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PEDIATRÍA

Gastroenteritis aguda

Dr. José Ignacio de Arana Amurrio

Biografía del Dr. José Ignacio de Arana Amurrio



Doctor en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor de Pediatría en la Facultad de Medicina de la misma Universidad. Médico Puericultor del Estado. Técnico Superior de Salud Pública de la Comunidad de Madrid. Ejerce como Pediatra desde hace 35 años en el Hospital General Universitario “Gregorio Marañón”. Miembro de Número de la Asociación Española de Médicos Escritores y Artistas. Autor de veinticinco libros, entre los que se cuentan La salud de tu hijo, todas la respuestas y Diga treinta y tres, anecdotario médico, y de más de 500 artículos en prensa sobre temas médicos y humanísticos. Ha recibido numerosos premios nacionales de narrativa. Ha pronunciado un centenar de conferencias y es colaborador habitual de medios escritos y radiofónicos en toda España.

Dr. José Ignacio de Arana Amurrio

La infección es, con mucho, la causante de la mayoría de las gastroenteritis que consideramos como agudas (GEA). Los gérmenes potencialmente patógenos para el aparato digestivo son casi innumerables, pero los que se encuentran en mayor número de GEA infantiles son salmonella , shigella , campylobacter y, en lactantes y niños menores de dos años, sobre todo rotavirus . La vía de llegada es mediante los alimentos o a través del contacto de los cuidadores; sólo excepcionalmente proceden de otros órganos como garganta u oídos. En la mayoría de los casos el diagnóstico etiológico precisa de la realización de cultivos de las heces.

La tendencia actual en el tratamiento de las infecciones gastrointestinales es a restringir el uso de medicamentos antibacterianos, confiando en el poder bactericida del propio organismo. La otra actitud terapéutica es el mantenimiento del equilibrio hidrosalino bien por vía oral o por vía intravenosa.

La noción fundamental de toda rehidratación es que la restitución de las pérdidas debe atender tanto al agua como a las sales que se pierden con las heces diarreicas y con los vómitos. Existen en farmacia varios productos preparados en forma de polvo para añadir al agua o ya en forma líquida que contienen esas sales en las concentraciones adecuadas para la edad infantil. En niños mayores, por encima de los siete años, puede ser útil la administración de alguna bebida isotónica de las comercializadas para deportistas o como refresco; pero ¡nunca en menores de esa edad!

En todo proceso diarreico infantil, o con vómitos intensos, con un intestino inflamado, es fundamental mantener durante unas horas el reposo del aparato digestivo y éste sólo se obtiene mediante el ayuno. Durante este período de ayuno la hidratación oral cubrirá perfectamente las necesidades y restaurará una parte de las pérdidas. Los padres no deben asustarse cuando a su hijo con una GEA el pediatra le mande ocho o doce horas de abstinencia absoluta de alimentos; si en ese período de mayor agudeza de la enfermedad se pretende forzar la alimentación, el aparato digestivo responderá con un mayor rechazo y no será posible el inicio de su recuperación. Si el niño tolera durante esas horas la administración de pequeñas y repetidas cantidades del líquido hidratante será más que suficiente. Si el cuadro fuese tan intenso que no restara ni siquiera esa mínima tolerancia sería necesario recurrir a la rehidratación por vía intravenosa en un hospital.

Transcurridas las horas de ayuno que haya ordenado el pediatra, se iniciará la realimentación utilizando alimentos astringentes y de fácil digestión (harina de arroz, zanahoria, caldos ligeros, etc.), siempre respetando el apetito del niño y sin forzarle. Se continuará ofreciendo como bebida la solución hidratante. Este régimen debe mantenerse hasta pasadas veinticuatro o cuarenta y ocho horas de la normalización de las deposiciones y la desaparición de los vómitos; entonces se pasará paulatinamente, en otros dos o tres días, a la alimentación normal que estuviese recibiendo el niño antes del comienzo de su enfermedad.

La consecuencia más ominosa e inmediata de un trastorno diarreico o de vómitos es la deshidratación, o sea, la pérdida de una parte del agua contenida en los tejidos. Los signos iniciales de deshidratación en el lactante son: decaimiento, sequedad de la mucosa de la boca, con lengua áspera al tacto, ausencia de lágrimas, ojos hundidos, y depresión del nivel palpable de la fontanela. La presencia de varios de estos signos hace casi obligada la rehidratación intravenosa porque son índice de unas pérdidas que muy difícilmente podrán ser restauradas utilizando sólo líquidos orales.

La mejor prevención de este cuadro consiste en el regular ofrecimiento de líquidos a todo niño que empieza a vomitar o con síntomas diarreicos. Al inicio de estas enfermedades la tolerancia digestiva todavía puede ser medianamente buena y el propio niño controlará sus necesidades tomando más o menos del líquido ofrecido. El niño mayorcito sabrá manifestar su sed y pedirá agua, pero el más pequeño, que no sabe hablar, carecerá de esta posibilidad de petición de ayuda por lo cual en ellos hay que estar mucho más atentos y ofrecerles agua o solución hidratante constantemente.

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