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Artur Mas sobre el caso Pujol: "No tenía ni (p...) idea"

El líder de CiU se hunde tras decir que recibía a los recomendados de Oriol Pujol para deslocalizar empresas porque cree "en la buena fe" de la gente.

Artur Mas, durante su comparecencia | EFE

Todo estaba dispuesto para que Artur Mas saliera indemne de la comisión de investigación del caso Pujol, llamada en realidad del "fraude, la evasión fiscal y las prácticas de corrupción política". Sin embargo, el presidente de la Generalidad abandonaba el Parlament casi cinco horas después derrotado y abatido. La mezcla de superioridad y desparpajo con la que Mas abrió una sesión diseñada a los efectos de su lucimiento, puesto que sentaba el precedente de la comparecencia de un president en una comisión de investigación, se convirtió en un tiro en el pie, una muestra de cinismo, hipocresía y, en el mejor de los casos, incompetencia temeraria.

Mas insistió tanto en que no tenía idea de nada que llegó al extremo de afirmar, en pleno naufragio dialéctico, que le gustaría poner "un sustantivo" entre "ni" e "idea" para adoptar un tono más contundente y coloquial. Ni idea de dónde procede la fortuna de los Pujol, ni idea de las comisiones, ni idea del caso Palau, ni idea de la cuenta de su padre biológico en Liechtenstein, ni idea de los manejos de su padre político. Su desconocimiento es tan oceánico que todos los grupos parlamentarios, salvo el suyo, no tuvieron más remedio que convenir en que Mas miente o es un incompetente absoluto, un incapaz y un inconsciente.

Alegato a favor de Pujol

Las deslabazadas explicaciones del presidente de la Generalidad culminaron en un patético alegato a favor del legado de Jordi Pujol i Soley. "Esa confesión no puede anular todo lo que hizo", afirmó Mas. La primera intervención del líder del proceso separatista tuvo poca historia. Hasta el minuto 18 no pronunció el apellido Pujol y antes y después puso a la Generalidad, a su partido y a él (no por ese orden) como ejemplos de transparencia, honradez, buenas prácticas y mejores intenciones. En cuanto a lo de Pujol, "un tema personal". Abundando más, un "asunto de familia". "A mí me lo dijo el mismo día y yo lo único que le pedí es que retrasara la confesión a la tarde porque por esa mañana teníamos previsto cambiar a la cúpula dirigente de Convergència por la dimisión de su hijo", afirmó ante el pasmo de los diputados de la comisión, partidarios del "derecho a decidir" incluidos.

Las explicaciones de Mas y las respuestas a las preguntas a las que se dignó prestar atención esbozaron el retrato de una podredumbre generalizada, tanto en el partido como en la administración, unos usos habituales, cotidianos e inevitables. Insistió en que fue Oriol Pujol quién renunció a sus cargos, en que mucha gente tiene familiares en la Generalidad, en que casi todas las empresas tienen negocios con las administraciones, en que él ayuda a quien se lo pide porque cree que todo el mundo actúa de buena fe y sin ánimo de lucro, en que ha recibido, recibe y recibirá empresarios, en que las deslocalizaciones son "relocalizaciones" y en que él ha trabajado con mucha gente pero que sólo responde de las cuentas de él y de su esposa.

Comparación con Jordi Cañas

Contra las cuerdas, a la defensiva y a la desesperada, Mas perdió los papeles en la medida que mostraba más afectación y engreimiento. La Generalidad tiene todos los certificados de transparencia mundiales, las cosas se han hecho bien, lo de que él no supiera lo de Pujol es como lo de que Rivera no supiera lo de Jordi Cañas (exdiputado de Ciutadans que dimitió tras ser imputado por un supuesto fraude fiscal en sus actividades privadas previas a la política) y que le dolió mucho quitarle el despacho a su padre político pero que lo hizo; aunque eso sí, de pleno acuerdo con el afectado.

Las intevenciones de Mas eran tan poco convincentes, tan evasivas y tan obvias que convirtieron la comisión en un calvario para el "president", una trampa que dejó al descubierto las flaquezas de un líder de circunstancias, de un hombre en torno al cual se cocían negocios, pelotazos y comisiones sin que que le alcanzara, en teoría, la más mínima salpicadura.

Junqueras, desaparecido

De entrada, Oriol Junqueras se abstuvo de participar en el "interrogatorio". No estuvo en la comisión y ya ha anunciado que tampoco se personará de aquí a dos lunes, cuando comparezca Pujol. Los demás jefes de filas no perdieron la ocasión de testar el mentón de Mas, que no resistió el aluvión de casos de los Pujol, de su partido y de la Generalidad. Alicia Sánchez Camacho (PP) logró desencajar a Mas al llamarle "president Pujol", provocó oleadas de indignación catalanista por intervenir en español (fue la única que lo hizo) y tachó al líder de CiU de "hijo octavo de Pujol".

Albert Rivera, de Ciudadanos, atribuyó a Mas la capacidad intelectual suficiente para saber que a su alrededor olía mal. Miquel Iceta (PSC) insistió en la suma de casos que implican a Mas y en su papel de lugarteniente, delfín, testaferro y secretario de los Pujol. Joan Herrera (Iniciativa per Catalunya) aprovechó su turno para atacar al PP. También lo hizo Rivera, que repitió en dos ocasiones que no colaba que Mas no supiera nada y fuera "como Ana Mato, la infanta Cristina o Rajoy respecto a Bárcenas". Oriol Amorós (ERC) trató de ceñirse al pacto, pero no pudo evitar la mención a la familiaridad de los hijos de Pujol con la administración autonómica, lo que sublevó a sus socios de CiU.

Victimismo premonitorio

Más allá de los pequeños ajustes de cuentas entre los partidos, la comparecencia de Mas no salió como estaba pactado. El presidente de la Generalidad se quiso lucir y acabó vapuleado. Empezó diciendo que la "agencia tributaria catalana" era una "estructura de estado" para luchar contra el fraude fiscal que no combate Hacienda y acabó cubierto de oprobio por relajado o por inútil.

Era lo esperado a partir de que Mas reivindicara una carrera personal en el ámbito privado y en el público vinculada a los apellidos Prenafeta y Pujol Ferrusola. "El principal afectado por todo esto soy yo", dijo en la primera respuesta al diputado de ERC, entre victimista y premonitorio. El mal ambiente dentro y fuera de la comisión fue la nota de una sesión áspera y desastrosa para Mas.

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