
La narrativa política insiste en señalar a las empresas como entidades que "pagan poco" o que "deberían contribuir más" al sostenimiento de las arcas públicas. Sin embargo, un nuevo informe del Instituto de Estudios Económicos (IEE) elaborado en colaboración con la Tax Foundation, demuestra que la realidad es radicalmente opuesta: las empresas ya aportan, directa o indirectamente, el 89,0 % de toda la recaudación tributaria en España.
En concreto, las compañías españolas abonan directamente el 48,8 % de los ingresos tributarios —por impuestos como el de Sociedades, las cotizaciones a la Seguridad Social o los tributos especiales— y recaudan y transfieren otro 39,8 % en nombre de terceros, principalmente a través de la retención del IRPF, el IVA o las cuotas sociales de los trabajadores. Solo un 11,5 % del total proviene de impuestos que ni pagan ni gestionan.
Este dato sitúa a España entre los países de la OCDE con mayor dependencia del tejido empresarial para sostener el sistema impositivo, junto a países como Chequia (93,2 %), Alemania (93,8 %) o Eslovenia (93,5 %).
Más allá del Impuesto de Sociedades
El informe deja claro que el foco exclusivo en el Impuesto de Sociedades (IS) es un error. Aunque este tributo representa solo una parte del esfuerzo fiscal empresarial, la empresa es también responsable de una amplísima gama de pagos adicionales: cotizaciones a la Seguridad Social (en su mayor parte a cargo del empleador), tributos especiales, tasas, licencias y un largo etcétera.
De hecho, en el conjunto de la OCDE, por cada euro recaudado por el IS, las empresas pagan 0,89 euros en otros impuestos propios y remiten 2,22 euros adicionales en tributos recaudados de terceros. Es decir, su contribución total triplica lo recaudado por el impuesto que acapara el debate político.
En el caso español, las cotizaciones sociales son la principal fuente de ingresos fiscales, y en más de la mitad corresponden al empleador. En concreto, las empresas pagan en España casi el 15 % del total recaudado a través de sus contribuciones a la Seguridad Social, cifra por encima de la media OCDE (14,09 %).
¿Quién soporta realmente el peso de los impuestos?
El informe también analiza la incidencia económica de los tributos, es decir, quién acaba soportando el coste real. Y la conclusión es clara: aunque el sujeto pasivo sea la empresa, el impacto lo sufren los trabajadores, los consumidores y los accionistas.
En el caso del Impuesto de Sociedades, los estudios recientes en economías abiertas confirman que entre el 45 % y el 400 % del gravamen se traslada a los salarios. El capital es móvil y escapa a la presión fiscal; el trabajo no. Por eso, subir el IS puede acabar provocando una caída de sueldos superior al ingreso adicional obtenido.
Con el IVA y los impuestos al consumo, ocurre lo mismo. Aunque formalmente lo recauda la empresa, el precio final lo paga el consumidor. En algunos sectores, como el tabaco o el alcohol, el estudio constata un efecto de "sobretraslado" del impuesto al precio final, superior incluso al 100 %.
Además, las empresas asumen los costes de gestión y cumplimiento tributario, lo que implica recursos humanos, costes administrativos y carga burocrática que raramente se tiene en cuenta cuando se reclama que "paguen más".
España, en el podio de la presión empresarial
España se encuentra entre los quince países de la OCDE en los que más del 40% de toda la recaudación se obtiene directamente de las empresas. Y en conjunto, si sumamos la recaudación que Hacienda canaliza gracias a ellas, nuestro país supera en cuatro puntos el promedio OCDE (89 % frente al 85 %).
El ranking lo lidera Chequia (93,2 %), seguida de Alemania (93,8 %), Chile (94,2 %) o Lituania (98,3 %). Por el contrario, países como Costa Rica (56,6 %) o Dinamarca (77,2 %) tienen modelos fiscales algo menos dependientes del canal empresarial.
Además, España obtiene el 48,8 % de su recaudación de impuestos pagados directamente por empresas, un porcentaje muy superior a países como Canadá (32,5 %), Reino Unido (32,4 %) o Estados Unidos (39,5 %).
Los números no mienten
El informe de la Tax Foundation y el IEE lanza una advertencia clara: elevar aún más la fiscalidad empresarial no es inocuo. No solo afecta a la inversión y el empleo, sino que perjudica directamente a trabajadores y consumidores. Además, desincentiva la creación de nuevas empresas, especialmente en contextos de alta carga fiscal.
Mientras algunos insisten en demonizar al tejido productivo, los datos son concluyentes: sin las empresas, el sistema tributario español no funciona. No solo por lo que pagan, sino por lo que recaudan, transfieren y gestionan. Y todo ello, sin cobrar por ello.

