
Los ricos españoles han visto cómo su peso sobre la renta nacional se reduce con fuerza en los últimos años. Esta evolución no ha venido de la mano de un enriquecimiento generalizado del resto de la ciudadanía, como a priori presuponen los teóricos socialistas que plantean incesantemente la reducción de la desigualdad como un paso imprescindible para la prosperidad social. De hecho, lo que ha ocurrido en los últimos años ha sido exactamente lo que prescriben los teóricos liberales que insisten en que, poniendo el foco en las políticas igualitaristas, lo único que se consigue es menos riqueza para todos.
El Instituto Juan de Mariana aborda esta cuestión en su último informe, que lleva por título Populismo fiscal. Dicho documento recalca que, "en una economía de mercado, se reconoce como principio de referencia la igualdad ante la ley y, si bien se trata de un concepto más abstracto, también se suele apostar por promover la igualdad de oportunidades. Sin embargo, esto no significa que se valide o se imponga la igualdad de resultados, puesto que tal paradigma rompería por completo los incentivos que promueven el esfuerzo, la innovación y la creatividad en base a las que avanza la actividad empresarial privada. De esos incentivos, y del desempeño divergente de los distintos agentes económicos, se derivan disparidades de renta propias de una sociedad heterogénea y plural en la que, aquellas personas que logran desempeñar una función económica de forma sobresaliente obtienen niveles de retribución superiores al resto. La desigualdad resultante no es necesariamente mala y, de hecho, puede ser positiva si anima al resto de la población a emular el ejemplo de quienes prosperan y avanzan, puesto que su éxito se logra a base de satisfacer de forma extraordinaria aquellas necesidades o deseos de la sociedad que permiten generar más valor económico".
El informe recalca que los datos disponibles muestran que entre el 75 y el 90 por ciento del aumento de la desigualdad de renta apreciado en España durante la última década "no se debe a que los ricos se hayan hecho mucho más ricos, ni tampoco a que los pobres se hayan hecho más pobres, sino al efecto que tienen nuestros elevados niveles de paro en la distribución de los ingresos. Por tanto, aunque a menudo se habla de subir impuestos a los ricos para lidiar con la desigualdad, la evidencia disponible sugiere que el grueso de las diferencias de renta se dan por el mal funcionamiento de nuestro mercado laboral, que de hecho arroja los mayores niveles de paro de Europa". En este sentido, la escalada de la desigualdad fue especialmente antes de la reforma laboral de 2012, de modo que llama la atención que la izquierda combatiese ferozmente una modificación normativa que no solamente revirtió el incremento del desempleo observado bajo el gobierno de Rodríguez Zapatero sino que, además, tuvo el efecto de frenar la continua escalada de la desigualdad que se generaba a través del incremento desbocado del paro, que llegó a rebasar el 25 por ciento.
Repasando la retórica imperante, el IJM encuentra "dos argumentos en torno a los que se intenta justificar la subida de impuestos a los ricos: por un lado, el hecho de que los ricos españoles son mucho más ricos que los de otros países, de modo que sería pertinente modificar su tributación para reflejar esta circunstancia. Por otro lado, la tesis de que los ricos se hacen cada vez más ricos a costa de apropiarse de un porcentaje cada vez mayor de la renta total percibida por los españoles, motivo por el cual sería apropiado elevar su factura fiscal". Sin embargo, los datos de la World Inequality Database (WID), un servicio que mide la desigualdad en la distribución de los ingresos, ponen de manifiesto que eso no es lo que está sucediendo. La WID tiene entre sus codirectores a Thomas Piketty, considerado un economista de cabecera en las filas de la izquierda española, de modo que la elección de dicha fuente estadística resulta especialmente pertinente".
En relación con el primer argumento, el estudio del IJM encuentra que "el 1 por ciento de los españoles con mayores ingresos reciben el 10,02 por ciento de la renta total, lo que se sitúa un 13 por ciento por debajo de la media europea, donde esta rúbrica asciende al 11,5 por ciento. En este indicador, España figura por debajo de los principales países europeos caso de Grecia (13,8 por ciento), Italia (13,6 por ciento), Suecia (13,3 por ciento), Francia (12,7 por ciento) o Alemania (10,3 por ciento). Nos situamos a la par con Portugal (también un 10 por ciento) y Portugal (9,8 por ciento). Asimismo, los niveles apreciados en nuestro son alrededor de un 50 por ciento menores que los observados entre el 1 por ciento de mayores ingresos en Estados Unidos".

