
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha nombrado este martes a Gabriel Attal presidente del Gobierno, en un momento de gran debilidad del jefe del Estado. Macron trata de dar un nuevo impulso a su mandato, un año y medio después de su reelección, envuelto en luchas intestinas y guerras partidistas que provocan la parálisis del país. Y, según apuntan todos los analistas, esté señalando a su sucesor.
Gabriel Attal es el cuarto primer ministro que nombra Macron desde su acceso al Elíseo, tras Edouard Philippe, Jean Castex y Élisabeth Borne. Pese a su juventud (34 años) es dueño de de uno de los mayores patrimonios del actual gobierno, según la declaración que hizo a su entrada en el Ejecutivo.
¿Quién es Attal?
Nacido en 1989 en Clamart (Hauts-de-Seine) en el seno de una familia acomodada, su padre, Yves Attal, era un productor audiovisual de origen judío-tunecino, fallecido en 2015. Su madre, Marie, hija de una familia de exiliados de la revolución soviética (rusos blancos), ha colaborado en la productora familiar. Gracias a esta situación desahogada económicamente pudo formarse en las mejores escuelas del país.
Macronista de primera hora, Gabriel Attal ha protagonizado una meteórica carrera en apenas 5 años —aunque lleva 8 dedicado a la política—, desde que se afilió a En Marche!, siendo sucesivamente portavoz del Gobierno (2017-18) con 31 años, ministro de los presupuestos del Estado (2022) y ministro de Educación, desde julio de 2023.
Si como portavoz del Gobierno obtuvo mucha visibilidad, ha sido su ejercicio como ministro de Educación lo que le ha dado gran popularidad, siendo protagonista de titulares periodísticos día sí y día también, al liderar reformas de calado, como el plan contra el acoso escolar —que él mismo sufrió de pequeño— o la prohibición de la abaya musulmana por violar el principio de neutralidad religiosa, además de defender con firmeza la devolución de la autoridad en las aulas.
Un clon de Macron
Son muchos los paralelismos entre Macron y Attal, quien ha manifestado su profunda admiración hacia su jefe y al que profesa una fidelidad sin tacha, llegando a decir en una entrevista: "Creo en Macron, siento una verdadera fidelidad por él, porque estoy convencido de su proyecto".
Igual que Macron, Attal es un político precoz y dialécticamente brillante, un gran comunicador con un gran atractivo físico. Ambos han realizado una carrera profesional meteórica y ambos son un producto típico de la élite francesa. Attal estudió en la Escuela Alsaciana, de mucho prestigio en Francia, y posteriormente en Sciences Po, el Instituto de Estudios Políticos.
Por último, los dos vienen del socialismo y formaron parte del equipo de expresidente François Hollande. Cuando en 2017 Macron creó En Marche!, Attal dio el salto al partido y salió elegido diputado.
Los ‘méritos’ de Attal
Más allá de sus méritos académicos y de su formación, similares al de la élite política francesa, todos los medios han destacado dos rasgos de Gabriel Attal que por sí mismos no deberían considerarse un mérito. Ser joven —el primer ministro más joven de la V República— y ser abiertamente homosexual —también sería el primer presidente del Gobierno que lo hubiese declarado abiertamente—.
Resulta sorprendente tanta insistencia en la juventud como un mérito, algo que es cuando menos discutible: la precocidad per se no es ni buena ni mala. En España hemos tenido en la pasada legislatura ejemplos de jóvenes ministras cuyos logros en el ejercicio de su cargo son manifiestamente mejorables. El culto a la juventud es algo propio de nuestro tiempo, pero en sí mismo no indica nada del nuevo primer ministro francés, ni a favor ni en contra. A lo sumo que lleva toda su (corta) vida profesional dedicada a la política y que, por lo tanto, no tiene ninguna experiencia en el sector privado.
En cuanto a que es homosexual —es pareja del también diputado macronista Stéphane Séjourne— y no lo oculta, más de lo mismo: en el año 24 del siglo XXI no sería necesario ni comentarlo. Pero es algo que destacan todos los medios de comunicación como si su vida sexual aportase algo —se sobreentiende que positivo, si no lo fuese no se destacaría— a su desempeño político, pasado y por venir.
Sea como fuere, Attal goza actualmente de una popularidad de la que carece Macron. Mientras el presidente recibe más de un 65% de opiniones negativas, su primer ministro tiene un tanto por ciento parecido de opiniones positivas.
