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Democracia en América

Y el ganador es... John McCain

Si fuera por Hollywood y la gran mayoría de los medios, el ganador sería ya desde hace varias semanas Barack Obama. Basta mirar las recientes portadas de los semanarios y revistas de moda para darse cuenta. Lo de Obama se ha convertido ya en una obsesión, un rito pagano orquestado por unos pocos a cuenta de muchos. En todo caso, dentro de escasas horas sabremos ya el nombre del presidente electo de los Estados Unidos. Nos dicen que John McCain tiene una cuesta difícil para alcanzar la Casa Blanca y que a Obama se le presenta este martes una plácida noche electoral en la que le basta con ganar algunos de los estados tradicionalmente republicanos para alcanzar la presidencia. La gran mayoría de medios y otros tantos analistas políticos, incluidos respetables columnistas como George Will, pronostican ya para Obama un triunfo amplio y una noche cómoda.

Reconozcamos que McCain tiene ante sí una difícil cuesta que subir. Primero, por el estado de la economía y la incendiaria alarma (derivada en el lamentable intervencionismo financiero gubernamental) surgida curiosamente a sólo seis semanas de la elección presidencial; segundo, por la idea generalizada perpetrada por los medios y por la campaña de Obama de que Estados Unidos está en la dirección incorrecta y por el bajo apoyo popular del actual presidente; tercero, porque además de todo eso resulta también poco probable ganar elecciones presidenciales después de haber tenido dos mandatos anteriores con un presidente del mismo partido (sólo Truman -tras FDR- y Bush padre -tras Reagan- lo lograron); cuarto, porque McCain no acaba de convencer del todo a la base conservadora, a pesar de su acertada elección de Sarah Palin; quinto, por la enorme superioridad económica de la campaña de Obama; sexto, por la más que probable tendencia de los Republicanos a perder senadores y congresistas en estas elecciones; y séptimo, porque el actual éxito de la guerra de Irak (resultado en parte gracias al coherente apoyo de McCain a la escalada de tropas de Bush-Petraeus) ha sido consciente y totalmente ignorado y silenciado de forma descarada por la mayoría de los medios en los últimos meses.

Aun así, a pesar de esta cuesta por subir, quien esto escribe no acabó nunca de creerse ni el color, ni el ruido de esos fuegos artificiales tan favorables siempre a Obama; tampoco uno se creyó las abismales distancias entre los dos candidatos que han venido reflejando cientos de encuestas. Como ya anticipamos aquí hace algunos días y como también apuntó David Jiménez en su última entrada, las diferencias de dichas encuestas se han ido reduciendo notablemente en los últimos días. En estos momentos, como bien han ido comprobando nuestros lectores en sus comentarios, una victoria final de McCain no puede ni debe descartarse. De ella hemos venido escribiendo casi en solitario en las últimas cinco semanas y por esa victoria uno sigue apostando, aunque toda predicción entrañe siempre un riesgo. En todo caso, espero poder contarles lo que vea el martes tarde-noche en el Biltmore Hotel de Phoenix, adonde he tenido el honor de ser invitado para celebrar el cierre oficial de la campaña de McCain y la tradicional fiesta final que incluirá la presencia de John McCain y Sarah Palin. Pase lo que pase, desde luego, McCain es ya el ganador en cuanto a haber servido de verdad a este país dando casi una vida entera al servicio de Estados Unidos. Claro está que lo deseable es que McCain gane también este martes. Mentiría si no les dijera que uno hubiera querido ver un mayor intento por desenmascarar la verdad de Obama, siempre ocultada al público, pero McCain tiene su estilo y sólo cabe ya esperar el desenlace.

Tras este martes, tiempo habrá también de analizar lo que muchos conservadores en Estados Unidos pensamos sobre lo que ha ocurrido en esta campaña y la dirección que están tomando las cosas ideológicamente en el seno de ambos partidos. Por ahora, valga apoyar a McCain y esperar que el invento de marketing que fue, ha sido y es Obama salte por los aires, igual que lo hicieron Al Gore en 2000 y John F. Kerry en 2004. Las encuestas ya se equivocaron, y de largo, en aquellas presidenciales de hace ocho y cuatro años, como ya advirtió certeramente el pasado jueves Karl Rove en un artículo para el "Wall Street Journal". En esta elección del 4-N, además, resultará especialmente importante prestar atención a potenciales fraudes electorales como los que se han detectado ya en varios estados a través de la agencia ACORN, defendida y protegida por el Comité Nacional Demócrata y por Obama y su partido. Habrá que estar despierto en otros casos de posible fraude como el del estado de Florida. Y es que, no le falta razón a Thomas Sowell al calificar esta elección como una "tormenta perfecta", o sea, unas presidenciales que tienen a Obama como el candidato favorito, pero a la vez como el peor cualificado en la historia de los Estados Unidos. Y todo eso, por si fuera poco, llega en uno de los momentos más peligrosos de la historia de esta nación y de todo Occidente.

