
Toni Cantó (Valencia, 1965) es un ciudadano de centro-derecha que considera imprescindible armar la batalla cultural y, como me dijo hace algún tiempo, "darla sin complejos". El actual director de la novísima Oficina del Español de la Comunidad de Madrid cuenta a LD que se siente "muy feliz" formando parte del gobierno regional de Isabel Díaz Ayuso: "Estoy en el mejor equipo". Expresentador, actor de teatro, cine y televisión, novelista avergonzado y exdiputado de UPyD y de Cs, acaba de publicar De joven fui de izquierdas pero luego maduré (Ediciones B, 2022), un libro de memorias vertebrado por un "pecadillo de juventud" del que se fue librando con el paso de los años. Conversamos en la biblioteca de la sede de Penguin, sitiados por novelas de algunos de los autores que más lee nuestro entrevistado: Stephen King, James Ellroy y Arturo Pérez-Reverte.
P: Señor Cantó, ¿un hombre puede ser apolítico?
R: No. La política decide todo lo que hacemos: de lo que podemos vivir, de lo que podemos alimentarnos… Cualquier cosa, al final, está regida por la política. Ser apolítico es complicado: uno siempre tiene opiniones sobre el mundo que le rodea.
P: Hay tropa que dice "yo soy apolítico" cuando, en realidad, quiere decir "yo soy apartidista".
R: Sí. O "yo no me quiero meter en el puto circo romano que es esto". Cuando te metes aquí, te das cuenta de que el de la política es un territorio muy complicado, muy bronco, muy bestia. Es normal que haya gente que diga que es apolítica porque no se quiere significar. O, como tú dices, que es apartidista.
P: Al final de De joven fui de izquierdas pero luego maduré, escribe: "Yo seguí a Rosa (Díez), a Albert (Rivera) y a (Isabel Díaz) Ayuso. Con ellos aprendí que la política es una profesión preciosa y brutal". ¿En qué se parecen y en qué se diferencian estas tres personas?
R: Las tres tienen una cabeza política extraordinaria. Son capaces, y es algo que yo siempre he admirado mucho, y de lo que no soy capaz, de ver varias pantallas por delante lo que pasa o lo que va a pasar… casi siempre (sonríe), también se equivocan. Conectan con la gente y entienden qué es lo que necesita el país en un momento dado de nuestra Historia. Sobre todo, tienen algo fundamental: se creen lo que hacen. Por eso también conectan bien con la gente.
P: ¿Y en qué se diferencian?
R: Son tres estilos distintos, muy distintos. (Piensa) Tienen algo en común que tiene que ver con lo outsider, con enarbolar una bandera potente y complicada… Son valientes. ¿En qué se diferencian? Sus momentos y sus formas de hacer política son distintas, sobre todo, las de Rosa Díez. Pero Albert Rivera e Isabel Díaz Ayuso tienen muchas cosas en común. No sabría decirte cuál es la diferencia.
P: Rebobinemos hasta el principio. Su último libro comienza así: "Yo de joven fui de izquierdas. Nadie es perfecto". ¿La derecha es más perfecta que la izquierda?
R: No, no. Simplemente, lo que digo es que cometí un pecadillo de juventud: ser progre, entre otros (risas). Me alejo de esa posición de izquierdas de superioridad moral, de creerse, sólo por ser de izquierdas, superior a los demás. Yo me considero de centro-derecha y no creo que seamos superiores a nadie. No quiero caer en lo que ellos caen continuamente. Quizá sí somos más realistas: estamos más en la realidad y no en el territorio de las ideas, de la experimentación o de la fantasía. Al final, cuando uno tiene que elegir a un político, de lo que se trata es de elegir no al que tenga las ideas más bonitas, sino al que consiga los mejores resultados porque, joder, para ideas bonitas, cómprate un cómic, lee ficción o ve a ver películas, pero no pongas tu país en manos de alguien que sólo tenga ideas bonitas. Para mí, el paradigma del cursi diciendo cosas bonitas y destrozando un país es Zapatero.
P: ¿Cómo se cayó de ese caballo?
