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¿Somos más ricos que los japoneses? La realidad tras una estadística que debería preocuparnos, no alegrarnos

El problema de Japón no es que lo hagan peor que hace tres décadas; sino en que hay menos trabajadores haciendo lo que sea que hagan.

El problema de Japón no es que lo hagan peor que hace tres décadas; sino en que hay menos trabajadores haciendo lo que sea que hagan.
Asistentes a un mitin electoral en Tokio, la semana pasda. | EFE

Nos dicen que la buena noticia del año es que España ha superado en PIB per cápita a Japón. Y sí, según las cifras del FMI para 2025, en dólares corrientes, el país asiático alcanza los 33.960 dólares por habitante mientras que nosotros llegaremos a los 36.190. Para los que vivimos los años 80, esa década en la que parecía que los japoneses se comerían el mundo (recuerdo las noticias sobre empresas niponas que se quedaban con grandes firmas norteamericanas), es un dato muy significativo. También es lógico que los ministros del Gobierno hayan salido a vocearlo: parece una demostración palpable de la potencia económica de la España sanchista.

Es verdad que en el momento en el que uno analiza las cifras el optimismo se modera mucho. En primer lugar, en lo que tiene que ver con el largo plazo, porque el hecho de que España haya cazado a Japón no se debe tanto a que lo hayamos hecho extraordinariamente bien en las últimas dos décadas, como al hecho de que ellos lo han hecho bastante mal (y luego iremos con los matices en esto). Es decir, cuando un país supera a otro en PIB per cápita cabe preguntarse si es porque uno va disparado o el otro está estancado. Pues bien, en este caso, hay más de lo segundo. De hecho, la propia estadística del FMI nos dice que ese PIB per cápita era de más de 49.000 dólares en 2012 (ahora, recordemos, no llegan a los 34.000 dólares).

Y aquí surgiría la segunda pregunta: qué está pasando en Japón para una caída como ésa. Pues tampoco nada tan grave como podría parecer. La explicación de este llamativo desplome es más estadística que real. El Yen se está devaluando con fuerza frente al dólar desde hace años, lo que ha provocado que las mediciones del poder de compra de los nipones en la moneda norteamericana también apunten en dirección descendente.

Hasta aquí, lo más inmediato, la explicación de un fenómeno que ha generado muchos titulares.

Pero hay (tiene que haber) algo más. Y es que, más allá del fenómeno estadístico o el tipo de cambio de las divisas, lo que es una obviedad es que la economía japonesa lleva tres décadas de estancamiento. O al menos eso parece: que desde comienzos de los años noventa el país no crece ni a tiros y que es el enfermo de los países ricos. ¿Las razones? Nos dicen que tenemos que buscarlas en una mezcla de falta de innovación y de adaptación a la nueva economía; y una salida en falso a la crisis financiera que tuvo lugar hace ya 35 años (la burbuja que se formó en los mercados de valores e inmobiliario a finales los años 80 es de las más impresionantes que uno recuerda).

¡¡Demografía!!

Estoy seguro de que lo anterior es relevante. Pero de todo lo que he leído sobre el tema en los últimos días, lo que más me ha interesado es este tuit del economista español Jesús Fernández-Villaverde:

No hay un escenario realista en el que Japón pudiera ser un 50% más rico de lo que es en la actualidad dada su demografía. Esa afirmación desafía la lógica básica de los modelos de crecimiento. Y el presente de Japón es el futuro de todas las economías avanzadas. Dejemos de obsesionarnos sobre las crisis financieras y centrémonos en lo que realmente importa: la demografía es el destino.

Como vemos, el análisis de Fernández-Villaverde no busca meterse en la discusión política de las últimas semanas en España. De hecho, en realidad el tuit es una respuesta a Kenneth Rogoff y su descripción de lo ocurrido en Japón hace ya más de tres décadas. Mientras éste se queda en el sistema financiero japones y en la respuesta del Banco de Japón a aquella crisis, Fernández-Villaverde señala un factor que casi nunca está presente en el análisis: ¡la demografía!

