Nueva exhibición de poderío de Junts per Catalunya (JxCat), el partido que explota hasta el límite la importancia de sus siete votos en el Congreso de los Diputados. Si los grupos del PSOE, Sumar y demás aliados no aceptan sus enmiendas a la ley de amnistía, Junts tumbará la norma y la mandará a la casilla de salida, la Comisión de Justicia del Congreso, con lo que se retrasaría un mes la tramitación y aprobación de la norma.
Junts exige que la ley blinde a Carles Puigdemont (y de paso a la secretaria general de ERC, Marta Rovira) en el sumario del caso Tsunami, asunto en el que el magistrado Manuel García Castellón aprecia algo más que indicios del delito de terrorismo.
También en el caso Voloh relativo a la trama rusa del "procés", una carpeta prorrogada seis meses en el juzgado de instrucción número 1 de Barcelona, cuyo titular es Joaquín Aguirre. En este asunto, el delito que planea sobre Puigdemont es el de traición, que recoge el artículo 592 del Código Penal: "Serán castigados con la pena de prisión de cuatro a ocho años los que, con el fin de perjudicar la autoridad del Estado o comprometer la dignidad o los intereses vitales de España, mantuvieran inteligencia o relación de cualquier género con Gobiernos extranjeros, con sus agentes o con grupos, organismos o asociaciones internacionales o extranjeras"
Hasta el último segundo
El partido separatista insiste en que no piensa claudicar, que o se admiten sus enmiendas o la ley se retira y hay que empezar de nuevo. Exigen que la amnistía sea para todo el mundo (no aclaran si para los casos de corrupción de Pujol y Laura Borràs también) y de aplicación inmediata. Y tal como está redactada ahora, ni se garantiza eso, aducen, ni los beneficiaros están protegidos ante los jueces que pretenden boicotear la amnistía. En esa categoría señalan a García Castellón y ahora a Aguirre.
De modo que Junts se regodea en su dominio del escenario, en que tiene a Sánchez a su merced y que negociará hasta el último segundo. Será la tónica de la legislatura, señalan los posconvergentes, entregados al chantaje permanente a Sánchez, quien a pesar de todo no tiene más que buenas palabras para los de Puigdemont.