¡Aivalaórdiga! ¡¡Pero si resulta que hasta Unamuno -el clarividente tardío- conocía a las tiorras!! ¡Ondiá!: Leed, leed.
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¡Aivalaórdiga! ¡¡Pero si resulta que hasta Unamuno -el clarividente tardío- conocía a las tiorras!! ¡Ondiá!: Leed, leed.
Enviado por Aznarfan el día 5 de Febrero de 2014 a las 22:07
Resulta que la progrez guarreras, hirsuta fea y humanista hasta el capuchón de su pèqueño cipote, ya había hecho el "femen". Yo lo sabía, pero que lo hayan reeditado hoy a tal extremo de exactitud me desconcierta un poco.
He aquí a D. Miguel:
Uno de los ejemplos de la degeneración de la vida nacional que me resulta especialmente repulsivos -y no son escasos- es ese fenómeno antropológico que Unamuno denominó las «tiorras». Se refería el escritor a un nuevo tipo de mujer emergido durante la Segunda república que se caracterizaba por una ordinariez, un mal gusto y una adopción de las peores características del comportamiento masculino que provocaba el más profundo desagrado a cualquier persona sensible. Unamuno sabía lo que se decía porque entre las tiorras que tuvo la desgracia de conocer se encontró desde la Margarita Nelken que pedía sumergir España en sangre para purificarla a la Pasionaria que amenazó a Calvo Sotelo en las Cortes apenas unas horas antes de que lo asesinaran los guardaespaldas del socialista Indalecio Prieto. De no haber muerto a las pocas semanas de iniciado el conflicto, Unamuno seguramente hubiera llegado a conocer a personajes como la Pecosa, una miliciana que sentía un enorme placer asesinando a inocentes, especialmente si pertenecían al clero. Por desgracia, las «tiorras» han regresado a nuestra sociedad hace tiempo y no se han recatado de poner de manifiesto su carácter. En unas ocasiones, han escrito que los votantes del PP eran «unos hijos de puta»; en otras, han abogado por la quema de los libros que no les gustan y tampoco han faltado ejemplos de las que señalaban cómo al escuchar la radio por las mañanas les entraban ganas de fusilar a dos o tres periodistas o incluso se han permitido hacer chistes de pésimo gusto sobre monjas violadas. Debo reconocer que las «tiorras» siempre me han provocado una profunda repugnancia. Quizá es porque cuando siendo niño vi «La Pimpinela escarlata» yo estaba con el intrépido inglés que salvaba gente de la chusma revolucionaria y no con aquellas Erinias que hacían calceta y lanzaban carcajadas cada vez que caía una cabeza en el cesto de la guillotina. Pero creo que tengo más razones. La «tiorra» no es -como quisieran creer algunos- fruto de la opresión porque en su inmensa mayoría, al menos actualmente, son pequeño-burguesas que no tienen la menor idea de lo que son las dificultades comunes del ser humano corriente. En realidad, la «tiorra» constituye una degeneración del género femenino. A lo largo de mi existencia he conocido -comenzando por mi propia casa- a mujeres que tenían que luchar a brazo partido con una realidad difícil, que sacaban adelante a sus hijos dejándose la vida y que ni por aproximación contaban con una ecuatoriana para que las ayudara en las labores domésticas ni mucho menos con la pléyade de electrodomésticos actuales. Respaldaban a sus maridos, educaban y atendían a sus hijos, mantenían la casa como los chorros de oro y en no pocas ocasiones incluso contribuían económicamente a las cargas familiares. En más de una ocasión y en más de dos ni fueron comprendidas ni contaron con más instancia a la que dirigirse que el Dios que, encarnado, también tuvo una madre. Sin embargo, ninguna de ellas perdió la ternura ni renunció a la maternidad ni se dedicó a culpar de todos los males a los hombres ni mucho menos convirtió su boca en un vertedero desde el que lanzar escupitajos biliosos. En suma, no se convirtieron en «tiorras», porque tampoco nunca desearon ser, en vez de mujeres como Dios manda, patéticos y amargados remedos de tíos
He aquí a D. Miguel:
Uno de los ejemplos de la degeneración de la vida nacional que me resulta especialmente repulsivos -y no son escasos- es ese fenómeno antropológico que Unamuno denominó las «tiorras». Se refería el escritor a un nuevo tipo de mujer emergido durante la Segunda república que se caracterizaba por una ordinariez, un mal gusto y una adopción de las peores características del comportamiento masculino que provocaba el más profundo desagrado a cualquier persona sensible. Unamuno sabía lo que se decía porque entre las tiorras que tuvo la desgracia de conocer se encontró desde la Margarita Nelken que pedía sumergir España en sangre para purificarla a la Pasionaria que amenazó a Calvo Sotelo en las Cortes apenas unas horas antes de que lo asesinaran los guardaespaldas del socialista Indalecio Prieto. De no haber muerto a las pocas semanas de iniciado el conflicto, Unamuno seguramente hubiera llegado a conocer a personajes como la Pecosa, una miliciana que sentía un enorme placer asesinando a inocentes, especialmente si pertenecían al clero. Por desgracia, las «tiorras» han regresado a nuestra sociedad hace tiempo y no se han recatado de poner de manifiesto su carácter. En unas ocasiones, han escrito que los votantes del PP eran «unos hijos de puta»; en otras, han abogado por la quema de los libros que no les gustan y tampoco han faltado ejemplos de las que señalaban cómo al escuchar la radio por las mañanas les entraban ganas de fusilar a dos o tres periodistas o incluso se han permitido hacer chistes de pésimo gusto sobre monjas violadas. Debo reconocer que las «tiorras» siempre me han provocado una profunda repugnancia. Quizá es porque cuando siendo niño vi «La Pimpinela escarlata» yo estaba con el intrépido inglés que salvaba gente de la chusma revolucionaria y no con aquellas Erinias que hacían calceta y lanzaban carcajadas cada vez que caía una cabeza en el cesto de la guillotina. Pero creo que tengo más razones. La «tiorra» no es -como quisieran creer algunos- fruto de la opresión porque en su inmensa mayoría, al menos actualmente, son pequeño-burguesas que no tienen la menor idea de lo que son las dificultades comunes del ser humano corriente. En realidad, la «tiorra» constituye una degeneración del género femenino. A lo largo de mi existencia he conocido -comenzando por mi propia casa- a mujeres que tenían que luchar a brazo partido con una realidad difícil, que sacaban adelante a sus hijos dejándose la vida y que ni por aproximación contaban con una ecuatoriana para que las ayudara en las labores domésticas ni mucho menos con la pléyade de electrodomésticos actuales. Respaldaban a sus maridos, educaban y atendían a sus hijos, mantenían la casa como los chorros de oro y en no pocas ocasiones incluso contribuían económicamente a las cargas familiares. En más de una ocasión y en más de dos ni fueron comprendidas ni contaron con más instancia a la que dirigirse que el Dios que, encarnado, también tuvo una madre. Sin embargo, ninguna de ellas perdió la ternura ni renunció a la maternidad ni se dedicó a culpar de todos los males a los hombres ni mucho menos convirtió su boca en un vertedero desde el que lanzar escupitajos biliosos. En suma, no se convirtieron en «tiorras», porque tampoco nunca desearon ser, en vez de mujeres como Dios manda, patéticos y amargados remedos de tíos
El otro dia leìa yo que la Masonerìa promocionaba el feminismo de gènero como un ariete contra la familia. Este es otro aspecto màs de la lucha universal entre el bien y el mal, entre Dios y Lucifer.
Enviado por Xyz el día 5 de Febrero de 2014 a las 22:46
No hay nada nuevo bajo el sol. Guarronas tampoco.
Enviado por Papulus el día 5 de Febrero de 2014 a las 22:48
Ya decía yo que Unamuno no podía decir esas cosas...Nos traes una excrecencia del hermano gordo seboso y reprimido de Nacho Vidal ...
Enviado por Soyfierr el día 5 de Febrero de 2014 a las 23:53
Lo decía el clarividente retrasado... y lo digo yo. En tus morros: Tiorra.
Enviado por Aznarfan el día 6 de Febrero de 2014 a las 13:07
El artúculo que le cuelgas a unamuno es de Cesar vidal de 2008. Por lo menos no mientas,fanchorra...
Enviado por Soyfierr el día 6 de Febrero de 2014 a las 14:06
El artículo? Mm... pues sí, oye. Vehículo necesario, le dicen. Pero, ¿quién se extrañaría de leerte, ------->
Enviado por Aznarfan el día 6 de Febrero de 2014 a las 14:21
oh pobre activísima/mo/me poijillo/a/e del foro?
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Siempre sustuve que vuestro pecado es siempre la mitad. La mitad de pecado, que no de hedor. Y la mitad de culpabilidad, además. El hecho de que os hayan convencido de que extendiendo el hedor a cadaverina hasta el infinito os haría comparables a nosotros, a los buenos, sólo hace que la carga de la culpabilidad recaiga con mayor fuerza sobre vuestros pastores. Asumís vuestra falta de futuro -es mejor llamarla así que tratar de hacer un retrato del mismo- y, asumiéndola, sólo queda acelerar a fondo en el odio.
