Clanes, milicias y grupos enfrentados a Hamás: su papel en la primera fase del alto el fuego y en el futuro de Gaza
La Franja sufre un conflicto interno entre la organización terrorista y diversas facciones opositoras.
La situación en Gaza tras el alto el fuego que entró en vigor el pasado 10 de octubre no es todo lo idílica que algunos desearían. En la Franja están activas varias facciones y grupos anti-Hamás, las tensiones internas y los conflictos de poder son continuos, además del enfrentamiento central entre Hamás y las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF por sus siglas en inglés).
Se habla de una situación de guerra civil interna, aunque esa afirmación es matizable, como veremos, dada la desigualdad de fuerzas entre lo que queda de Hamás y las facciones y grupos que combaten contra ellos, y el conflicto principal sigue siendo entre Hamás, que se resiste a dejar el poder —entre otras cosas por mera supervivencia no solo del propio grupo terrorista sino de los miles que forman parte de su estructura civil—, e Israel, que actualmente controla el 53% del territorio de la Franja siguiendo el acuerdo de paz.
Pese a haber sido diezmada durante los dos años de guerra que se inició como respuesta a la masacre del 7 de octubre, Hamás sigue manteniendo parte de su ala militar —Brigadas Al-Qassam— y busca afianzar su autoridad interna en Gaza desplegando fuerzas de seguridad y policía para mantener el orden interno y asegurar su propia supervivencia y la de los suyos. En este sentido, cabe destacar el despliegue de la unidad Radea (disuasión, en árabe) una estructura policial que se nutre también de las Brigadas Al-Qassam, acusada de practicar ejecuciones sumarias desde que se decretó el alto el fuego y que se ha consolidado como uno de los principales instrumentos de control interno del grupo terrorista en la Franja de Gaza.
Es importante destacar que Hamás ha admitido que no puede comprometerse plenamente a su desarme en este momento porque está enfrascada en sobrevivir y asegurar la supervivencia de los suyos, lo que se convierte en un obstáculo para continuar con las siguientes fases del acuerdo de paz, aparte de que aún sigue sin entregar los cuerpos de todos los rehenes israelíes asesinados. Pero es cierto que a finales de septiembre habían surgido más de una docena de nuevos grupos armados anti-Hamás que indicarían un colapso social generalizado del monopolio de Hamás sobre el control del territorio y la seguridad, algo que convertiría en muy peligrosa la situación para el grupo terrorista y los que le apoyan.
Las IDF, por su parte, siguen realizando operaciones militares y de inteligencia sobre el terreno con el objetivo principal de debilitar lo que queda de Hamás y su infraestructura militar y mantener el control de zonas estratégicas, además de evitar que se traspase la línea amarilla a la que se han retirado, tras lo cual Israel controla el 53% del territorio de la Franja. No obstante, esta línea amarilla ha sido traspasada más de una vez desde el 10 de octubre, provocando algún enfrentamiento armado y la muerte de gazatíes. Por ello Israel va a señalizarla "con marcas continuas especiales para determinar claramente dónde pasa la línea de separación política y de seguridad", según un comunicado del ministro de Defensa, Israel Katz del pasado 17 de octubre. El ministro advirtió que señalizar la línea imaginaria busca "advertir a los terroristas de Hamás y a los residentes de Gaza que cualquier violación o intento de cruzar la línea será respondido con fuego".
Si la dinámica principal sigue siendo la que se produce entre Hamás e Israel, en el territorio de Gaza del que ya se han retirado las FDI hay enfrentamientos entre Hamás y otros grupos armados, algunas milicias emergentes o clanes que se oponen al dominio de Hamás, de los que hablaremos más adelante. Todo ello complica el paso a siguientes fases del proceso de paz. Porque lo que los primeros días del alto el fuego han evidenciado es que el poder de Hamás en la Franja está bajo presión, con rivales internos y milicias surgidas durante la guerra que ahora tratan de disputarle el poder y el control territorial, o al menos ponérselo más difícil. Israel, por su parte, intenta explorar hasta qué punto esas milicias locales anti-Hamás pueden servir para debilitarla desde dentro, como ya hizo antes de que se firmase el acuerdo de paz.