R: Empiezo a caerme del caballo en el momento en el que me doy cuenta, trabajando como actor, de adónde nos llevaban las políticas lingüísticas y el continuo apoyo por parte de la izquierda española al nacionalismo. Para mí, era incomprensible. El nacionalismo no es nada progresista, es una política absolutamente clasista, incluso, en muchos casos, con tintes racistas. Y ver cómo la izquierda disculpa continuamente y se sigue aliando con ellos a mí me parecía y me parece brutal. Esa pelea contra el nacionalismo y eso que se fue creando en este país, que sólo sucede en España, con las políticas lingüísticas, con impedir a nuestros niños que estudien en la lengua materna, algo reconocido por la misma ONU y por cualquier educador que se precie, me dejaba absolutamente alucinado. Y fue lo que empezó a hacer que yo me alejara. Luego, también, el darme cuenta de que mi profesión sólo atacaba a un bando: sólo se quejaba de la corrupción de derechas, nunca dijo nada del PSOE en Andalucía, nunca dijo nada de la izquierda en las cajas de ahorros, nunca agradeció lo que a veces hicimos desde el centro-derecha para ayudar al sector cultural. Eso me parecía alucinante.
P: ¿Por qué, en su opinión, acaba siendo punible virar de la izquierda a la derecha, y no al revés?
R: Porque la izquierda vende como que te otorga un pasaporte de bondad. Entonces, todo lo que sea ir hacia la bondad y hacia la luz está permitido; lo contrario es punible y muy criticable. Es una trampa como otra cualquiera, y es una manera de poner una línea roja. Es una estrategia también. Debemos olvidarnos de eso. Savater dice, más o menos, que el primer síntoma de independencia intelectual es ser consciente de que no hace falta ser de izquierdas moralmente. Todo lo contrario: muchas veces, son el ejemplo contrario de la moralidad.
P: ¿Qué pérdidas ha sufrido en este viaje/viraje?
R: Bueno, he perdido bastantes centímetros de piel por las puñaladas (risas). He sufrido la pérdida de la inocencia en el sentido de que cuando entras en este territorio y empiezas a recibir palos y a entender cómo funciona esto, te caes del caballo y es duro. Así como también he asistido a lo mejor de la naturaleza humana, estar en contacto con lo peor de esta pues, hombre, deja mella. Pero la vida es eso: ir conociéndote mejor a ti y a lo que te rodea. Luego, también pérdida en cuanto a intimidad, y pérdida de oportunidades laborales en lo que era mi profesión. Soy consciente de que mi vuelta a los escenarios, porque volveré, es más complicada con esto. Y esto no tiene que ver con que sea peor actor que hace diez años, es absurdo. De hecho, en las últimas dos funciones de teatro que hice, me sentía mejor que nunca como actor. Porque entendía que todo esto que te acabo de contar me nutría mucho para mi trabajo. He madurado mucho en los diez años que he estado en política. Llevo cuarenta años trabajando: treinta fuera de la política y diez y pico en la política. Y, probablemente, en estos diez años he madurado mucho más que en los otros treinta.
P: ¿Y qué ganancias ha obtenido?
R: He formado parte de una aventura apasionante. Creo que vivir todo esto que te he dicho, que es una parte negativa, también es bueno. La mayor parte de las desgracias que me han pasado en la vida personal, y en el libro cuento varias, al final son positivas. Si eres capaz de atravesarlas y de superarlas de alguna manera, aunque se quedan contigo para siempre, te hacen mejor persona. Sobre todo, he conocido a gente alucinante y he entendido cómo funciona el sistema. Hay veces que oigo hablar a gente de la política, y no quiero por esto parecer vanidoso ni nada, pero oigo hablar a amigos míos de política o a gente de mi profesión y tal, y digo: "Ostras, no tienen ni idea de cómo funciona el tema". Es muy fácil decir "hágase" y es muy complicado hacer. Eso también es una ganancia: entender cómo funciona el mundo, y entrar en política es muy bueno para entender cómo funciona el mundo. Al final, es lo mismo que hice en el teatro: como actor, hubo un momento en el que me di cuenta de que si estaba a expensas de que me llamaran para lo que el mercado creía que yo servía, esto me creaba mucha angustia porque, al final, dependía completamente de ellos. Por eso empecé a producir mis propias funciones, a crear mis espectáculos, a dar clases de oratoria y de teatro… a hacer lo que yo quería, y no esperar a que sonara el teléfono para que sólo me contratara alguien. En política es lo mismo.
P: Escribe: "Un político es un creador de contenidos. Es el principal parecido que encuentro entre esta ocupación y mi profesión artística". ¿Por qué, en este sentido, la izquierda es más atractiva y efectiva que la derecha? ¿Tiene algo que ver con lo que ha dicho antes de que la izquierda es todo bondad y luz?
