
La semana pasada, los rendimientos a 30 años se dispararon a sus niveles más altos en 25 años tras una subasta de bonos muy débil, llegando a alcanzar un máximo del 3,19% el 22 de mayo, aunque desde entonces ha sufrido una caída y se ha colocado en 2,91%.

El primer ministro calificó la situación fiscal del país de "extremadamente mala", peor que la de Grecia. Si los rendimientos siguen subiendo y los bonos pierden el control, podría significar el inicio de una crisis financiera severa.
Esta delicada situación no ha llegado de casualidad, es la consecuencia de unas políticas monetarias y fiscales totalmente desnortadas que se han venido aplicando desde hace dos décadas. A pesar de que hay corrientes académicas, como la MMT, que siguen defendiendo que la "deuda no importa", estamos viendo, en riguroso directo, como grandes naciones (EEUU o Japón) están sufriendo sus efectos. Como siempre recuerdo, no hay peor economista que un keynesiano que no ha leído a Keynes. Afortunadamente, estas tensiones servirán para recordar la importancia de la responsabilidad fiscal y monetaria.
Japón, génesis de las políticas "ultraexpansivas"
Vayamos al origen. El país nipón fue pionero en implementar medidas agresivas de flexibilización cuantitativa (QE) a gran escala. A finales de los 1990s y principios de los 2000s, el Banco de Japón (BoJ) comenzó a usar políticas "no convencionales", como tasas de interés cercanas a cero o negativas, el control de la curva (YCC) o la compra masiva de activos, para combatir el estancamiento económico tras la burbuja inmobiliaria de los 1980s.
Asimismo, el BoJ se convirtió en un gran hedge fund. La entidad se ha convertido en un organismo de planificación y socialismo financiero. Posee ya más del 57% de la deuda pública japonesa y, además, tiene aproximadamente el 75% de los ETF del Nikkei y Topix (sus tenencias representan más del 7% de todas las acciones en circulación en Japón).Todos estos activos los ha adquirido imprimiendo dinero de nueva creación.
Desde el lado fiscal, la situación también es dantesca. Su ratio de deuda/PIB supera el 255%, lo que lo convierte en el más alto de las economías desarrolladas. La acumulación se ha producido, además, en sólo tres décadas, ya que en 1991, su deuda era, tan sólo, del 62,39% del PIB. Y el problema, es que estas políticas de deuda no han traído ningún crecimiento. El país lleva estancado 30 años y encadenando una recesión cada 4,5 años. Los economistas llamamos a este fenómeno "japonización o zombificación".
Si a estas dificultades de deuda y planificación, le sumamos el brutal problema del envejecimiento poblacional, tenemos un cóctel explosivo. Y el mercado es consciente, de ahí que los inversores exijan tasas cada vez más altas para comprar sus bonos. Los tipos altos en un entorno de exceso de deuda son kriptonita. La decisión de la autoridad central es muy compleja:
Baja tipos y controla la curva para salvar su mercado de bonos a cambio de provocar inflación y todavía más pérdida de confianza. No interviene y observa cómo la caída de los precios de los bonos desencadena quiebras en el sector financiero. Esperemos que esta situación sirva de reflexión para todos aquellos voceros que siguen pregonando que la deuda y la impresión de dinero no tienen consecuencias.
