
La industria más infravalorada del mundo es la industria espacial. Es especialmente poco apreciada en Europa, que de hecho se ha quedado irremediablemente rezagada en este campo con respecto a Estados Unidos y China. Solamente como referencia: el año pasado, Estados Unidos llevó a cabo 153 lanzamientos al espacio, mientras que China completó 68 y Europa… apenas 3.
El autor de ciencia ficción, Arthur C. Clarke, escribió en 1977 que "el impacto de los satélites en toda la raza humana será al menos igual al impacto que tuvo la llegada del teléfono en las llamadas sociedades desarrolladas". Y tenía razón. Las megaconstelaciones de satélites como Starlink, Qianfan, Kuiper y Sat Net garantizarán que esa tercera parte de la población mundial que actualmente no tiene acceso a Internet pronto estará conectada a la red, con implicaciones económicas de gran alcance.
La CNBC ha calificado el espacio como "la próxima industria billonaria de Wall Street" y, según un estudio del Foro Económico Mundial publicado en abril de 2024, la economía espacial va camino de alcanzar un valor de 1,8 billones de dólares dentro de diez años, en 2035. Morgan Stanley también prevé que el principal negocio espacial creará la primera fortuna billonaria del mundo.
Tras los alunizajes de finales de la década de 1960 y principios de la de 1970, los vuelos espaciales tripulados en Estados Unidos se estancaron casi por completo, en gran parte debido a la interferencia política. Cada nuevo presidente llegaba al cargo con nuevas ideas y nuevas prioridades, y los contratos se adjudicaban o se cancelaban con demasiada frecuencia, por motivos claramente políticos.
El programa del transbordador espacial de la NASA no cumplió las expectativas. A pesar de las importantes inversiones realizadas en la Estación Espacial Internacional (ISS), sigue habiendo dudas sobre si el dinero se gastó de forma inteligente. Y los costes de lanzamiento, medidos como el coste de llevar un kilogramo de carga útil al espacio, se estancaron más o menos durante casi cuatro décadas.
Fueron las empresas privadas las que lograron el avance, reduciendo los costes de lanzamiento en aproximadamente un 80 por ciento. Y esto es solo el principio. La exploración espacial demuestra una vez más la superioridad del capitalismo. La carrera espacial entre la Unión Soviética y los Estados Unidos en la década de 1960 ha sido sustituida ahora por una competición entre los Estados Unidos y China. Pero hay una diferencia crucial: durante la carrera espacial original, los programas espaciales de los Estados Unidos y la URSS estaban dirigidos por el Estado.
Sí, las empresas privadas también construyeron cohetes para el programa Apolo, pero esas empresas recibieron directrices estrictas y limitadas de la agencia espacial estatal NASA, que les indicaba exactamente cómo construir un cohete, lo que provocó altos costes, ya que las empresas seguían meticulosamente las instrucciones de la NASA. A través de programas de coste más beneficio, no había el más mínimo incentivo para reducir los costes; al contrario, se incentivaba a las empresas a aumentarlos.
La relación entre la NASA y las empresas privadas ha cambiado drásticamente en los últimos años. Elon Musk insistió en operar con precios previamente acordados y, en lugar de decirle a SpaceX qué construir, la NASA especificó qué servicios quería comprar. El resultado: de las 261 misiones espaciales realizadas en todo el mundo en 2024, 134 fueron lanzadas por SpaceX. Así, si SpaceX fuera un país, superaría con creces al segundo país más grande del mundo, China, que registró 68 lanzamientos.
Incluso hoy en día, los viajes espaciales privados se ven obstaculizados por regulaciones superfluas y la interferencia del gobierno, especialmente en Europa, pero también en Estados Unidos. Sospecho que una de las razones clave de la incursión de Elon Musk en la política es que quería encontrar una manera de liberar a las empresas espaciales privadas de las crecientes cargas burocráticas en Estados Unidos.
El resultado de la nueva carrera espacial, ya sea que China o Estados Unidos salgan victoriosos, dependerá en gran medida de qué país conceda más libertad al crecimiento de la exploración espacial privada. Actualmente, Estados Unidos está muy por delante, pero sería peligroso subestimar los avances de China, que también está reduciendo su dependencia de un programa espacial exclusivamente público y está involucrando cada vez más a empresas privadas.

