
Mientras más de 8.000 personas son desalojadas, el humo cubre media España y los bosques arden desde Galicia hasta Extremadura, el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, ha aprovechado el drama para reforzar su discurso sobre el cambio climático. "Negar el cambio climático" —afirmó desde Almería— es, según él, un riesgo para el país.
Lo que no dijo Bolaños es que la ciencia y la mayoría de expertos coinciden en que el mayor riesgo es seguir sin prevenir: montes olvidados, acumulación de combustible y ausencia de gestión forestal.
Reducir el debate a un simple "cambio climático sí o no" sirve para eludir responsabilidades. Si todo es culpa del clima, la gestión —o la falta de ella— queda fuera de discusión.
Del calor al fuego: una ecuación incompleta
La tesis de Bolaños es sencilla: más calor significa más incendios. Pero el vínculo no es tan directo. El clima no en el origen de los incendios. España ha vivido veranos de más de 30 °C desde siempre. Lo que determina la magnitud de un incendio son tres factores:
-
Quién lo provoca: entre el 80 % y el 90 % son de origen humano, ya sea intencionado o por negligencia según datos del Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico – MITECO.
-
Qué combustible hay disponible: vegetación seca y densa acumulada por abandono rural y reforestación sin manejo.
-
Cómo se gestiona el territorio: paisajes en mosaico, quemas prescritas y selvicultura preventiva reducen el riesgo.
La propia Agencia Europea del Medio Ambiente confirma que la tendencia histórica de superficie quemada en el Mediterráneo no sigue automáticamente la evolución de la temperatura. En países con gestión activa, el área quemada se reduce incluso con veranos más cálidos.
España, en fase de preemergencia
El último parte del Departamento de Seguridad Nacional describe un panorama alarmante: 13 incendios activos en cinco comunidades, más de 7.000 hectáreas arrasadas en Galicia, 8.200 desalojados en Zamora y León, dos muertos y seis heridos graves. La Unidad Militar de Emergencias ha desplegado un millar de efectivos y casi todos los medios aéreos estatales están en acción.
La AEMET advierte que las condiciones —tormentas secas y calor— seguirán siendo desfavorables al menos hasta el jueves. Pero esto no es una sorpresa: estos episodios están documentados en nuestra climatología. Lo que falta no es previsión meteorológica, sino un plan serio de prevención que evite que estos fenómenos se conviertan en tragedia.
Prevenir es más barato que apagar
La ecuación económica es clara: invertir en prevención cuesta hasta siete veces menos que apagar un gran incendio. Esto incluye:
-
Cortafuegos bien planificados
-
Limpieza periódica del matorral
-
Apertura de pistas forestales
-
Gestión y aprovechamiento de biomasa
-
Diseño de paisajes en mosaico
Tras la tragedia de Pedrógão Grande en 2017, Portugal multiplicó las quemas prescritas y el manejo activo del monte, logrando reducir la extensión de algunos de sus grandes incendios. En España, el patrón sigue siendo reactivo: la mayor parte del presupuesto se consume en extinción y apenas un 20 % se destina a evitar que el fuego empiece.
Estudios recientes en áreas mediterráneas indican que las políticas de prevención sostenida y manejo activo del territorio pueden reducir de forma significativa la superficie quemada, incluso en años con temperaturas extremas y sequías prolongadas.
Así, un trabajo en Nature Sustainability subraya que la gestión integrada del fuego —que combina prevención, silvicultura, ganadería extensiva y uso estratégico de quemas prescritas— aumenta la resiliencia del paisaje y disminuye el riesgo de incendios de alta intensidad.
Lo que dicen los científicos, no los discursos
Numerosos trabajos científicos coinciden: el cambio climático no es el motor principal que causa los incendios. La evidencia científica apunta a que la gestión activa del territorio es la herramienta más eficaz para reducir el impacto del fuego, por ejemplo:
-
En Fire Ecology, se demuestra que los tratamientos para reducir el combustible vegetal —clareos, podas y quemas prescritas— disminuyen la intensidad y la severidad de los incendios y aumentan la capacidad de los bosques para resistir el fuego, incluso en condiciones climáticas extremas.
-
En Scientific Reports se evidencia que en climas áridos y semiáridos la acumulación de biomasa por abandono agrícola y forestal es el factor más determinante en la intensidad del fuego.
-
En International Journal of Wildland Fire, advirtieron que la quema prescrita periódica no solo reduce el riesgo de incendios extremos, sino que también mejora la biodiversidad y la regeneración natural.
Entre las medidas más eficaces que señalan los expertos se incluyen:
-
Quemas prescritas en invierno y primavera
-
Cortafuegos estratégicos
-
Silvicultura selectiva
-
Ganadería extensiva
-
Manejo integrado del territorio
No basta con apagar, hay que gestionar
Usar los incendios como altavoz político para hablar de cambio climático es una simplificación que ignora las causas evitables del problema. El clima puede agravar las condiciones, pero el verdadero combustible es la falta de prevención y gestión forestal.
Si el Gobierno quiere estar "al pie del cañón", como dice Bolaños, debe hacerlo antes de que salten las llamas, reforzando los presupuestos de prevención, incentivando la gestión activa y recuperando el uso económico sostenible del monte. Porque el verdadero negacionismo es seguir mirando al cielo en vez de al suelo.




