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Dónde y cómo captan a los jóvenes las falsas monjas de las HAM denunciadas por abusos

Las Hijas del Amor Misericordioso, intervenidas por la Archidiócesis de Madrid, penetraban en determinadas parroquias y actuaban "como una secta".

Las Hijas del Amor Misericordioso, intervenidas por la Archidiócesis de Madrid, penetraban en determinadas parroquias y actuaban "como una secta".
José Cobo, Arzobispo de Madrid | Europa Press

Las "numerosas denuncias" de abusos de todo tipo que han llevado a la Archidiócesis de Madrid a intervenir a las Hijas del Amor Misericordioso (HAM) explican al detalle cómo estas falsas monjas —tan solo son reconocidas como asociación de fieles— captan a los jóvenes durante los ejercicios espirituales y retiros de Effetá y Emaús organizados a través de algunas parroquias de la Comunidad de Madrid y de otros puntos de España.

"Entre las parroquias involucradas en este proceso se encuentran la Parroquia San Juan de Mirasierra, la Sagrada Familia (Fuenlabrada/Loranca), Santa María de la Alegría (Móstoles), así como otras parroquias de Las Rozas (Ntra. Sra. de la Visitación), Palma de Mallorca y Sevilla (San Juan Pablo II en Montequinto)", reza uno de los escritos dirigidos al Tribunal de la Rota.

Tal y como subrayan las familias denunciantes, "lo más llamativo es que el número de jóvenes que se unen a la comunidad tras participar en varios de estos ejercicios espirituales es elevado". Las HAM se esfuerzan en captar a grupos enteros de amigos, hermanos, primos e incluso parejas de adolescentes: "La comunidad emplea estrategias que promueven la entrada de varias personas cercanas entre sí, lo que fomenta el sentimiento de pertenencia al grupo y dificulta la posibilidad de cuestionar las prácticas del mismo".

De hecho, en no pocas ocasiones, sus propios padres son captados igualmente dentro del sector de llamados laicos que profesan votos privados. Los problemas empiezan cuando éstos toman consciencia de cómo les arrebatan a sus hijos utilizando técnicas similares a las de una secta y enfrentándoles, por tanto, a sus propias familias.

Cambio de vida y régimen de aislamiento

La inmensa mayoría son jóvenes con una buena posición económica que están a punto de cumplir la mayoría de edad o acaban de hacerlo. "Estos jóvenes, recién convertidos, en situación vulnerable y sin formación en la vida cristiana ni religiosa, se sienten atraídos por la promesa de una vida espiritual más profunda, sin ser plenamente conscientes de las implicaciones y los métodos empleados por la comunidad. Son ‘neófitos’ captados con la promesa de formar parte de una élite espiritual", apuntan las denuncias.

Una vez que son captados por esta comunidad, a la que las familias describen como una "secta", los miembros, especialmente los jóvenes, "son guiados a renunciar a su vida anterior y entregarse completamente a la comunidad, lo que incluye alejarse de sus familias y amigos". Además, se les invita a "cambiar su vestimenta, corte de cabello, apariencia física, nombre", con el fin de convertirles en personas nuevas sobre las que ejercer una mayor presión.

Cuando acceden a vivir en comunidad, comienzan a hacerlo "bajo un régimen de aislamiento que limita severamente las visitas y comunicaciones con sus familias", que son sustituidas por la hasta ahora superiora, Marimí, quien "se hace llamar ‘mami’ y las conocidas como "las once", hermanas a las que, "por haber convivido con el fundador (el Padre Mansilla) se les debe una reverencia incuestionable".

A partir de ese momento, las visitas y llamadas de padres y hermanos se restringen al máximo. "Las visitas son limitadas a un total máximo de 10 horas al año (dos horas cada dos meses), mientras que las llamadas están restringidas a 6 horas anuales (una hora cada dos meses). Durante el mes de agosto, no se permiten visitas ni llamadas debido a las vacaciones comunitarias", denuncian las familias. Además, aunque cada año o año y medio pueden regresar a casa durante una semana, dichas visitas "se realizan bajo la supervisión de otro miembro de la comunidad, lo que refuerza la sensación de control".

Por si fuera poco, las familias solo pueden enviar correos electrónicos a una dirección común y "las respuestas se envían sólo después de que la superiora o alguien designado las lea y considere apropiado contestar". Igualmente, los jóvenes tienen todo tipo de restricciones de lectura: "los miembros solo pueden leer los libros que les mande su director o maestro de novicios, limitando su acceso a información externa" y "no pueden tener relaciones con nadie del exterior, ni profesores de la universidad eclesiástica, ni otros alumnos, sin la supervisión o rendir cuentas a los directores espirituales asignados" La razón, según los denunciantes, es más que evidente: "Esto forma parte de un esfuerzo por mantener el control sobre su desarrollo formativo, personal y espiritual".

El "love bombing"

Junto a dichas tácticas, las familias advierten además del uso del "love bombing". "Esta práctica consiste en ofrecer una excesiva afectividad y atención, a menudo a través de abrazos efusivos y comportamientos de intimidad forzada. Estas acciones son diseñadas para crear una sensación de pertenencia inmediata, lo que provoca una fuerte vinculación emocional y afectiva con la comunidad y sus miembros —apuntan los escritos dirigidos al Tribunal de la Rota—. Se habla de unión de almas entre los miembros de la comunidad como un pilar del carisma (hermanos, hermanas, laicos solteros y casados, de forma cruzada, entre sí, por parejas), incluso de unión esponsal de almas expresada en ocasiones en un tipo de oración, abrazados durante un largo periodo de tiempo, que el Padre Mansilla practicó con algunas de las Once".

Las denuncias insisten en que "este tipo de manipulación emocional tiene el objetivo de generar un sentido de dependencia, lo que dificulta que los individuos puedan cuestionar las prácticas de la comunidad o buscar ayuda externa", de tal forma que se crea "una relación de ‘chantaje emocional’, en la que se sienten incapaces de salir debido a la presión de no traicionar el amor que han recibido".

El poder del guía espiritual

Respecto al día a día, las familias advierten de que el proceso de captación está muy centrado en el vínculo con el guía asignado por Marimí, "quien crea una fuerte dependencia emocional y espiritual". Además, este modelo "no permite espacio para el discernimiento individual o la libertad de explorar otras vocaciones fuera del marco impuesto por la comunidad".

Por un lado, se habla de obediencia absoluta: "A tu director espiritual siempre hay que obedecerle, aunque se equivoque". Por otro, se prohíbe la orientación espiritual externa: "La comunidad hace creer a los nuevos miembros que solo los guías espirituales dentro de la comunidad pueden interpretar la verdadera voluntad de Dios, lo que refuerza el aislamiento y la manipulación". Además, existe un auténtico delirio de persecución. "Existe la prohibición de compartir charlas de la espiritualidad propia a nadie porque no van a ser comprendidas. Se ordena actuar de un modo distinto en los diferentes ambientes de los que participa la comunidad para ‘no escandalizar’", alertan los padres de los jóvenes, a quienes, además, enfrentan con sus propios hijos.

De ahí, precisamente, la lucha de todas estas familias que, si bien insisten en separar la labor de la Iglesia de este tipo de prácticas —no en vano, casi todas son creyentes—, subrayan la necesidad de disolver cuanto antes esta peligrosa asociación. "Vemos con alarma y dolor cómo día a día están rompiendo a nuestras hijas en nombre de Dios y de la Iglesia. Por eso creemos que un grupo que actúa de esta manera no debería existir", insisten.

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