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Trece muertos en las batallas en un campo de refugiados palestinos, ante la indiferencia de la prensa internacional

Analizamos cómo es posible que trece palestinos fallezcan en combates militares y el tema no ocupe todas las portadas de la prensa internacional.

Analizamos cómo es posible que trece palestinos fallezcan en combates militares y el tema no ocupe todas las portadas de la prensa internacional.
El campo de refugiados palestinos de Ain al-Hilweh durante los enfrentamientos entre facciones palestinas. | EFE

En las pasadas dos noches se han reproducido los enfrentamientos en el mayor campo de refugiados palestinos en el Líbano, Ain al Hilweh. Otras tres personas han fallecido y una veintena más han resultado heridas, con lo que el total de muertos llega a trece y el de heridos ya pasa de sesenta.

Sin embargo, la prensa internacional, siempre tan sensible a los fallecidos palestinos en enfrentamientos con el ejército israelí, está pasando muy de puntillas por lo que está ocurriendo ahora. ¿Por qué? Pues por una razón muy sencilla: Israel no está implicado en absoluto y no hay forma de culpar al país hebreo, así que los periodistas no estiman que el asunto tenga interés.

Además, por supuesto, de que lo que está ocurriendo dibuja un perfil de las facciones palestinas muy lejos del retrato casi oficial que suelen dar los medios de casi todo el mundo: del pueblo oprimido sometido a la violencia israelí pasamos a la constelación de grupos extremistas, cuando no terroristas, dispuestos a matarse entre ellos alegremente.

¿Qué está pasando?

Desde el pasado sábado 29 el campo de refugiados de Ain al Hilweh se está viviendo una auténtica batalla en la que se usan hasta armas pesadas. Los contendientes son distintas facciones palestinas: de un lado estarían fuerzas vinculadas a Al Fatah, el partido que domina la Autoridad Nacional Palestina y controla Cisjordania, del otro miembros de distintos movimientos islamistas.

Los enfrentamientos empezaron cuando varios hombres armados intentaron asesinar a uno de estos terroristas islamistas, identificado como Mahmud Ali Zubaidat, alias El Somalí. Los combates se desarrollaron con extrema virulencia durante varios días, llegando a usar armamento pesado, y luego se llegó a una situación de calma que ha vuelto a quebrarse la pasada noche.

Entre los fallecidos están un trabajador de la UNRWA, la agencia de la ONU creada para asistir a los refugiados palestinos, y también un alto mando de Al Fatah en Ain al Hilweh, el general de brigada Abu Ashraf al Armushi, que era el responsable de Seguridad Nacional de su organización para la zona.

¿Armas pesadas en un campo de refugiados?

Uno de los aspectos más sorprendentes de la noticia es el hecho de que en un campo de refugiados se pueda llegar a usar armas pesadas. Hay varias razones que lo explican y la primera es que en realidad Ain al Hilweh no es el paisaje dramático de tiendas de campaña que todos imaginamos al oír las palabras "campo de refugiados", sino una ciudad.

Y es que la situación de los mal llamados "refugiados palestinos" es una anomalía que no tiene lugar en ningún otro sitio del mundo: lo son desde 1948, cuando huyeron del nuevo estado de Israel durante o tras la guerra que cinco estados árabes lanzaron contra el país hebreo un día después de proclamarse su independencia.

La confrontación bélica supuso cambios en las fronteras que había trazado el acuerdo en la ONU y tanto árabes como israelíes forzaron desplazamientos de población para lograr territorios más homogéneos desde el punto de vista de sus habitantes. Los desplazados de la parte árabe se asentaron sobre todo en el Líbano y Jordania –por aquel entonces todavía denominada Transjordania– países que desde entonces han negado a estos refugiados y a sus hijos y nietos la nacionalidad y la posibilidad de establecerse libremente, por lo que existen estos campos que, como es lógico, en los casi 75 años transcurridos desde entonces se han convertido en auténticas ciudades.

Ciudades, eso sí, que son territorios absolutamente sin ley y más aún en un Estado fallido como Líbano, en el que las milicias armadas están a la orden del día y, de hecho, una de ellas tiene tanto o más poder militar que el ejército regular: Hezbolá.

Una negociación… y un negocio

La existencia de millones de refugiados palestinos –eran unos cientos de miles pero han transmitido tal condición primero a los hijos y luego a los nietos y así generación tras generación de forma que ahora se habla de 5,9 millones– ha servido durante todas estas décadas como uno de los arietes de la negociación entre Israel y los palestinos, así como un elemento de presión de los países árabes.

Y es que tan pronto como en diciembre de 1948 la ONU aprobó su resolución 194, uno de cuyos artículos reconocía el derecho de estos refugiados a volver a sus hogares en territorio israelí. Como es obvio, el problema es que al convertirse la condición de refugiado en algo así como un bien hereditario, setenta años después esta pretensión se ha convertido en algo completamente inviable: si todo Israel no llega a los 9 millones de habitantes es un disparate pensar que se podrían absorber 5,9 millones de golpe.

Por otro lado, la propia ONU creaba en 1949 la UNRWA, una agencia "para la población refugiada de Palestina en Oriente Próximo". En estas décadas ha pasado de ser una organización temporal para atajar un problema concreto a una estructura permanente que maneja un presupuesto formidable de 1.600 millones de dólares y da trabajo a un montón de personas, cerca de 30.000, muchas de las cuales ni son palestinos ni viven en los campos de refugiados.

Viendo estos antecedentes y la situación sobre el terreno como mínimo cabe preguntarse si una organización de la ONU con un presupuesto de ese calibre va a trabajar realmente para solucionar el problema que la ha hecho nacer o, al contrario, va a actuar pensando en su propia supervivencia y, por tanto, postergando en el tiempo las posibles soluciones. Les dejamos a ustedes responder a esa duda.

En definitiva, como prácticamente todo en el conflicto árabe–israelí la cuestión de los refugiados palestinos no es un asunto sencillo con unos buenos muy buenos y unos malos muy malos: hace falta conocer un complejo contexto histórico para entender qué está ocurriendo… y porque la prensa internacional pasa de puntillas sobre el tema.

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