R: Y porque la derecha, durante demasiado tiempo, se lo ha tragao. Y ha tenido un complejo para ofrecer una alternativa. Lo vemos muy bien en los medios de comunicación. Los medios de centro-izquierda y de izquierda son mayoría y, si te fijas en algo como en la tele, hacen muy bien el mal. Esto lo cuidan mucho. Cuidan mucho la estética, están muy bien hechos. Sin embargo, tú no ves lo mismo en la derecha. Eso cambió en EEUU. Es muy buena la peli sobre la creación de la Fox, y cómo ellos deciden: "Oye, tú, yo tengo un público que está demandando este otro punto de vista editorial". A nadie se le escapa cuál es la ideología de cada cadena de este país, y que hay una mayoría de izquierdas. Creo que la derecha, durante mucho tiempo, no ha plantado batalla ni ha ayudado a que haya una alternativa. Y luego, se ha conformado con no plantar batalla cultural: "No, vale, nosotros somos los que arreglamos la economía". No es sólo eso. Cuando vuelva a gobernar la derecha, no sólo hay que arreglar la economía: hay que desmontar un tinglao muy bestia que se ha montado y hay que recuperar unas instituciones que hoy están prostituidas por el sanchismo.
P: ¿Ayuso es la excepción que confirma la regla de que la derecha no enamora, o enamora menos?
R: No creo que sea la única excepción, pero no se me ocurre un gobierno mejor en el que estar en este país. Estoy en el mejor equipo en el que se puede estar. Y estoy feliz. Tanto por ella como por Miguel Ángel Rodríguez y el resto del equipo. Creo que Ayuso tiene dos características fundamentales. La primera, y la más importante, es que es una mujer valiente. Hay que ser muy valiente para hacer lo que ella hizo durante la pandemia, con toda la presión y todos los ataques absolutamente brutales que sufrió por parte de la izquierda. Esta mujer hizo algo que, por ejemplo, Ximo Puig en Valencia no hizo. Puig, siendo progresista, tomó la decisión conservadora: "Yo no quiero riesgos. Lo cierro todo y fuera". Y ella dijo: "Vamos a abrir, vamos a montar, primero, un hospital potente en Ifema". A Ximo Puig, el hospital de la campaña se lo llevaba el viento. No llegó a haber nadie allí dentro y yo le escuchaba burlarse del de Ifema de Ayuso. Y Ayuso dijo: "Vamos a montar un hospital de pandemias único en el mundo, pero voy a abrir, mientras tanto, todo". Y luego, es una mujer que se cree lo que hace. Isabel se cree al 100% lo que hace y lo expresa como una ciudadana más, por eso conecta con el personal. Yo iba de telonero en campaña con ella y no he visto un fenómeno político así en mi vida. Creo que es el fenómeno político más potente que hay en este país desde hace muchísimo tiempo. Es una diosa en Madrid.
P: Hablando de la presidenta de la CAM, ¿fue incluido en su lista de las elecciones del 4 de mayo por una imposición de Génova?
R: No lo creo, pero, en cualquier caso, es irrelevante. Y al final, no salió. El PSOE me tenía tanto miedo que se encargó de que no apareciera por allá cuando ellos han hecho lo mismo: María Teresa Fernández de la Vega lo hizo para presentarse por Valencia. Y tampoco han atacado a presencias en listas tan alucinantes como la de Puigdemont. Pero bueno, eso me sentó bien porque dije: "Coño, si hacen esto es porque me temen". Creo que a las personas también hay que medirlas por sus enemigos.
P: Cuenta que no percibió la "supuesta rivalidad entre Isabel y Pablo". Ahí estuvo algo miope.
R: Sí, completamente (risas). En el libro reconozco muchas miopías, torpezas y errores. Recuerdo estar con ellos en un par de momentos, y la relación era estupenda. Me constaba que eran amigos o se llevaban bien desde Nuevas Generaciones y tal… Realmente, no me enteré de nada hasta que un día Isabel me lo contó.
P: En una parte del libro, se refiere a las "nuevas religiones", e incluye al feminismo, al animalismo… y al odio.
