Los bandazos de una Izquierda Unida que trata de reavivar su espacio
Izquierda Unida ha protagonizado varios intentos de sacar la cabeza y recuperar el papel perdido durante esta legislatura.
La firmeza con la que Izquierda Unida echó a andar bajo el liderazgo de Julio Anguita dista mucho de la proyección actual de la organización que hoy encabeza Antonio Maíllo. Tras años de titubeos estratégicos y alianzas cambiantes, la formación ha visto cómo su perfil político se ha desdibujado. Su integración primero en Unidas Podemos y, más recientemente, en Sumar, ha contribuido a diluir un mensaje que antaño se distinguía. Sin embargo, esta semana, IU ha querido marcar un punto de inflexión: ha golpeado la mesa con el objetivo de recuperar el espíritu movilizador que inspiró su nacimiento.
Tras el "No a la guerra", que marcó su identidad política, Izquierda Unida ha hecho saltar las alarmas esta semana al insinuar una posible ruptura con el Gobierno de coalición a raíz del plan de rearme de Pedro Sánchez valorado en más de 10.000 millones de euros, y el contrato de 15 millones de balas a Israel. "Contemplamos todos los escenarios", deslizaban desde la formación. Sin embargo, menos de 24 horas después, y tras la rescisión del contrato, IU dio por zanjada la crisis, pese a reconocer que existen otros nueve acuerdos con el Estado israelí aún en tramitación.
Ahora la ruptura ha quedado descartada. Desde Izquierda Unida insisten en que permanecerán vigilantes y confían en que el PSOE actúe en consecuencia, cancelando el resto de contratos aún pendientes con el Estado israelí pese a reconocer que es un partido "desleal". Sin embargo, omiten que ya en noviembre de 2023 varios ministros del ala socialista del Ejecutivo reiteraron públicamente su intención de anular todas las licitaciones vinculadas a Israel.
Izquierda Unida ha tenido varios arranques por sacar la cabeza y recuperar el protagonismo perdido durante esta legislatura de la mano de Sumar. Tras la acusación por acoso sexual al exportavoz Íñigo Errejón y su salida a finales de 2024, la formación reclamó no solo un reequilibrio interno en la asignación de portavocías en el Congreso, sino también una revisión del nombre del grupo parlamentario. Argumentaban que compartir denominación con la organización Movimiento Sumar generaba confusión. Sin embargo, esas demandas han terminado arrinconadas.
Tampoco lograron hacer valer sus intereses en las elecciones europeas, donde Izquierda Unida se quedó, por primera vez en 25 años, sin representación en el Parlamento Europeo. Un revés histórico que puso de manifiesto su menguante influencia dentro del espacio político de Yolanda Díaz, estando por detrás en la lista de Compromís.
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