
Libre Mercado publicaba este fin de semana un informe que refleja una realidad terrible del Viejo Continente: cómo el ecologismo europeo ha llevado a las empresas a pagar hasta tres veces más por la energía que sus competidores chinos. ¿Y qué decir de los competidores norteamericanos?
En plena polémica por la puesta en marcha de una política arancelaria errática y generadora de una profunda incertidumbre, por parte de EEUU, es necesario introducir en el debate uno de los principales problemas que tenemos en Europa. Una sobrerregulación que además, no sólo nos hace competir peor con otros continentes, sino que obliga a los ciudadanos europeos a tener que pagar las mercancías aquí producidas mucho más caras de lo que lo hacen en otros países.
La producción de energía eléctrica es una cuestión clave. También lo es la industria del automóvil. Hemos decidido dar prioridad a las políticas de reducción de emisiones, que más que de reducción de emisiones es de cobro de emisiones, así como la desaparición de tecnologías más productivas y baratas por otras más caras y menos productivas, disparando el coste de la generación eléctrica y la dependencia de fuentes de energía no renovable y cada vez más cara, como el gas.
Al final la riqueza de un país, o de un continente, como Europa, depende de que sea capaz de producir bienes cada vez más deseados y mejor pagados fuera de nuestras fronteras, y en este capítulo estamos fallando.
Por ello, el experto en política energética Manuel Fernández Ordóñez ha subrayado en Con Ánimo de Lucro que "podemos jugar a la transición energética o a salvar la industria europea, pero no a las dos cosas". Por su parte, Javier Revuelta, de la empresa de consultoría tecnológica AFRY, ha destacado que "vamos a tener que escoger entre el crecimiento económico y las energías renovables".