R: Hablo del odio que recibo a diario. No hay más que pegarse una vuelta por mi Twitter y ver las contestaciones. Creo que el ser humano, y no lo digo yo, lo dicen los psicólogos evolucionistas, tiene un hueco para la religión. Digamos que es bueno para nosotros, una ventaja competitiva del sapiens. Y podemos empeñarnos en quitar moral, religión católica, etcétera, pero ese hueco se queda ahí y acabará ocupándolo otra creencia: el socialismo, el animalismo, el feminismo de nueva ola… este tipo de cosas. Y son más peligrosas. Esto creo que lo contaba Jonathan Haidt: son más peligrosas porque no conocen un concepto muy importante que sí ha conocido el cristianismo o el catolicismo, que es el del perdón. Aquí no hay perdón: aquí vas a la hoguera y a la muerte. Puedo ver cómo ha pasado conmigo o cómo le ha pasado a Albert Rivera y a otra gente. O a Cristina Cifuentes. Es: "No sólo te vamos a expulsar de la vida política, sino que vamos a conseguir tu muerte civil como sea. Y si, dentro de un año o de dos, asomas la cabeza por cualquier cosita y tenemos la más mínima oportunidad, te volveremos a chafar la cabeza". Son religiones muy crueles y hay que combatirlas porque son muy peligrosas y están creciendo.
P: ¿Y cómo se combaten? ¿Con dosis de realidad?
R: En primer lugar, con valentía. Queriendo combatirlas. Ante esto, hay mucha gente que agacha la cabeza y que dice: "No me voy a meter en este charco porque tengo todas las de perder". Bueno, quizás estás perdiendo más todavía, porque dejamos que sigan avanzando, sigan ocupando instituciones, sigan creando redes clientelares, y cuando te das cuenta, tienes un bicharraco dentro, que es lo que les está pasando en la universidad de EEUU.

P: ¿La balanza ideológica se está inclinando hacia la derecha?
R: Claro. Y entre los más jóvenes, además. Eso, antes, era impensable. Es una reacción a toda la mierda que les están metiendo en la cabeza. Es lo mismo que sucede con la lengua en Cataluña, en País Vasco, en Baleares o en la Comunidad Valenciana: la gente va a acabar odiando el catalán. El ser humano reacciona siempre ante la imposición. Entonces, estos tíos se dan cuenta de que cada vez menos gente joven habla catalán. ¿Por qué? Porque el ser humano odia la imposición. Al final, consigues que esa lengua se convierta en una lengua de funcionarios y de los nacionalistas de clase, si quieres, pero la gente la rechaza. Sí, hay una reacción como tú dices.
P: Usted, ¿en qué cree?
R: (Piensa) Yo soy un ateo que cree en la ciencia. Soy de familia científica y siempre he tenido una educación muy científica.
P: ¿Cree en el ser humano?
R: Sí. Soy optimista por naturaleza. Creo que hemos hecho grandes cosas y que cada vez estamos mejor. Tengo confianza y fe, en general, en el ser humano, aunque haya veces que el ser humano me lo ponga jodido (risas). Estamos en unos años muy delicados, pero en este siglo estamos infinitamente mejor que en los siglos anteriores.
P: Para finalizar, ¿qué se cuece en la Oficina del Español de la CAM?
R: Vamos a presentar tres proyectos muy bonitos, durante el mes de julio, de los que estoy muy orgulloso. Aparte de dedicarme fundamentalmente a atraer estudiantes de español o en español, del ámbito academias o universitario, que eso lo estamos haciendo hace meses, lo que más me gusta de este trabajo es que estoy haciendo trabajos con cinco consejerías distintas. Uno de los que más me gusta es el trabajo social, el ayudar a la gente que más lo necesita. Mi trabajo con la Consejería de Políticas Sociales, Familias, Igualdad y Natalidad es el que más satisfacciones me trae, y en este mes de julio vamos a presentar tres proyectos nuevos. Acabo de cerrar uno que me gustaba mucho, que fue la final que celebramos, hace unos días, del concurso de Lengua de todos los colegios públicos y concertados de la CAM, que lo hemos iniciado este año. Los ganadores se han llevado un viaje de cuatro días en el Juan Sebastián Elcano. Pretendíamos premiar, al contrario de lo que hace el Gobierno, la excelencia en la educación. Premiar a los chavales que se esfuerzan, estudian y se preparan más. Y estamos también cerrando los espacios y toda la programación del próximo Festival de la Hispanidad, que estará alrededor del 12 de octubre.

