
Vox no está dispuesto a aceptar vetos ni ninguneos del PP en las negociaciones para formar gobiernos, especialmente a nivel autonómico, principal objetivo de ambos partidos por tratarse de las instituciones que les permiten alcanzar verdaderas cotas de poder. "No nos temblará el pulso, si es necesario repetir elecciones en algunas comunidades, se hará", advierten desde la dirección del partido, prometiendo "hacer valer sus votos" a toda costa.
De esta forma responden a la negativa de Alberto Núñez Feijóo de llegar a acuerdos de gobierno con los de Santiago Abascal antes del 23-J, convencido de que puede lastrar sus opciones electorales. Aunque ambos negocian en todos los territorios, en la Comunidad Valenciana Borja Sémper ha impuesto un veto al candidato de Vox, Carlos Flores, por haber sido condenado por maltrato.
En Extremadura ya se han iniciado las conversaciones pero María Guardiola sigue resistiéndose a incluirles en el gobierno, mientras el PP ha optado por los regionalistas en Canarias y podría también hacerlo en Cantabria. No es descartable tampoco esta opción en Aragón, aunque necesitarían igualmente la abstención de Vox para que dé la suma. En Murcia se da por descontado un acuerdo a la espera de conocer si finalmente incluirá la entrada de Vox en el gobierno, ya que a Fernando López Miras sólo le faltan dos escaños para la absoluta.
La experiencia de estos últimos cuatro años ha enseñado al partido de Santiago Abascal que sólo la entrada en gobiernos garantiza tener realmente influencia política. Los acuerdos suscritos en 2019 con PP y Cs para permitirles gobernar quedaron rápidamente en papel mojado, lo que les empujó a desechar esta fórmula a futuro. En Madrid reprochan a Isabel Díaz Ayuso no haber derogado leyes como la trans, por lo que descartan volver a "regalar sus votos" sin que exista, al menos, una negociación previa.
Se trata de una postura arriesgada ya que implica en último término acabar votando junto a la izquierda en contra de los candidatos del PP. Al mismo tiempo, se ajusta a la promesa electoral hecha durante toda la campaña y les permite presentarse como un partido realmente útil.
Fuentes de Vox defienden que el partido de Alberto Núñez Feijóo "es el que deberá explicar si está dispuesto a dejar gobernar a la izquierda con tal de no pactar con ellos". En caso de llegar a este extremo, en Vox prometen hacer públicos, con "luz y taquígrafos", las exigencias trasladadas al PP, que habría rechazado aprobar Feijóo, convencidos de poder retratarle.
En su opinión, la mayoría de las peticiones que están ahora sobre la mesa son perfectamente "asumibles" por los votantes del PP, por lo que deberá responder ante ellos en caso de que salten por los aires las negociaciones en algunas comunidades autónomas. Insisten en que su meta es "hacer política" para propiciar "un cambio" y "no ocupar sillones".
Las negociaciones no se pueden disociar de la convocatoria electoral del 23-J, en la que ambos partidos juegan diferentes roles ante sus respectivos electorados: el PP como partido moderado que intenta atraer votantes descontentos del PSOE y Vox como formación útil que obligará a los de Feijóo a cumplir sus promesas. Una vez se conozca el veredicto de las urnas, quizá los acuerdos entre ambos serán más fáciles de alcanzar.

