciente moderación de Lula haya obedecido a una mera táctica engañosa para lograr el respaldo de las urnas pero que una vez en el poder vuelva al monte de la ortodoxia socialista de aun más funestos resultados como ha demostrado allí donde se ha puesto en practica.
No se trata de ser pesimista, pero sí de exogir un mínimo de realismo y reconocer que, aunque el futuro esté abierto también para las sorpresas, lo que de Lula se conoce de su pasado incluso de su presente no invita demasiado a la esperanza.

La frívola banalidad de una intolerable visita
En España
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