No obstante, conviene no sobrevalorar el poder de estos clanes y milicias anti-Hamás, que en algunos casos no pasan del centenar de efectivos, mientras que Hamás, pese a sus cuantiosas pérdidas durante la guerra —difíciles de determinar— y su evidente debilitamiento interno, sigue manteniendo una fuerte estructura de poder, fruto de años de gobernar con mano de hierro en la Franja.
Según un análisis del Washington Institute for Near East Policy, las facciones rivales anti‑Hamas incluyen unos doce clanes y organizaciones armadas que en conjunto suman "menos de 1.500 combatientes" frente a los 15.000‑20.000 que se estima que aún cuenta Hamás pese a los dos años de guerra. "Esta brecha reduce la probabilidad de una guerra civil a gran escala" aunque "aumenta el riesgo de asesinatos que permitan a Hamás consolidar su control sobre la población", señala el análisis.
Los clanes y milicias anti-Hamás
Las Fuerzas Populares lideradas por Yasser Abu Shabab, nacieron en mayo de 2024 al este de la ciudad de Rafah como milicia armada con el objetivo de oponerse al dominio de Hamás —cuando su poder empezó a debilitarse—, controlar las rutas de ayuda y establecerse como presencia local independiente. Al parecer han contado con el apoyo de Israel en este objetivo. Realizan el reclutamiento sobre todo a través de las redes sociales y su papel ha sido bastante controvertido pues tuvieron un pasado delictivo asaltando convoyes de ayuda humanitaria. De ahí pasaron a colaborar con Israel precisamente para proteger esa ayuda humanitaria y asegurar su reparto. Sobre su tamaño, las Fuerzas Populares apenas agrupan a 300 hombres, según algunas fuentes. Otros informes, citados por Reuters, indicarían que Abu Shabab controla "más de 100 hombres" en el este de Rafah, es decir, rebajan incluso esa cifra. Estamos hablando, lógicamente, de hombres dispuestos para la lucha armada. Cosa distinta es que la familia Abu Shabab pertenece a un clan beduino muy extenso, los Tarubin, formado por unos 500.000 miembros que se extiende por la zona del Sinaí egipcio y el Neguev israelí.
Creada hace apenas dos meses, el 21 de agosto de 2025, la Fuerza de Ataque Antiterrorista (CSF por sus siglas en inglés) —nombre operativo que el clan Al‑Majayda usa para su milicia— liderada por Hussam Abdel Majid al Astal, tiene su área de control en Kizan al‑Najjar, en la Gobernación de Jan Yunis. La familia Al-Majayda también pertenece a un clan beduino, más pequeño que el de la familia de Abu Shabab, de unos 8.000 miembros. La CSF también se proclamó como milicia anti-Hamás y contó con el apoyo de Israel. Así lo declaró su líder a The Times of Israel en un momento en el que ya se estaba produciendo una más que evidente rebelión interna en Gaza contra el férreo yugo de Hamás. Al Astal mantenía, además, relaciones con el líder de las Fuerzas Populares, Abu Shabab, como ya contamos en Libertad Digital.
No obstante, esa colaboración no parece ni centralizada ni con una única estructura de mando visible; los grupos en Gaza siguen siendo bastante autónomos y con intereses muy locales, lo cual limita su capacidad conjunta frente a Hamás.
El clan Khalas, nacido en el barrio de Shejaiya en el este de la ciudad de Gaza, es un clan vinculado al partido Fatah, históricamente hostil a Hamás, que ya ha tenido enfrentamientos con ellos después del alto el fuego del 10 de octubre. Liderado por Ahmed Khalas, alias Abu Maher —miembro del Comité Central de Fatah—, ha recibido protección y ayuda militar de Israel y se distingue por su resistencia abierta a Hamás desde que el grupo terrorista tomó el control de Gaza en 2007. Coaligado con otras familias locales, tiene como objetivo específico resistir los intentos de Hamás de recuperar el control en la Franja.