Porque, querida/do/de, habrás de coincidir, -si no conmigo al menos con cualquiera que haya leído más de dos libros-, que en sentimientos andáis los progres como un caracol en un espejo: Sólo tenéis un agujero (el del odio) y dando por sentado que la gente limpia es católica al 80% lanzáis vuestra penosa baba de continuo SABIENDO QUE inevitablemente habrá un 25 % que os conteste y hasta dialogue con vosotros.
Y entonces, ufanos, soltáis aquello del asno: "¡Aramos!"...
Pobres.
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Siempre sustuve que vuestro pecado es siempre la mitad. La mitad de pecado, que no de hedor. Y la mitad de culpabilidad, además. El hecho de que os hayan convencido de que extendiendo el hedor a cadaverina hasta el infinito os haría comparables a nosotros, a los buenos, sólo hace que la carga de la culpabilidad recaiga con mayor fuerza sobre vuestros pastores. Asumís vuestra falta de futuro -es mejor llamarla así que tratar de hacer un retrato del mismo- y, asumiéndola, sólo queda acelerar a fondo en el odio.
Porque, querida/do/de, habrás de coincidir, -si no conmigo al menos con cualquiera que haya leído más de dos libros-, que en sentimientos andáis los progres como un caracol en un espejo: Sólo tenéis un agujero (el del odio) y dando por sentado que la gente limpia es católica al 80% lanzáis vuestra penosa baba de continuo SABIENDO QUE inevitablemente habrá un 25 % que os conteste y hasta dialogue con vosotros.
Y entonces, ufanos, soltáis aquello del asno: "¡Aramos!"...
Pobres.
Pues si que lo dijo, sr. soyfierr ++
Enviado por quejio el día 6 de Febrero de 2014 a las 14:58
Si no vea la nota 137 de este libro cuyo autor no es precisamente un facha:
http://books.google.es/books?id=NlL20N8cnQUC&pg=PA91&dq=unamuno,+tiorra&hl=es&sa=X&ei=vn3zUpH1LbCN0wXs_IG4AQ&ved=0CDQQ6AEwAA#v=onepage&q=unamuno%2C%20tiorra&f=false
Le saldrá la nota directamente.
Saludos
http://books.google.es/books?id=NlL20N8cnQUC&pg=PA91&dq=unamuno,+tiorra&hl=es&sa=X&ei=vn3zUpH1LbCN0wXs_IG4AQ&ved=0CDQQ6AEwAA#v=onepage&q=unamuno%2C%20tiorra&f=false
Le saldrá la nota directamente.
Saludos
A ver sr quejio,que Unamuno escribiese sobre esas mujeres es una cosa y que se le atribuya una cagada de César Vidal es otra. Cuando el fan dice "He aquí a D. Miguel:" miente como un mentiroso. el texto es del gordo resentido..slds
Enviado por Soyfierr el día 6 de Febrero de 2014 a las 17:57
Como os gusta a los regres mirar teta. st
Enviado por Chuchu el día 6 de Febrero de 2014 a las 16:47
Respondiendo a... ¡Aivalaórdiga! ¡¡Pero si resulta que hasta Unamuno -el clarividente tardío- conocía a las tiorras!! ¡Ondiá!: Leed, leed.
Enviado por nalp el día 6 de Febrero de 2014 a las 17:12
Por abundar en su mensaje, Sr. Aznarfan, es muy
posible que todas las mentadas "tiorras" están por
eso que llaman el derecho de las mujeres a decidir
sobre el asesinato del inocente no nacido, lo del
aborto, lo del derecho a matar y las que usted pone
como mujeres ejemplares, las que luchan a brazo
partido, las que respaldaban a sus maridos,
educaban y atendían a sus hijos, mantenían la casa
como los chorros de oro, contribuían
económicamente en no pocas ocasiones, que no
fueron comprendidas ni contaron con más instancia
a la que dirigirse que el Dios que, encarnado,
también tuvo una madre, que ninguna perdió la
ternura ni renunció a la maternidad, son las que se
oponen con razones de peso al aborto asesino, se
oponen con razones de peso al derecho a matar.
posible que todas las mentadas "tiorras" están por
eso que llaman el derecho de las mujeres a decidir
sobre el asesinato del inocente no nacido, lo del
aborto, lo del derecho a matar y las que usted pone
como mujeres ejemplares, las que luchan a brazo
partido, las que respaldaban a sus maridos,
educaban y atendían a sus hijos, mantenían la casa
como los chorros de oro, contribuían
económicamente en no pocas ocasiones, que no
fueron comprendidas ni contaron con más instancia
a la que dirigirse que el Dios que, encarnado,
también tuvo una madre, que ninguna perdió la
ternura ni renunció a la maternidad, son las que se
oponen con razones de peso al aborto asesino, se
oponen con razones de peso al derecho a matar.