Por otro lado, "la clase media española recibe el 33,1 por ciento de la renta nacional, ligeramente por debajo de la media europea (36 por ciento). En cambio, el porcentaje de la renta que obtiene el 1 por ciento más rico lleva en tendencia descendente desde 2010, puesto que ha bajado del 13,6 por ciento alcanzado entonces al 10 por ciento cosechado en 2022".

Por tanto, "ni los ricos son muy ricos, ni los ricos son cada vez más ricos. En ambos casos, la propaganda se topa con la realidad, que muestra una situación diferente. Los ricos controlan, de hecho, un porcentaje cada vez más bajo de la renta nacional, donde su peso relativo ha caído un 26,4 por ciento desde 2010, mientras que la cuota alcanzada por el 50 por ciento que menos gana presenta una situación más estable y apenas cede un 2,8 por ciento en el mismo periodo".
No solamente eso: si acudimos nuevamente a la base de datos de Piketty y analizamos cómo ha evolucionado la riqueza media del 10 por ciento con mayor patrimonio vemos que dicho segmento amasaba una fortuna de 874.848 euros per cápita en 2007, mientras que el mismo indicador había caído a 806.816 euros. Los ricos son menos ricos, pues.
En clave internacional, la comparativa también deja en una situación desfavorable a los españoles más acaudalados. Como explicó Domingo Soriano en Libre Mercado, "para formar parte del 1% más rico en España hay que tener un patrimonio de 1,3 millones de euros. En cambio, en Francia es necesario amasar una fortuna de 2,4 millones, en Alemania el umbral son 2 millones, en Países Bajos dicho percentil se alcanza con 1,9 millones y en Suecia es preciso poseer activos por valor de 1,8 millones".
Una ‘tarta’ más pequeña
El problema de fondo, pues, es uno muy distinto. Basta con comprobar la evolución de la renta para ver que, en vez de una desigualdad más acusada que revela un reparto cada vez menos equitativo, lo que tenemos es, según explica el IJM, "una tarta cada vez más pequeña", lo que significa que "todos los niveles de renta, incluidos los ricos, viven hoy en una España que cada vez se aleja más de los niveles de renta y patrimonio que vemos en Europa".
En este sentido, "bajo mandato de Pedro Sánchez hemos visto que la renta de los españoles ha retrocedido 4,2 puntos en comparación con nuestros socios comunitarios. En paridad de poder de compra, nuestro PIB per cápita cae del 92,8 al 88,6 por ciento entre 2017, año previo a la llegada al poder de Sánchez, y 2023, último ejercicio con datos disponibles en Eurostat".
Ampliando el foco para analizar el periodo que va de 2001 a 2021, encontramos que la brecha de renta entre España y Estados Unidos ha subido hasta situarnos un 41 por ciento por debajo del país norteamericano". Este fenómeno viene de lejos, puesto que el PIB per cápita de nuestro país ha crecido 7 veces menos que el de Estados Unidos en las dos últimas décadas, pero la tendencia en los últimos años se ha agravado, al igual que vemos en la comparativa con Europa.
La riqueza también evoluciona a peor, y lo hace para los españoles de todos los niveles de patrimonio. Si medimos la riqueza media vemos que dicho indicador ha caído de 157.690 a 142.575 euros. Además, mientras que el descenso para el 10 por ciento de mayor patrimonio fue del 7,8 por ciento, la corrección en el dato promedio para el conjunto de los españoles del 9,6 por ciento. Con los datos encima de la mesa, pues, vemos que los ricos son menos ricos, los no ricos son menos ricos y los no ricos se empobrecen aún más que los ricos.
Los indicadores de bienestar reflejan las consecuencias de esta deriva. Como recuerda el IJM, "España está a la cabeza del Índice de Miseria en Europa, de modo que somos el país que más sufre la incidencia conjunta del paro y la inflación. En paralelo, el PIB per cápita apenas ha crecido entre 2019 y 2023 y nuestro país tiene al 9 por ciento de su población (4,3 millones de personas) en situación de carencia material y social severa. Al mismo tiempo, uno de cada cuatro españoles (12,7 millones de personas) están en situación de riesgo de pobreza y exclusión social". Un bagaje nefasto que confirma la medida en que la sociedad española, incluyendo aquí a ricos y no ricos, va cada vez peor.