El clan Doghmush y agrupaciones hermanas en Gaza, tiene como líder histórico y representante a Mumtaz Doghmush y varios miembros de la familia Doghmush, que operan de forma semiindependiente, cada uno al mando de bandas armadas o células criminales, lo que convierte al clan en una confederación poco definida. Mumtaz Doghmush lideró el Ejército del Islam, una milicia vinculada a Al Qaeda. Miembros de la familia Doghmush han participado activamente en Fatah, Hamás y otros grupos terroristas. A pesar de la colaboración previa con Hamás en operaciones de alto perfil —en particular, el secuestro y posterior intercambio de prisioneros por el soldado israelí Gilad Shalit—, las relaciones se han deteriorado debido a la competencia por las redes de contrabando, la autoridad local y el poder tras la guerra. El clan se posiciona actualmente como anti-Hamás —aunque algunas fuentes afirman que miembros del clan siguen integrados en la dirección de las Brigadas al-Qassam de Hamás— y opera sobre todo en la Ciudad de Gaza, en Shejaiya entre otros barrios. El clan Doghmush está involucrado en redes de contrabando de armas y extorsión en todo el ecosistema del mercado negro de Gaza, y ha crecido aprovechando el caos provocado por la guerra en zonas donde el control de Hamás se fue debilitando, compitiendo con estos por el poder, pero también por el negocio. Es decir: en este clan se mezclan el crimen organizado, el poder local y la política faccionalista, por lo que podrían ser utilizados como proxy en conflictos internos, complicando aún más el escenario en el futuro de Gaza.
Liderado por Yasser Khanidak y centrado en Jan Yunis, el clan Khanidak, no tan numeroso como el clan Doghmush, se ha opuesto activamente a Hamás en los combates en el sur de Gaza y ha contado con el apoyo y armamento israelí. También estuvo ligado a Fatah.
El clan Abu Werda no tiene un líder claro, al menos conocido públicamente, pero se ha posicionado asimismo contra Hamás, con el que ha protagonizado enfrentamientos cerca del puerto de Gaza, en el norte de la Franja, y en la zona de Sabra, en la ciudad de Gaza. Es menos conocido que otros clanes que operan en la zona, liderando grupos de defensa de barrios más pequeños que se unen a batallas de clanes más grandes según sea necesario. Este clan ha tenido vínculos con Fatah y, según varios informes, ha mantenido rivalidades abiertas con Hamás en Gaza, especialmente en el norte de la Franja. Además, durante los disturbios y luchas internas en Gaza —incluidas las purgas de Hamás tras tomar el control en 2007— miembros del clan fueron perseguidos o arrestados, lo que reforzó su posición de oposición histórica a Hamás.
La unidad Radea de Hamás
Frente a todos esos grupos, milicias y clanes, muchos de ellos surgidos del caos provocado por los dos años de guerra que siguieron a la masacre del 7 de Octubre, la organización terrorista Hamás ha intensificado su régimen de terror en la Franja de Gaza con la creación de una nueva unidad policial llamada Radea —disuasión, en árabe—. Esta estructura, fundada hace apenas cuatro meses, se ha convertido en un brutal instrumento de control interno, acusada de perpetrar ejecuciones sumarias contra la población civil desde que se firmó el alto el fuego en Sharm el-Sheij.
Según fuentes de la Franja y de la seguridad egipcia, Radea no sólo se dedica a la vigilancia de precios o la protección de ayuda humanitaria, sino que su principal función es la represión de clanes familiares opositores, a los que acusa de colaborar con Israel. A diferencia de su predecesora, la unidad Sahm, Radea se nutre con miembros del brazo militar de Hamás, las Brigadas Al Qasam, además de agentes de la policía civil gazatí.
El objetivo de los terroristas es claro: aplastar cualquier desafío a su autoridad. Desde la tregua del 10 de octubre, esta unidad ha perpetrado al menos tres ejecuciones grupales de 15 personas, acusadas sin pruebas de colaboracionismo con Israel o de combatir a Hamás. Los asesinatos se producen tras juicios farsa en un llamado "tribunal revolucionario", compuesto por los propios comandantes gazatíes.
