
Nicaragua empieza a ser reconocida a nivel internacional como una dictadura que prohíbe la fe cristiana, la libertad de movimiento a la hora de abandonar el país y que persigue a la prensa y a los opositores de dos maneras: o bien con violencia o a través del acoso fiscal y judicial.
"Tarde o temprano a Daniel Ortega el poder se le va a acabar porque después de nosotros habrá otros luchando en las calles". Carlos Molina pronunciaba estas palabras nada más pisar el aeropuerto de Guatemala junto a otras 134 personas, cómo él, liberadas gracias al acuerdo alcanzado entre el régimen de Ortega y EEUU.
Entre ellas, también estaba Adela. Su madre, María, no había podido hablar con ella pero se había enterado de su llegada al verla en las imágenes en televisión: "Ahora, como muchas familias, estamos lejos pero, sé que está libre y estoy feliz", decía en declaraciones a esRadio.
Impiden salir del país a sus propios militantes
Daniel Ortega perpetúa su régimen desde el terror y alejado del foco internacional, que ha empezado a fijarse en el país tras los últimos cierres de medios de comunicación y las persecuciones a sacerdotes y oposición.
Sin embargo, militar en sus filas, tampoco es garantía de protección. En los últimos años, el régimen ha impedido salir del país a sus propios militantes y funcionarios por miedo a que den información a Estados Unidos.
Así lo ha asegurado en declaraciones a esRadio una de las trabajadoras de un organismo público de Nicaragua: "Cuanto más cerca estás del régimen, más peligro se corre". Y esto, apunta, vale también para los militantes: "Tienen tanto miedo a que haya disidencia, que no les están dejando salir del país". Funcionarios a sueldo de la dictadura que "se ven obligados a trabajar para ellos, con miedo, porque la mayoría no quiere esto para Nicaragua".
Persecución a los medios de comunicación
Ortega nunca ha sido discreto en sus pretensiones pero, desde 2022, sí ha intensificado la ejecución de las mismas. Empezó por cesar por sorpresa la emisión de CNN y después, continuó cerrando el diario La Prensa; el más crítico con el poder.
Su director, Juan Lorenzo Holmann fue entonces encarcelado y no ha sido liberado hasta el pasado mes de febrero en la tanda de 200 presos que Nicaragua deportó también a Guatemala.
Así lo ha confirmado a este medio uno de sus periodistas, Óscar Navarrete, que hoy trabaja desde el exilio: "Desde que la dictadura de Ortega llegó al poder este régimen fue reacio con la prensa independiente que se dedica a auditar y denunciar los actos de corrupción".
El procedimiento que relata Óscar, comienza a sernos familiar en España: "Empiezan a no invitarte a las coberturas y ese alejamiento, poco a poco, se va convirtiendo en censura y, esa censura, en represión".
La persecución fiscal y judicial
Navarrete también detalla la intensidad de esa represión que va más allá de las detenciones o los secuestros. En algunos casos nos las prácticas abusivas son incluso más eficaces para sus fines: "De primeras te pueden ir perjudicando por los impuestos, por la aduana si eres empresario, si eres comerciante de un mercado te confiscan tu tramo, si eres un médico te van a retirar tu licencia para ejercer… Van a venir mermándote poco a poco", explica el periodista.
La fe cristiana, prohibida
Por supuesto, continúa la represión al uso. La sufren también los cristianos en el país, donde la fe católica está siendo prohibida. De hecho, el año pasado, el régimen de Ortega-Murillo prohibió las procesiones de Semana Santa y desterró a medio centenar de sacerdotes del país.
El motivo no es la religión, pese a que Ortega y su mujer sean practicantes de la santería. El motivo es la crítica política de la Iglesia nicaragüense que, por cierto, echa en falta un posicionamiento firme por parte del Papa Francisco. Así nos lo asegura uno de los sacerdotes deportados, Rafael: "Esperábamos más de él. Más claridad. Sobre todo por la cantidad de clérigos que hemos tenido que abandonar el país y las más de 1.400 ONG que han sido cerradas por el régimen"
Las protestas y, en consecuencia, la represión son más intensas desde 2018. Pero, lo cierto es que Nicaragua lleva desde 2007 sumida en una dictadura por parte del matrimonio Ortega -Murillo que pretende perpetuarse como una dinastía.

