
El separatismo sigue en horas bajas. Mucho tendrá que bregar Lluís Llach, el nuevo presidente de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), para reactivar la capacidad de convocatoria de la organización que llegó a reunir a cientos de miles de personas en las calles catalanas durante los momentos más duros del procés. Ahora mismo y según se ha podido comprobar este fin de semana, el brío independentista a pie de calle se reduce a 1.500 personas, según la cifra aportada este sábado por la Guardia Urbana sobre la última manifestación independentista.
De manera un tanto apresurada, Lluís Llach decidió la semana pasada que se llevaría a cabo una manifestación para exigir la aplicación de la amnistía a Puigdemont. Acababa de trascender que el Tribunal Supremo rechazaba aplicar la amnistía al cargo de malversación que aún pesa sobre el expresidente de la Generalidad prófugo y Llach convocó por su cuenta y riesgo una manifestación de protesta, la primera bajo su mandato. El resultado, un pinchazo descomunal, mil quinientas personas según la Guardia Urbana que fueron de la plaza Urquinaona a la plaza de San Jaime. A las puertas de la Generalidad dejaron el suelo lleno de migas de pan. Una "performance" para decir que ya no se conforman con las migas y que quieren el pan entero. O sea, todos los impuestos y la independencia.
El fiasco sumado a que Marta Rovira no ha suscitado grandes muestras de apoyo en su regreso a España (quinientas personas en el pueblo ampurdanés de Cantallops) ha activado las alarmas del independentismo. A diferencia de lo que ocurría en la pasada década, con exhibiciones multitudinarias, la base social del separatismo se ha ido diluyendo al tiempo que permanecen los líderes y las caras que llevaron a Cataluña al colapso sin conseguir sus propósitos. La falta de renovación en las cúpulas de los partidos no incentiva a quienes antaño secundaban las manifestaciones independentistas. La ANC es percibida ahora como una herramienta de Junts al servicio de Puigdemont, no como el órgano transversal donde se cocinaban las convocatorias y los consensos básicos. Òmnium trabaja por su cuenta, al margen de la unidad de acción con la ANC de antaño y ERC se ha apartado también de la entidad que ahora preside Llach, a quien definen como el amigo de Puigdemont.
El fracaso de convocatoria se atribuye al periodo vacacional y a la bisoñez de Llach y su reducido equipo de colaboradores. Es también una muestra de la contestación interna que suscita el liderazgo del cantante y exdiputado, que necesitó de cuatro vueltas para acceder a la presidencia de la organización. A la vez, confirma el letargo del movimiento, incapaz de levantar cabeza desde la pandemia.