
Carlos Mazón ha anunciado que dimitirá convirtiéndose así en el presidente de la Comunidad valenciana más breve por detrás de José Luis Olivas, que apenas estuvo en el cargo un año. Lo hace completamente hundido, después de un año de calvario personal y político, dado su empeño por mantener el puesto, convencido de que podía reconducir la situación. La fatídica comida el día de la dana ha terminado siendo su tumba política y ha dejado tocado a todo el PP.
Quienes conocen a Mazón de cerca le describen como una persona excesivamente confiada, poco prudente, temerario a veces en la toma de decisiones. Cualidades que en política pueden ser favorables cuando el viento sopla de cara pero que se tornan rápidamente en contra ante situaciones de dificultad, donde la templanza y el cálculo calmado ayudan en la toma de decisiones.
La negligencia de atender asuntos personales en plena inundación dejó muy tocada su imagen, que fue deteriorándose aún más ante el constante cambio de versiones sobre lo ocurrido el día de la catástrofe y en las horas posteriores. Una maraña de contradicciones en la que ha quedado atrapado y que se suman a su negativa de solicitar el estado de emergencia.
Los insultos y abucheos en el funeral de la dana, sumado a la causa judicial, con cambios de estrategia de sus excolaboradores, han terminado por darle la puntilla en el peor momento posible para el PP, en plena declaración ante el TS del fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, días después de la comparecencia de Pedro Sánchez en el Senado y cuando el Tribunal Supremo ha dejado patente sus dudas sobre la financiación irregular del PSOE. Asuntos, todos ellos, que el PP no ha podido rentabilizar por no haber resuelto la situación de Mazón.
Desconfianza creciente desde el 23-J
Feijóo siempre ha respaldado públicamente a Mazón pero su relación ha estado repleta de altibajos y tiranteces, especialmente después del 23-J, ya que la dirección nacional responsabilizó en gran medida al presidente valenciano del resultado fallido por su premura en pactar con Vox, sin esperar a que el partido fijara una posición común sobre la relación que quería mantener con los de Abascal. Se habla incluso de que se saltó la orden de la dirección nacional.
El acuerdo con Vox, muy criticado en su redacción inicial por estar repleto de vaguedades, dio el pistoletazo de salida a las negociaciones autonómicas entre PP y Vox, sin que Génova hubiera fijado un rumbo, lo que provocó incoherencias en el discurso, con las Comunidades negociando cada una por separado.
Esos cambios, como demostró la diferencia de criterio expresada por la presidenta extremeña, María Guardiola, marcaron la campaña de las generales. Esto, unido a la movilización de la izquierda por el temor a Vox, dejaron a Feijóo a cuatro escaños de la presidencia, según concluyó el partido en sus análisis postelectorales.
De la misma manera que Mazón pactó rápidamente con Vox, fue el primero en nombrar nuevo equipo cuando los de Abascal decidieron abandonar los gobiernos. Apenas hora y media después de que el líder de Vox anunciara la ruptura de los pactos autonómicos, el presidente valenciano cesaba a sus consejeros, entre ellos a la de Justicia e Interior, Elisa Núñez, al frente también de las Emergencias valencianas, y que fue sustituida por Salomé Pradas, dimitida e imputada.
Un político de Alicante en tierra valenciana
Mazón llegó a la presidencia del PP en la Comunidad Valenciana de la mano de Pablo Casado y Teodoro García Egea, que le eligieron frente a Isabel Bonig, la candidata natural como presidenta del PP valenciano hasta ese momento, y cuya labor principal había sido coser al partido en su peor momento político, dividido y asediado por la corrupción como estaba tras la salida de Francisco Camps.
En lugar de premiar la labor de Bonig, Casado y García Egea optaron por Mazón, entonces presidente de la Diputación de Alicante y líder de la formación en esta provincia, en una operación de acoso y derribo contra Bonig que acabó provocando su salida de la política. Su renuncia se produjo, según dijo, porque "el partido no podía permitirse ir a unas primarias en las que perdíamos todos".
Llegó a la presidencia del PP valenciano aupado por la dirección nacional, pero sin suficiente respaldo territorial ni cuadros de peso en los que confiar, de ahí que se rodeara personas de su más estricta confianza, lo que dos años después ha quedado al descubierto.