Como muestra de la tenebrosa sombra de Obama valga recordar que en estos últimos días hemos sabido de los esfuerzos por parte de su campaña y su partido por demonizar a Joe Wurzellbacher, el fontanero de Ohio a quien desde su estado han llegado incluso a realizar un registro oficial de sus informes personales. También ha quedado ya probado estos días que el amigo de Obama, el terrorista Bill Ayers, dedicó su libro "Prairie Fire", de 1974, a Sirhan Sirhan, el asesino de Robert F. Kennedy. (Aun así, los Kennedy... como si nada, siguen apoyando a Obama...). También en esta semana hemos seguido sin poder ver, por ocultación voluntaria del "Los Angeles Times" la cinta de Obama en una cena con el terrorista palestino Rashid Khalidi. Asimismo, hemos vivido el talante dictatorial y autoritario de Obama y su campaña al expulsar a tres periodistas de su avión, curiosamente tres reporteros de tres diarios que apoyaban la candidatura de McCain. Hemos sabido asimismo estos días que el plan inicial de Obama de no subir los impuestos a quienes ganen menos de 250.000 dólares anuales se redujo ya a la cifra de 200.000; después se bajó a 150.000 y ahora se ha quedado ya en 120.000, según confesó el valedor de Obama, Bill Richardson. La cifra seguirá bajando si pensamos en el conocido voto oficial de Obama de subir los impuestos a quienes ganen más de 42.000 dólares anuales... o sea a una amplia porción de la ciudadanía.

También estos días hemos comprobado el talante falsamente compasivo y justiciero de Obama, al llegar nuevos datos sobre la existencia real de varios familiares de Obama, ignorados y alienados por el propio candidato: desde aquel hermano de Nairobi viviendo en la pobreza a su tía kenyata malviviendo por Boston. Y eso que este santurrón Obama es quien tanto predica el reparto y distribución de la riqueza con dinero público; el mismo Obama que luego se niega a repartir sus bienes, sus riquezas y sus propiedades entre su propia familia keniata que se muere de hambre. También estos días nos hemos dado cuenta de que de aquello de la abuela blanca de Obama hospitalizada en Hawaii hace una semana, y a la que tan apresuradamente fue el mesías a visitar por estar tan grave..., no se ha vuelto a saber más, lo que aumenta las sospechas del uso político y étnico que Obama sacó de ese viaje. Y eso, por no entrar a mencionar ya los rumores de que la visita a Hawaii se debió más a dejar sellada la cuestión legal del polémico certificado de nacimiento de Obama, tema apenas tratado por los medios... Este es, en fin, el Obama del que poco o nada sabemos, el candidato presidencial menos escrutado en la historia de las presidenciales norteamericanas.

Les decía al inicio que resulta difícil creer en los fuegos artificiales del inevitable éxito de Obama. Su victoria, si es que ésta se da, procede de una campaña diseñada para alterar, distorsionar, humillar y hasta hacer perder toda esperanza a los votantes Republicanos. La estrategia propagandística y falazmente manipulada que es la campaña de Obama ha sido recientemente detallada en la blogosfera mediante una interesante filtración de una miembro desencantada del equipo de Obama. Lo que ella cuenta en un blog de seguidoras de Hillary Clinton (que puede, obviamente, creerse o no) resulta sintomático de la táctica empleada por la campaña de Obama. El objetivo, según esa filtración, ha sido siempre hacer perder la motivación a los votantes de McCain, tal y como hicieron durante las primarias con la Clinton. Tras ello, la operación en el campamento Obama ha venido siendo sistemáticamente infiltrar a sus agentes de campaña entre blogs y en páginas como youtube a fin de votar, opinar y crear un ficticio ambiente de insuperable apoyo a Obama. Lo mismo ocurre con todos los esfuerzos destinados a desbancar a la Gobernadora Sarah Palin y presentarla como una mujer sin valía. Se trata, en fin, de una operación masiva encaminada a pintar un cuadro más de emociones que de realidades y donde el triunfo de Obama, el gran redentor, se presenta como un hecho inevitable y casi consumado.

Para combatir todo esto, afortunadamente, contamos con el sentido común de la ciudadanía norteamericana, con la campaña misma de McCain -que es más optimista de lo que los medios quieren hacernos creer- y con grupos como el National Republican Trust que están sacando a la luz muchas de estas cosas en este último sprint de la campaña, con interesantes vídeos pagados por voluntarios y ciudadanos de a pie que no quieren ver ni en pintura a Obama en la Casa Blanca. No resulta muy difícil darse cuenta de que Obama encarna al político que no cree verdaderamente en el excepcionalismo norteamericano y que resulta ser el político oportunista que piensa que los grandes días de Estados Unidos son ya parte de un cuestionable pasado. A la luz del reportaje televisivo pagado por Obama esta semana y transmitido por varias cadenas, Obama percibe esta gran nación como un país en ruinas, deprimido y en absoluto caos. Su objetivo, como el de los más abyectos líderes de las izquierdas ideológicas, es dividir a las masas (ricos/pobre, blancos/negros...) y generar un estado de crispación y alarma ciudadana encaminada a que la figura mesiánica del señor presidente sea la solución de los males. Así se explican las muchedumbres que siguen ciegamente a Obama, la grandiosidad de sus escenarios y la demagogia populista de sus discursos.

Afortunadamente, el pueblo norteamericano es sabio. Podrá equivocarse esta vez -como lo hizo con Carter en 1976- pero le cuesta poco rectificar. En estos momentos, sin embargo, la realidad virtual que presenta Obama es muy distinta a lo que uno vive en este país. Lo que estamos viendo claramente millones de norteamericanos es al actor Obama en el infame teatrillo montado por el Partido Demócrata financiado por los criptosocialistas del mal llamado progresismo secular norteamericano. En el argumento, el malo sobre el escenario es McCain junto a sus primos Bush y Cheney; América es la muchacha violada y Obama el gran héroe justiciero y triunfador al que el público aplaude. Puede que el martes Obama engañe al público asistente. Y puede que no. En cualquier caso, cuando las luces de la historia se enciendan de verdad, el testigo espectador que vuelva a ver la obra comprobará la farsa de este héroe de plástico llamado Obama. Y por lo mismo, el espectador también comprobará a la luz del paso de algunas décadas la gran injusticia cometida por muchos al descalificar tan negativamente el cómputo global de la presidencia de George W. Bush.

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