
De todas las elecciones de este año (gallegas, vascas, catalanas y europeas) puede que las del 12 de mayo sean las más decisivas. Por un lado, el PSC se juega poder volver a recuperar la Generalidad. Por otro, Pedro Sánchez se arriesga a la furia de sus socios si no gobiernan o que Carles Puigdemont vuelva al poder y reactive otro "procés" pero, a diferencia de 2017, con la connivencia del Gobierno que ha eliminado el delito de sedición o ha puesto en marcha los indultos.
Nadie duda que el candidato socialista, Salvador Illa, será el más votado, la cuestión "por cuanto", como reconocen fuentes de la dirección del PSOE, y si podrá formar gobierno. Los socialistas anhelan una especie de pacto con los Comunes y ERC pero, a diferencia de los tripartitos, esta vez con el apoyo externo de los separatistas pero sin entrar en el Gobierno.
En Ferraz creen que una victoria de Illa evidencia que se estaría "pasando página de muchos años estando a cosas que no son las del comer y la vida diario". Que el candidato del PSC sea el más votado no significará, ni de lejos, que va a gobernar. En 2018, Ciudadanos fue la primera fuerza en el parlamento catalán pero Ines Arrimadas no pudo ni siquiera presentarse a la investidura. En 2021, volvió a pasar lo mismo pero, en esta ocasión, con el PSC. La suma de los separatistas impidió a Salvador Illa gobernar.
A por el apoyo de ERC
"Gobernar no es fácil", reconocen en la dirección del partido donde creen que, tras las elecciones, se abre "la segunda etapa" y la más complicada: la de conseguir los apoyos. En la dirección del partido creen que, una de las fórmulas más viables para poder investir a Illa, es que ERC quede por encima de Junts. Algo que no pronostican las encuestas. Si, por el contrario, Puigdemont es más votado que Pere Aragonés anticipan que habrá "una presión brutal" sobre los republicanos para que voten a favor de investir al prófugo en vez de a Illa.
El escenario que desea Moncloa y Ferraz es el de ERC por encima de Junts. Creen que, con estas cartas, "no estaría tan claro" que Puigdemont aceptase una investidura de Aragonés. Lo que no quieren ni oír hablar, al menos de momento, es de una repetición electoral pese a que es uno de los escenarios que barajan en el entorno separatista como la opción más viable ante unas cartas endemoniadas.
El guante blanco de los socialistas con ERC es evidente. Ni siquiera exteriorizaron su malestar con Gabriel Rufián en la Comisión de Investigación en el Congreso la semana pasada. El portavoz de ERC hizo una duro interrogatorio a Salvador Illa que fue más allá de su gestión al frente del Ministerio de Sanidad, poniendo en duda su etapa como alcalde en la Roca de Vallés y lanzando sospechas sobre corrupción.
Tampoco se han quejado por las burlas de ERC sobre el estado de Pedro Sánchez mientras estaba recluido. "Yo también quiero mucho a mi mujer", dijo con sorna el candidato Pere Aragonés. Los socialistas saben que ERC tiene que radicalizarse para luchar por el votante que se disputan con Junts y aceptan que, durante las últimas sesiones de control, hayan sido más duros, llegando a recuperar banderas como el "España nos roba", pese a que luego son algunos de sus socios más leales.

