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Donald Trump hace méritos para el Nobel de la Paz

Donald Trump, cuya política internacional está manchada por su cercanía a Putin, sorprende con su mediación de varios tratados de paz.

Donald Trump es lo peor que le ha podido pasar al mundo, sin duda, y no me escucharán decir lo contrario viendo cómo asiente a todo lo que le dice Putin y cómo trata a los países aliados de Estados Unidos. Parece a veces estar empeñado en convertir su eslogan de América Primero a América Sola. Pero, por otro lado, tampoco se puede negar que está consiguiendo algunos resultados sorprendentes en su papel de mediador internacional.

Admito que soy el primero en sorprenderse por ello, pero en lo que va de mandato ya ha conseguido que se firmen dos tratados de paz y varios alto el fuego en distintas partes del mundo. Si a Obama le dieron el Nobel de la Paz en 2009 por "sus extraordinarios esfuerzos para reforzar la diplomacia internacional", es decir, por nada concreto; ¿acaso no deberían valerle a Trump el premio tras la firma de tratados de paz entre Armenia y Azerbaiyán y entre Congo y Ruanda?

Por supuesto que no, porque Trump es Trump, y aunque no lo fuera seguiría siendo republicano y de derechas y por tanto no sería merecedor de recibir ningún reconocimiento por parte del muy progresista parlamento noruego, que es el encargado de nombrar la comisión que otorga este galardón.

Debate sobre el Premio Nobel de la Paz

Sí, seguro que podemos encontrar razones para no dárselo. Al fin y al cabo, mandó bombardear Irán, aunque fuera para impedir que los ayatolás se convirtieran en una potencia nuclear y además luego forzara a Israel a parar su propia ofensiva. Y apoya a Israel en su intento de acabar con Hamás, algo inaceptable para todos los biempensantes que consideran que el culpable de lo que sucede en Gaza es Israel, y no de la organización criminal que se esconde detrás de civiles para poder usarlos en su propaganda cuando mueren haciendo su papel de escudos humanos. Y por supuesto tenemos coleando ese asuntillo menor del asalto al Capitolio.

Por otro lado, es cierto que algunos de sus éxitos tienen sus raíces en el trabajo de la administración Biden, especialmente en el caso de Armenia y Azerbaiyán. Pero otros, como por ejemplo los acuerdos de Abraham entre Israel y varios países islámicos, los sacó adelante en su primer mandato en contra de todo el establishment diplomático mundial, que insistía en que era imposible que hubiera acuerdos de este tipo hasta que se resolviera el problema palestino. Pero ya vimos que los pactos con la malvada entidad sionista casi pesaron más en su contra que a favor. Su primer mandato fue el primero en mucho tiempo en que un presidente norteamericano no inició ninguna guerra. Eso tampoco sirvió.

Aunque ahora mismo parezca lejano, imaginen que Trump logra la firma de un acuerdo de paz entre Rusia y Ucrania. Seguro que, aun en ese caso, los mandamases del premio preferirán dárselo a Zelenski y al sátrapa de Moscú antes que al presidente norteamericano. Porque da igual lo que haga el: seguirá siendo Trump y, por tanto, no puede recibir un Nobel de la Paz bajo ninguna circunstancia. Con la ilusión que le haría.

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