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La izquierda mediática, desconsolada: "¡Tsipras, levántate!"

Con más dramatismo que los propios griegos se ha tomado la izquierda mediática de nuestro país la derrota de Tsipras.

Es el caso de Isaac Rosa, que titula su artículo en eldiario.es de Ignacio Escolar "¡Vamos, Tsipras, levántate, sigue luchando!". Se lamenta de que "habíamos convertido a Alexis Tsipras en nuestro héroe. No sabíamos cómo, pero confiábamos en que él solito, con la única ayuda de su escudero Varufakis y de unos pocos millones de griegos desesperados, derrotarían a la pérfida Alemania, a la siniestra Troika, al fumanchunesco FMI, a los tenebrosos mercados y a todo el que se les pusiera por delante". Se había creído que Tsipras, Syriza y Grecia "iba a ser capaces de dar la pelea y ganarla", seguros de que "al final de toda una sucesión de mamporros, persecuciones, encerronas, golpes de efecto y sorpresas, nos esperaba el irresistible happy end". Reconoce Rosa haber sido un "ingenuo". "De ahí el estupor de ayer, la cara de gilis que se nos quedó cuanod vimos lo que el primer ministro griego se ha llevado de vuelta a su país".

El nivel de ingenuidad llegó al paroxismo según se desarrollaban los acontecimientos. "En nuestra emocionante historia del superhéroe Tsipras, veíamos cómo todo se iba complicando. Pero era el típico clímax de final de película: en el último minuto, cuando todo pareciese perdido, cuando el protagonista estuviese sepultado por escombros y rodeado de llamas, resurgiría y echaría mano del arma secreta, que no sabíamos cuál era pero seguro que la tenía: la amenaza de ruptura del euro, la alianza con Rusia, el apoyo de Estados Unidos por interés geoestratégico, o un plan insólito, cualquier medida audaz e imprevista que descolocase al enemigo y lo tumbase en el último segundo, justo antes de los títulos de crédito".

"Pero no. No había arma secreta (…) Tsipras se presentó desarmado al combate decisivo", dice desconsolado. "Ayer los espectadores no dábamos crédito: nuestro héroe había sido derrotado. Aun peor: humillado". Incrédulos, esperamos todavía la sorpresa, hay películas que se terminan de resolver tras los títulos de crédito, nos resistimos a abandonar la sala, gritamos al héroe: "¡Vamos, Tsipras, levántate, sigue luchando!" Y nos consolamos hablando de golpe de Estado, terrorismo, matonismo alemán. Cuando lo cierto es que en esta Europa desencajada, cada país tira de su lado de la manta, mira por sus intereses", incluida Grecia, concluye.

Javier Gallego también está profundamente deprimido. "Se acabó", comienza su artículo "El rapto de Europa". "La esperanza de una Europa más democrática y solidaria alumbrada por el referéndum griego no ha sido más que un breve espejismo destrozado de un manotazo furioso por el Eurogrupo. Ahora ha sido Europa la que ha dicho no. Oxi. Tsipras ha sido obligado a firmar el peor de los planes de rescate, todo lo contrario a lo que su pueblo votó, con la vaga promesa de una reestructuración de la deuda en el futuro. Grecia se atrevió a desafiar a los dioses europeos y ha pagado cara su osadía".

"Se la van a hacer pagar con creces y con crueldad, arrastrando a su presidente por el barro, obligándole a humillarse públicamente (…) Nos han servido el plato frío en una bandeja coronada por la cabeza del griego. Se la tenían guardada, le estaban esperando a la vuelta de la esquina para darle el garrotazo", dice con gran dramatismo. "Podíamos esperar el castigo severo del padre que reprende al hijo díscolo por sus travesuras pero aquí ha habido ensañamiento".

"El que se sale del redil, al corralito. El que se sale de la foto, le amenazan con echarle. O te echamos o te ahogamos. Así han hecho claudicar a Tsipras. Por extenuación, por acorralamiento". "El Eurogrupo no sólo se ha impuesto, ha herido de muerte a Syriza como quería y se ha quitado de en medio al único gobierno de izquierdas que se atrevía a hacerle frente. Por eso Tsipras debería tratar de seguir y luchar", anima como su compañero Rosa.

En Público, Pere Ortega dice que "pero imposible. Humillación, ese es el adjetivo más utilizado por la opinión pública griega. El clamoroso éxito del 61% de votos a favor del No en el referéndum griego a las medidas de austeridad propuestas por la Comisión Europea (CE), ha sido respondido por los jefes de estado de la UE emitiendo medidas de mayor dureza". Cree este analista que "Tsipras lo tiene difícil, si acepta el chantaje de la CE, como parece, el partido Syriza se romperá, y dependiendo de lo que decida el Parlamento griego, puede caer el gobierno y tenerse que convocar elecciones. Si por el contrario, Tsipras rectifica y abandona el euro y retorna el dracma, habrá una devaluación de la moneda, más fuga de capitales y Grecia entrará en una etapa de incertidumbre, con inflación, más paro y mayor crisis social; pero a la vuelta de unos años Grecia quizás pueda recuperarse". Dentro de unos años. ¿Se lo habrá dicho a los griegos a la cara?


Alfredo Serrano Mancilla dice que "Alemania presionó para evitar que Tsipras preguntara a su pueblo; no lo logró y esto no le gustó. Pero esperó con la suficiente paciencia que le da tener la sartén europea por el mango". "La lección es contundente. Alemania jugó a sabiendas que ganaba porque sabía que Grecia no iba a poner encima de la mesa la salida del euro. Como se conocía que Grecia quería quedarse adentro, entonces esto significaba negociar con las cartas desigualmente repartidas. Tsipras ganó en casa por goleada en votos pero perdió afuera donde manda el poder financiero". Y él creyendo que el que mandaba en el mundo era el presidente griego. Qué error.

Tampoco Antonio Avedaño no disimula su aflicción. "Grecia es débil y está sola y por eso ha pagado un precio tan alto por sus errores. No es que no los haya cometido, sino que no podía permitirse el lujo de cometerlos". "Grecia es, en fin, la enésima versión política del viejo chiste de Gila, el del tipo que va paseando por la calle con su mujer cuando de pronto ve a tres tiarrones pegándole a un chiquitillo. "¿Me meto o me meto?", le pregunta a su mujer. Sin esperar respuesta, toma su decisión: "Y me metí, vaya si me metí… menuda paliza le dimos al chiquitillo".

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