
"A mi padre le llegó que en la casa que yo compartía con mi amiga teníamos un árbol de Navidad. Un día se presentó allí y me dijo: ‘Soraya, no podemos volver a hablar’". Hoy es el día que sigue sin saber de su padre y que continúa en tratamiento psicológico. De la noche a la mañana se vio sola, sin familia y sin amigos. Ella consiguió rehacer su vida y reunir la fortaleza para usar su condición de influencer para denunciar en redes sociales las malas prácticas de los Testigos de Jehová ante sus 113.000 seguidores de Instagram.
Su caso, desgraciadamente, no es aislado, es el de millones de personas en el mundo. "Yo sufrí abusos sexuales por parte de un miembro de la congregación que me convenció de que no denunciara. El miedo me hizo optar por el silencio. Al fin y al cabo, ¿quién iba a creer a una enferma mental, que era lo que me consideraban?". La historia de Mónica (nombre ficticio) tiene muchos elementos en común con la de Gabriel: "De los 12 a los 16 años sufrí abusos por parte de un anciano de la congregación. Yo no dije nada porque tenía miedo. La organización dice que los ancianos están nombrados por el Espíritu Santo de Dios y que hay que ser sumiso". Cuando decidió denunciar, le trataban "como a un trastornado mental".
Una justicia paralela
En su lugar, la organización tiene una justicia paralela a través de los llamados comités judiciales, formados por tres ancianos sin estudios universitarios, instruidos en las escuelas oficiales de los Testigos de Jehová. "Juzgan pecados pero también delitos como violaciones o robos. En lugar de denunciarlo a las autoridades, lo llevan internamente".
Y lo hacen, además, sometiendo a sus víctimas a un interrogatorio exhaustivo delante de sus familiares: "En mi caso —cuenta Mónica—, vinieron a mi casa y delante de mi familia me preguntaron si en mi violación hubo penetración, si fue vaginal o anal, si sangré, si me quité yo la ropa porque claro, eso demostraría que no hubo oposición. Si me resistí, si le pegué … Todo. Cuando a ti te violan, tu mente se disocia de tu cuerpo. Es como si no estuvieras allí, para evitar el dolor, supongo. Cuando esos ancianos vinieron a mi casa y me hicieron contar aquello, la sensación fue exactamente la misma".
Después, empezaron las persecuciones: "Me seguían, me enseñaban carpetas donde tenían apuntado que tal día, en tal sitio, a tal hora me había reunido con tal persona. Me perseguían con el coche y me metían en salas".
El ostracismo
Gabriel decidió denunciar los abusos sexuales que sufrió al comprobar que no habían prescrito. Un movimiento que motivó que los Testigos de Jehová, "en una clara venganza", dice Gabriel, interpusieran una denuncia contra él acusándole de vulnerar el derecho al honor de la organización. Una sentencia que, previsiblemente, podría conocerse en mayo.
Mónica también tuvo el valor de denunciar ante la Guardia Civil: "En el interrogatorio me trataron con mucho más respeto del que lo hicieron los ancianos, respetando en todo momento mis tiempos y sin forzarme a los detalles". Sus padres se opusieron a esa denuncia: "Me llamaban y me decían que saliera de la comisaría, que iba a ofender a Jehová".
Esta es la verdadera condena en una organización que promete el paraíso: "El ostracismo es la muerte social", sentencia Gabriel: "El rechazo, lo peor a lo que pueden condenar a un ser humano".
Aislar al individuo de otras formas de pensar
Todo empieza en la base: "Sólo permiten relaciones de amistad entre Testigos de Jehová. Si vas al colegio o al trabajo, vas a hablar con la gente pero las relaciones estrechas, de confianza, se dejan sólo para miembros de la organización", explica.
"Yo fui a la Universidad", cuenta Soraya, "pero no está bien visto. No te prohíben que vayas pero te instan a no hacerlo, intentan disuadirte. Hay muchos vídeos oficiales de la organización sobre esto en Internet".
Los miembros tienen privilegios: una herramienta tan motivadora, como correctiva. En la práctica, suponen básicamente, aumentar las horas de predicación. Mientras los tienes, explica Mónica, "sientes mucho gozo. Predicas más horas y crees que estás haciendo más por Jehová, que eres más".
Sin embargo, cuando algo no gusta en la cúpula, el castigo empieza retirando algunos de esos privilegios. "Para un hombre, cuenta Gabriel, quedarse sin privilegios es como estar desnudo. Es un mensaje a los demás que entienden que si no tienes responsabilidades dentro de la organización es que algo malo has hecho".
Las transfusiones
En definitiva, se evita cualquier exposición a otras formas de pensar que eviten cuestionarse cosas como las transfusiones.
"Se basan en un texto bíblico que es el Hechos de los Apóstoles 15, 28 y 29 donde se dice que hay que abstenerse de la sangre. Para ellos abstenerse quiere decir todo: transfundirse, comer… todo. Prefieren morir a recibir una transfusión de sangre a pesar de que cuando se escribió ese texto bíblico, las transfusiones ni siquiera existían".
En el caso de los menores, si los padres se niegan, los hospitales disponen de un protocolo para llamar inmediatamente a un juez de guardia. En el caso de los adultos, si no se arrepienten, conlleva la expulsión inmediata en una ceremonia de señalamiento.
La expulsión: la ceremonia de señalamiento
Se hace ante una sala con unas 120 personas. Mónica explica: "Todos vamos vestidos con un uniforme azul marino, excepto una persona que lleva un polo rojo y un pantalón blanco. Entonces se suben a la plataforma y dicen: ‘Por favor, hay que tener mucho cuidado con asociarse con personas con una camiseta roja y un pantalón blanco’. Se sabe claramente de quién estamos hablando".
En el caso de Gabriel fue más claro. Sí dijeron su nombre en el anuncio de su expulsión. "Lo que no dicen es el motivo, entonces todos interpretan que algo ha sucedido y que algo malo se ha hecho. En ese momento te dejan de hablar y no libremente, como dicen los Testigos de Jehová. Están amenazados con que si lo hacen corren el riesgo de ser también ellos expulsados".
A partir de ese momento, el expulsado queda sometido al rechazo y a la soledad. "Encima, con mucho miedo porque toda tu vida te han enseñado que las personas de fuera te quieren corromper. Volver a empezar de cero es muy duro".
La financiación
Esto se le permite a una organización con 728 lugares de culto en nuestro país, más su sede nacional y que ahora se va a ver beneficiada por una exención en el IBI. "Y ahí está la gracia: los Testigos de Jehová no votan, no creen en la política, dicen que los partidos son herramientas de Satanás y que sus políticos irán al infierno".
Todo, ante unas cuentas opacas que conectan las sedes de todo el país. Se financian con las donaciones de los fieles. Éstas van a las arcas de cada centro, de ahí a las nacionales y luego, a la sede internacional, en Nueva York, en la Watch Tower.
"La cantidad de cientos de millones que se van a ahorrar con el IBI cuando jamás haya salido de ellos el crear un Cáritas, una especie de ayuda social para la gente que está en problemas". En su lugar, el dinero se destina a la compra de propiedades o para denunciar a las asociaciones que protegen a víctimas, como las que acaban de escuchar.
Un Tribunal de Noruega acaba de dar esperanza para ellos retirando a los Testigos de Jehová su registro como congregación religiosa. Un juicio duro, de hijos contra padres, en el que por primera vez ha quedado demostrado que el ostracismo atenta contra los derechos humanos.

