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Silencio, nunca más

"Hoy fuimos decenas de miles. Pero el Día de la Constitución volveremos. Y seremos muchísimos más".

Ha sido la mayor manifestación constitucionalista nunca celebrada en Cataluña. Un éxito absoluto. Si la del año pasado supuso la salida del armario de la disidencia frente al pensamiento identitario único, la de este sábado ha certificado el final del silencio institucionalizado. "Silencio, nunca máis" podía leerse en una de las pancartas que portaban los concentrados. Un enunciado que sintetiza con lacónica precisión el hastío de esa otra mitad de Cataluña, la que se quiere invisible y muda, ante el afán uniformizador del poder nacionalista . En el resto de España, como en cualquier democracia liberal, del que piensa distinto se dice que es un adversario. En Cataluña, en cambio, se le presume un enemigo de la pàtria. Quien no esté con ellos, pues, está contra Cataluña. Binario, elemental, maniqueo, el catalanismo realmente existente es así.

De ahí escenas tan inimaginables en cualquier lugar civilizado como ésa de la presidenta del Parlament, Núria de Gispert, gritando "¡Márchense! ¡Márchense!" a los diputados de Ciudadanos y PP. Diputados que acababan de ser injuriados por un atrabiliario antisistema en camiseta ante la mirada complaciente de la tercera autoridad de la Comunidad. Imposible, por lo demás, comprender la dimensión trasgresora de una concentración como la de la Plaza Cataluña sin considerar esa vigilancia constante de los guardianes de las esencias frente a los desvíos de la ortodoxia tribal. Una paranoia, la de los micronacionalistas, que ha terminado por anular el eje izquierda-derecha, el que hasta ahora había operado como factor discriminante en todos los mapas de posicionamiento político. Así, desde que Artur Mas abrió la caja de Pandora del independentismo, la variable decisoria única es la que marca las lindes que separan a constitucionalistas y secesionistas. Lo demás ya no importa.

Apenas terminada la manifestación, los programadores de Matrix, esa legión de ingenieros de almas encargados de fabricar a diario la realidad virtual para consumo de los encadenados y demás proles, se lanzaron a la búsqueda obsesiva de la estampa de algún ultra folclórico a fin de desacreditar el acto. Tan útil siempre, la caricatura recurrente de Martínez el Facha les servirá para tapar una evidencia incómoda, a saber, la presencia clamorosa de miles de votantes y militantes del PSC entre los concentrados en defensa de la españolidad de Cataluña. Pero como el dinosaurio del cuento de Monterreso, los socialistas de a pie estaban allí. Por eso hay que seguir en la calle, recuperando el foro del que llevan treinta años queriendo expulsar a los heresiarcas. Hoy fuimos decenas de miles. Pero el Día de la Constitución volveremos. Y seremos muchísimos más. Porque esto solo acaba de empezar. Aún no habéis visto nada, companys.

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