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María Jesús Montero, la sucesora que tendrá que esperar

La número dos en el partido y en el Gobierno es la sucesora natural si Sánchez opta por la dimisión.

La número dos en el partido y en el Gobierno es la sucesora natural si Sánchez opta por la dimisión.
María Jesús Montero, saluda a un grupo de militantes manifestándose en Ferraz. | EFE/ Rodrigo Jiménez

Antes de que Pedro Sánchez tuviese su crisis existencial, en el PSOE ya llevaban un tiempo barruntando sobre su próximo liderazgo. Hasta el propio secretario general exteriorizó en alguna ocasión su deseo de ver una sucesora, y no un sucesor, al frente del partido y del Gobierno. En Ferraz saben que el voto femenino es uno de sus fuertes y que harían historia si, por primera vez, colocan a una mujer al frente del Gobierno de España.

La que tiene más papeletas tendría a día hoy, aunque nunca se sabe dada la imprevisibilidad de Sánchez, es la ministra de Hacienda, María Jesús Montero (Sevilla, 1966). No se trata de una sanchista de pata negra. Al igual que casi toda la federación andaluza era susanista. Se volcó con la entonces presidenta de Andalucía durante las primarias en las que la baronesa se enfrentó a Pedro Sánchez pero no tuvo problemas a la hora de cambiarse de bando. Bastó una llamada de teléfono. Tras ganar la moción de censura, Sánchez le llamó para que cambiase la consejería de Hacienda andaluza por el ministerio de Hacienda. Aceptó sin dudarlo.

Durante estos años, Montero ha ido ascendiendo en el escalafón orgánico y gubernamental hasta convertirse en el núcleo duro de Sánchez. De carácter abierto y campechano, algunos le consideran más populacha que populista, la sevillana tiene olfato político y es de los pocos ministros que, en privado, han corregido a Sánchez. "Por aquí no, presidente", le ha espetado en alguna ocasión.

La número dos en todo

Su ascenso ha sido fulgurante. En 2022 pasó a ser vicesecretaria general del PSOE y en 2023, tras la salida de Nadia Calviño, se elevó a la vicepresidencia primera del Gobierno aunque, a diferencia de la exministra de Economía, ella sí ejerce un papel de coordinación y de contacto con las diferentes carteras ministeriales. Es decir: durante los últimos dos años, Sánchez la ha sido ungiendo como sucesora en el partido y en el Gobierno, dándole todo el poder y colocándola en los principales puestos.

De ella hablan bien en el partido y también los socios que, pese a su trato afable, le definen como una "negociadora dura e incansable". Durante los seis años de sanchismo, Montero se ha dedicado al ministerio, donde vive de lunes a jueves, antes de partir los viernes a su Sevilla natal donde residen sus dos hijas, fruto de una relación con su exmarido Rafael Ibáñez, un exdirigente de IU que conoció cuando ambos militaban en el Partido Comunista. Pese a su trayectoria izquierdista, Montero es católica practicante y siempre lleva un crucifijo como colgante.

Un médica para "sanar" al PSOE

Montero no sólo sería la primera mujer al frente del Gobierno. También sería la primera médica que desde 1976 llega a la Moncloa aunque dejó su profesión para dedicarse, primero a la gestión sanitaria y más tarde a la política.

La última vez que ejerció fue este pasado mes de enero cuando, en un acto del PSOE en La Coruña, un militante se sintió indispuesto debido a un ataque producido por una enfermedad degenerativa. Montero recordó el juramento hipocrático y, mientras no llegaban los servicios de emergencia, se dedicó a practicar los primeros auxilios.

Claves de la sucesión

En su entorno no quieren hablar de sucesión, dicen que, por ahora, "esa pantalla no toca" pero ella es una de las mejores situadas si Sánchez optase por dimitir y por nombrar como sucesora a su número dos. Por primera vez en España, un partido practicaría una sucesión desde el Gobierno, evitándole una travesía en el desierto que fue tan dañina para el PSOE como la que dejó el post-zapaterismo.

Tampoco parece que sea muy compleja la investidura del sucesor o sucesora de Sánchez. La amnistía sigue encallada en el Senado y, mientras no se apruebe, a Junts no le interesa tumbar al Gobierno. Así que los de Puigdemont tendría que tragar con otra investidura si quieren un Ejecutivo, y una Fiscalía, favorable a la ley de amnistía.

Bazas de Montero

Montero tiene como bazas su género y su orígen. Andalucía ha pasado durante el sanchismo de ser un bastión socialista a uno popular. Ferraz quiere recuperar ese granero de votos, clave para mantenerse en la Moncloa, aferrándose a su época más gloriosa que estuvo comandada también por dos sevillanos: Felipe González y Alfonso Guerra.

Con Montero, el PSOE podría fabricar un nuevo liderazgo, abandonar el desgaste de Sánchez, para enfrentarse en los próximos meses a unas elecciones porque podrán cambiar las caras pero las cartas en el Congreso son las mismas, con una geometría endiablada.

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