Expertos israelíes en terrorismo confirman que Radea busca afianzar el control de la población y de la ayuda humanitaria, respondiendo al surgimiento de bandas armadas y familias que se oponen a su tiranía. Tras los golpes asestados por Israel a su estructura policial, Hamás recurre al terror para garantizar el "sometimiento de la población mediante el miedo", como señala Michael Barak, del Instituto de Lucha contra el Terrorismo de Herzliya, informa EFE. Por ello no escatima en medios para eliminar cualquier foco de resistencia o rebelión y recuperar su dictadura del terror en la Franja, como ya hicieran desde 2007. En ello les va su propia supervivencia.
La unidad libra una auténtica guerra contra clanes hostiles, como la familia Majayda, enfrentada a Hamás desde antes del 7 de octubre como hemos contado más arriba. También han actuado contra la familia de Yaser Abu Shabab, líder de las Fuerzas Populares, deteniendo en el sur de Gaza a varios miembros como parte de una "campaña continua para desmantelar nidos de traición y actividades ilegales", según un comunicado de Hamás en su cuenta de Telegram.
Conclusión
Existen grupos, clanes y milicias anti-Hamás, algunos de larga tradición pero que, sobre todo, han proliferado desde finales de septiembre de 2025, que en la mayoría de los casos tienen un tamaño modesto en cuanto a sus efectivos (unos cientos de combatientes en el mejor de los casos). Aunque en algunos casos colaboran parcialmente entre ellos y cuentan con el respaldo indirecto de Israel, por los datos actuales no parecen tener aún ni la capacidad ni la cohesión suficiente para desafiar de forma unificada a Hamás, pero sí serían un síntoma de la pérdida de poder que habría experimentado el grupo terrorista que ha subyugado a los palestinos de la Franja desde 2007, y que ahora le culpan de la devastación que la masacre del 7 de octubre ha provocado en Gaza como consecuencia de la respuesta israelí al mismo. Es lógico que Hamás tema que ahora se pueda producir una represalia inversa a la que ellos llevaron a cabo en 2007 contra sus rivales palestinos.
Está aún por ver el papel que estos clanes y milicias anti-Hamás jugarán en el futuro de Gaza y en el de la propia Hamás. En el acuerdo de paz se explicita que "Hamás y otras facciones" se comprometen a "no tener ningún papel en la gobernación de Gaza, directa, indirectamente o de ninguna forma" y además, "deberá destruirse toda la infraestructura terrorista, desde los túneles a los almacenes de armas".
No obstante, y como se señalaba en el análisis citado anteriormente del Washington Institute for Near East Policy "los clanes anti-Hamás carecen de la capacidad para resistir una ofensiva directa sin apoyo externo, lo que exige que Israel actúe estratégicamente para evitar un escenario de represalias violentas generalizadas. Por lo tanto, cualquier acuerdo futuro debería incluir una cláusula explícita que garantice la seguridad de los clanes y, potencialmente, buscar la integración gradual de sus milicias en las zonas controladas por Israel, con el objetivo a largo plazo de someterlas a la Autoridad Palestina. Esta medida podría ayudar a estabilizar el territorio, ampliar el espacio operativo para actores no pertenecientes a Hamás y, por lo tanto, impedir que Hamás reafirme el control total sobre Gaza".
Es decir: que más allá de que parece que no podrían imponerse a Hamás en un enfrentamiento directo, sí parece que podrían jugar un papel clave en la estabilización de una Gaza sin Hamás —y otros grupos pro-Hamás y la Yihad Islámica, otro grupo terrorista proiraní que cuenta con unos 1.000 milicianos—, que es lo que recoge el acuerdo de paz. Y aquí, pese a que Netanyahu se opone a cualquier Gobierno en Gaza con Fatah, la relación de muchos de estos clanes y grupos anti-Hamás con Fatah sí podría ser necesario que Fatah jugase un papel en el futuro de la Franja de Gaza.
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