Once personas han muerto, la mayoría, niños, tras un atentado del grupo terrorista libanés Hezbolá este sábado, en Majdal Shams, en el norte de los Altos del Golán. Además, según el servicio de emergencia israelí, al menos otra treintena de personas están heridas, varias de ellas de gravedad. Es el peor atentado registrado contra civiles en la zona aledaña a la frontera con Líbano desde el inicio de la guerra de Gaza en octubre
Tal y como informa Noticias de Israel, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) explicaron que el cohete cayó en un campo de fútbol donde había niños jugando. El Ejército investiga por qué el proyectil no fue interceptado. El ministro de Defensa, Yoav Gallant, el Jefe del Estado Mayor de las FDI, teniente general Herzi Halevi, y otros altos funcionarios de defensa, están evaluando la situación.
Por su parte, Hezbolá ha negado en un comunicado cualquier responsabilidad en el atentado: "No tenemos ninguna conexión con el incidente y negamos categóricamente todas las acusaciones falsas", afirmó el grupo terrorista. Cabe apuntar que, previamente, Hezbolá había declarado haber lanzado docenas de cohetes contra una base del ejército en los Altos del Golán, cerca de Majdal Shams, una ciudad y una zona en la que la mayor parte de la población pertenece a la minoría drusa, uno de los colectivos no judíos dentro de Israel.
Sin embargo, las FDI sostienen que, tras sus evaluaciones y la información de inteligencia disponible, Hezbolá es la responsable de semejante carnicería.
¿El inicio de otra guerra?
Mientras escribimos estas líneas, la cúpula del ejército de Israel se haya reunida. Si, tal y como es previsible, se confirma definitivamente la autoría de Hezbolá, esta masacre podría suponer una escalada definitiva entre la banda terrorista que ocupa buena parte de Líbano e Israel.
Desde que Hamás llevo a cabo su gigantesco atentado desde Gaza en el sur de Israel el pasado 7 de octubre, el norte del país ha vivido en un estado de preguerra: los bombardeos de los chiitas de Hezbolá desde Líbano son prácticamente diarios y siempre se siguen de acciones de represaría de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI por sus siglas en inglés) contra objetivos de la banda terrorista.
De hecho, unas 70.000 personas, los que viven en las localidades más cercanas a la línea fronteriza, han sido desplazados y viven desde hace casi diez meses como refugiados en otras partes de Israel, con lo que eso supone para todo el país.
Hasta ahora y pese a las exigencias de esos 70.000 desplazados y las provocaciones de Hezbolá, se ha evitado que esta situación de extrema tensión haya desembocado en conflicto a gran escala, pero el terrible atentado de este sábado podría cambiar las cosas.
De desatarse una guerra caben dos estrategias base para las FDI: intentar infringir un daño tal a Hezbolá que la organización quede prácticamente desmantelada durante años, tal y como se ha hecho en el sur con Hamás, lo que supondría una guerra total de consecuencias durísimas tanto para Líbano como para el propio Israel.
O, lo que sería un objetivo aparentemente más sencillo pero es muy difícil que se materialice de forma limitada, simplemente empujar a los terroristas al norte del río Litani, la línea que no deberían haber rebasado según la resolución 1701 de la ONU, que marcaba las condiciones de alto al fuego en el anterior conflicto entre Israel y Hezbolá, que tuvo lugar en 2006.
Una separación que la propia ONU, que ha desplegado en la zona contingentes de cascos azules en los que participaban tropas españolas, ha sido incapaz de hacer respetar, lo que es sin duda una de las causas de la actual situación en la zona.