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El partido de Andrew Jackson se enfrenta a mapas electorales y cambios demográficos que harán muy difícil que gane a nivel nacional si no cambia.

Los demócratas tendrán difícil volver a ganar en EEUU

El partido de Andrew Jackson se enfrenta a mapas electorales y cambios demográficos que harán muy difícil que gane a nivel nacional si no cambia.

Los demócratas han perdido estas elecciones. Pero su problema no son estas elecciones. Son las que están por llegar. No ya porque la victoria de Trump puede considerarse como una derrota de la variante virulenta de progresismo que ha sido la fuerza impulsora del Partido desde hace una década, sino porque los números traen consigo malas noticias para la izquierda norteamericana.

A corto plazo, tienen un gran problema en el Senado, en el que actualmente hay 53 senadores republicanos por 47 demócratas y no pinta bien en un futuro cercano. Cuando las diferencias ideológicas no eran tan acusadas entre ambos partidos, no era raro que estados que votaban fiablemente a un partido en las presidenciales eligieran a un senador del partido rival. Sin embargo, esto cada vez es más raro, y sólo continúa pasando cuando el senador en cuestión fue elegido hace ya bastante tiempo y continúa siendo reelegido gracias en parte a la costumbre y en parte a la popularidad.

Pero los demócratas han perdido este año los únicos senadores que les quedaban de esa especie en extinción, y dado que los republicanos dominan en más estados que los demócratas, lo normal es que si nada más cambia el Senado tienda a una mayoría republicana estable. En el supuesto de que los demócratas lograran derrotar a Susan Collins, la única republicana elegida en un estado demócrata, Maine, y lograran ganar en todos los estados bisagra, sólo podrían recuperar el control del Senado en 2028, dentro de cuatro años, y eso si todo les sale bien en las dos próximas elecciones, lo cual no parece probable.

Pero peor lo tienen aún en las elecciones presidenciales y a la Cámara de Representantes a partir de 2030. El nuevo censo, si nada cambia, reflejará la emigración que se ha producido en los últimos años desde los estados más grandes dominados por los demócratas, California, Nueva York e Illinois, a los estados más grandes dominados por los republicanos, Texas y Florida. Eso reducirá el número de congresistas demócratas y aumentará los de los republicanos y hará más difícil, suponiendo que se mantenga el actual mapa de los estados bisagra, que los demócratas obtengan la presidencia, pues en el supuesto de ganar el llamado "muro azul" ya no tendrían los 270 votos electorales necesarios para ganar, sino tan solo 256.

Pintan bastos para los demócratas. Pero si hay algo cierto en un sistema bipartidista es que los partidos acaban cambiando para adaptarse a las nuevas realidades electorales.

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