Lo hace con los datos que ha obtenido en uno de sus últimos trabajos publicos, "The wealth of working nations" ("La riqueza de los países trabajadores", junto a Gustavo Ventura y Wen Yao). Según sus cifras, casi todo se puede explicar simplemente observando el proceso de envejecimiento que ha sufrido el país nipón desde 1990. De hecho, es verdad que si tomamos las cifras de PIB per cápita desde 1991 hasta 2019 (y es buen año para terminar, porque eliminamos el posible efecto distorsionador del Covid) Japón es uno de los países ricos que peor lo ha hecho: 0,76% de crecimiento anual, frente al 1,35% de España, el 1,53% de Reino Unido o el 1,63% de EEUU.

Pero si vamos al crecimiento del PIB per cápita medido en adultos entre 15 y 64 años (el intervalo que suele tomarse para reflejar la población en edad de trabajar) o el PIB por hora trabajada, las tornas cambian. Ahí Japón no difiere demasiado de los demás países ricos. Por ejemplo, en la comparación con España en PIB por hora trabajada, lo hacen mucho mejor: 1,26% anual frente a nuestro 0,67%.

Enseñanzas

¿Qué nos dice esto? En primer lugar, que cuando pensamos en PIB per cápita lo hacemos siempre en términos de "cuanto produce cada uno", pero también debemos pensar en "cuántos hay produciendo". El problema de Japón no es que lo hagan peor que hace tres décadas; sino en que hay menos trabajadores haciendo lo que sea que hagan.

Imaginemos un ejemplo muy simple. Tenemos dos pueblos de 10 habitantes cada uno: en uno de ellos sólo trabajan dos habitantes, pero son muy buenos y cada uno gana 100.000 euros al año; el resto son niños o ancianos; ingresos per cápita, 20.000 euros. En el otro, trabajan 5 de sus vecinos y cada uno gana 45.000 euros al año; ingresos per cápita 22.500 euros.

¿Quién diríamos que es más rico? Pues no está claro. Discutiríamos mucho sobre el tema: es verdad que en un reparto por unidad sale mejor el segundo. Pero niños y ancianos (sobre todo estos últimos) consumen menos que los adultos. En el caso de los mayores, además, suelen tener patrimonio acumulado que les permite soportar mejor una caída de su renta. También nos fijaríamos en los sueldos y pensaríamos: "Qué pena que en un pueblo con trabajadores tan productivos, estos no puedan disfrutar del todo de su riqueza, porque tienen que sostener a la población que no trabaja" (y sí, tendrían que hacerlo).

Ahora nos vamos de nuestros pueblos imaginarios a los países reales. Japón: un lugar en el que sus trabajadores siguen siendo muy productivos y competitivos, pero que cada vez es menos rico simplemente por las tendencias demográficas. Algo que no cambiará en las próximas décadas.

Y una advertencia para poner nuestras barbas a remojar: la demografía de Japón en los primeros años 90 se parecía mucho (pero mucho) a la que presenta España ahora mismo. Es verdad que en el país asiático tomaron la decisión de cerrarse a la inmigración, lo que limita todavía más el rejuvenecimiento de su población (a cambio, muchas de las tensiones sociales asociadas a este fenómeno allí son mucho menos relevantes). ¿Cómo será el crecimiento de los demás países ricos en las próximas dos-tres décadas? Pues tiene muy mala pinta, con poblaciones muy envejecidas y economías bastante estancadas.

¿Y España? Deberíamos estar entre los más preocupados. Poco crecimiento de la productividad, economía poco competitiva, poco adaptados a los sectores de más crecimiento (con la excepción del turismo), pésimas cifras de natalidad, sistema fiscal muy penalizador para la inversión y el empleo... ¿Motivos de celebración por haber superado a Japón? En realidad, si miramos las cifras del país nipón, deberíamos echarnos a temblar.

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