A pesar de que se habla continuamente del pueblo palestino, lo cierto es que muy poca gente conoce la historia de los que hoy son considerados parte de ese pueblo y que sólo hace unas décadas no sólo no tenían ninguna aspiración política nacional y que, además, ha renunciado –o le han hecho renunciar– a la posibilidad, real hace muchas décadas casi al principio del conflicto y también otra, más real de lo que mucha gente cree, hace sólo unos años.
El caso es que Palestina nunca ha sido un Estado independiente y soberano: de la dominación romana inicial – que fue la que llamó así a lo que había sido antes el país de los judíos – pasó por la bizantina, la árabe, la de los mamelucos egipcios y, la más larga de todas, la turca hasta el final de la I Guerra Mundial. De hecho, durante esos cuatro siglos de obediencia a los sultanes de Estambul, eso que hoy en día son Israel y los territorios palestinos, ni siquiera era una provincia del imperio.
Ni siquiera con la aparición del sionismo y la pretensión de los judíos de crear en la zona su Hogar Nacional, los árabes que vivían en el Mandato Británico de Palestina demostraron ningún interés por constituir su propio estado. Tan es así que cuando la ONU dibujó un plan en el que había espacio para un estado judío y uno árabe en la zona los judíos sí crearon el suyo, Israel, y los árabes se limitaron a intentar acabar con sus vecinos en una guerra en la que el recién nacido país tuvo que defenderse de atacantes de hasta siete países distintos.
Esta guerra provocó la gran oleada de refugiados palestinos –unos 700.000– que se establecieron en los países del entorno y que, en algunos casos, provocaron enormes problemas, como el Septiembre Negro de Jordania y tuvieron un papel principal en el estallido de la Guerra Civil del Líbano, un conflicto de 15 años que dejó completamente arrasado este país, hasta entonces próspero.
Y además, los palestinos dentro los llamados territorios ocupados, con líderes nefastos como Yasir Arafat, se convirtieron en grandes creadores de terroristas que actuaron dentro y fuera de Israel, e inventando nuevas formas de terrorismo como los secuestros de aviones.
A pesar de todo, se llegó a los primeros acuerdos de paz en los años 90 y en el 2000 tuvo la oportunidad de crear el Estado palestino de la única forma en que puede ser creado: con un pacto con Israel. En lugar de eso, Arafat prefirió lanzar la Segunda Intifada.
No es de extrañar, por tanto, que los países árabes de la zona estén hartos de los palestinos, no quieran recibirlos como refugiados –tal y como dijo en su día el rey Abdalá de Jordania poco después del 7 de octubre– y en varios casos hayan llegado o estuviesen a punto de llegar a acuerdos de paz con Israel para abrirse a las relaciones políticas y, sobre todo, a las económicas.

